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Columna
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Verde, que te quiero verde

La cumbre del clima simboliza una extraordinaria aceleración de las agendas oficiales en favor del medio ambiente

Xavier Vidal-Folch
La ministra en funciones para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, su homóloga chilena, Carolina Schmidt, y la secretaria Ejecutiva de la ONU sobre Cambio Climático, Patricia Espinosa.
La ministra en funciones para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, su homóloga chilena, Carolina Schmidt, y la secretaria Ejecutiva de la ONU sobre Cambio Climático, Patricia Espinosa.Javier Lizón (EFE)

Es el momento más verde de la historia. No porque hoy se abra en Madrid la cumbre contra el cambio climático. Sino porque este evento, cuyas tareas son de orden reglamentario —las de ir concretando los modos del Acuerdo de París de 2015—, simboliza una extraordinaria aceleración de las agendas oficiales en favor del medio ambiente.

Las ideas, preocupaciones y proyectos tienden a cristalizar simultáneamente en un momento determinado de la historia, por acumulación, por aluvión, por contagio, como si fuera espontáneamente. Es justo el modo en que explosionan las modas: para mal, también para bien. De repente, nadie quiere verse fuera de la movida. Al revés, todos quieren aparecer como sus patrocinadores, inventores, profetas.

Así que en pocas semanas, la densidad de toma de posiciones ha sido impresionante. Por países, Alemania abrió el fuego en septiembre, aprobando un plan plurianual de inversiones para acelerar la descarbonización, por 54.000 millones de euros.

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Italia le acaba de seguir mediante un nuevo presupuesto con mucho énfasis y escasa cuantía: 4.000 millones de euros hasta 2.023 para incentivar el abandono del carbón, la economía circular y la regeneración urbana. Francia, siempre vertical, anunció hace unas horas su proyecto de que la Unión Europea introduzca normas que obliguen a las empresas a aportar informes ambientales y para que sus bancos —que figuran entre los que más intensamente financian los proyectos contaminadores— dejen de invertir en carbón en el plazo de diez años.

Y de la España en funciones, qué decir, más que, pese a su interinidad, intenta rescatar la inversión en renovables y se apresta a albergar desde hoy la cumbre: laurel, y deberes.

También las instituciones compiten para ser la más verde. Empezó en julio la presidenta entrante de la Comisión, anunciando que su más urgente prioridad sería un nuevo Pacto Verde, a lo que el BEI ya se apresta. El Parlamento Europeo declaró el jueves la “emergencia climática”. Y la nueva jefa del BCE, Christine Lagarde, declara que el medio ambiente será una “prioridad crucial” en su otorgamiento de facilidades a la inversión.

La señora derrotará a los halcones alemanes del eterno Nein, porque la buena moda arrasa. Pero los padres de la tendencia fueron los Verdes, que en 2016 propusieron a la entidad la compra de bonos de entidades públicas, consorciadas y empresas que “usen el dinero en objetivos y proyectos sostenibles”.

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