Edificios sin nacionalidad y con premio
¿Qué nacionalidad tiene la arquitectura? La historia de la española Gemma Lalanda habla de una profesión más cercana al intercambio cultural que a cualquier estilo internacional
El año pasado lo logró el estudio BIG, de Bjarke Ingels, y este año ha sido el despacho de la española Gemma Lalanda y el danés Frank Maali el que ha obtenido el Premio Nykredits Arkitekturpris 2019. El galardón —estrenado en 1987 con un reconocimiento a Henning Larsen—, es, en palabras de Gemma Lalanda (1968), el más importante que se concede en Escandinavia. Ella considera que el genius loci, que vincula la arquitectura al lugar, tiene más que ver con el cuidado del arquitecto que con su nacionalidad. La historia de esa vallisoletana afincada en Copenhague desde hace casi 25 años disuelve prejuicios y demuestra que la arquitectura internacional no es la que se imita por el mundo sino la que, con los avances técnicos, materiales y energéticos del mundo es capaz de dialogar respetuosamente con un lugar.
En 1996, recién graduada de la Escuela Superior de Arquitectura Valladolid, Lalanda se trasladó a vivir a Dinamarca. Tenía una beca de doctorado del Ministerio de Asuntos Exteriores y terminó quedándose y desarrollando su carrera profesional junto a su pareja, el arquitecto danés Frank Maali. Juntos componen el estudio Frank Maali & Gemma Lalanda AS.
Tras casi un cuarto de siglo en Copenhague lo que le sigue llamando la atención no tiene que ver con los arquitectos sino con los clientes: “Su nivel de exigencia es enorme. Tienen un gran conocimiento de los materiales, sensibilidad con respecto a los espacios, la orientación, la luz y el diseño en general”.
¿Vivir en Dinamarca la obligó a reinventarse como arquitecta? Un arquitecto formado en la universidad española está bien cualificado y capacitado para trabajar en cualquier país del mundo siempre que maneje el inglés y si es posible, la lengua local. Nuestra base teórica es muy buena y a la larga es lo más importante porque la práctica llega con los años y la experiencia.
Lalanda explica que, en Dinamarca, los estudios de arquitectura son grandes empresas con muchos empleados. Eso significa que un arquitecto puede desarrollar toda su carrera profesional en un estudio como empleado y no como socio coautor de los proyectos. “Esta mentalidad es difícil de entender desde mi perspectiva. Pienso que el arquitecto también es artista y por eso, autor de su propia obra”.
¿Qué ha hecho para poder firmar su obra? Participar en concursos, primero abiertos y luego por invitación, cuando ya has construido y tu trabajo ya tiene reconocimiento. Además, hemos puesto atención en la transformación de edificios existentes para nuevos usos. En la zona medieval de Odense, la ciudad de Hans Christian Andersen, rehabilitamos un establo como sala de conciertos. En Copenhague transformamos una iglesia ampliando sus funciones a sala de conciertos, teatro y sala de exposiciones. Ese fue un proyecto piloto para dar más uso a espacios religiosos o naves portuarias de madera del S. XVIII que luego ha tenido continuidad.
¿Sus referentes son españoles, daneses o internacionales? Los referentes los buscamos en cada proyecto: analizando lo que el lugar o el edificio existente ofrece con su historia, construcción, materiales y emplazamiento. Del mundo global, nos interesa en especial la línea de trabajo de los chinos Wang Shu y Lu Wenyu su capacidad de reinterpretación de la historia en su obra es un ejercicio estimulante de reciclaje total.
¿Es eso posible en Dinamarca? ¿Se puede construir así, reciclando físicamente materiales para darles un nuevo uso, en un lugar que trata con cuidado su patrimonio? Parte de nuestros proyectos son transformaciones de edificios existentes en los que siempre incluimos algunos de los materiales de derribo desmontados cuidadosamente. En un proyecto de rehabilitación siempre hay sorpresas, por eso no hay que dibujar más de un 80% de antemano porque una importante parte del proceso creativo ocurre en la obra.
Ahora trabajamos en el Teatro de La Corte, en Copenhague, que está dentro del antiguo Palacio Real de Christiansborg, ahora Parlamento, y ahí para mover una tarima hay que tener antes cuatro reuniones con la Comisión de Patrimonio...y mucha mano izquierda.
El precio por metro cuadrado en Dinamarca oscila entre 2.500 y 3.000 euros “dentro de un standard medio”, explica Lalanda. Y sin embargo, las construcciones son sobrias. ¿En qué se gastan el dinero? ¿Sabrá construir con menos? Los costes de la obra en Dinamarca se encarecen en gran medida por la mano de obra. Un carpintero factura unos 60 euros la hora, o sea más de 2.000 euros a la semana. Otra cuestión son los procesos complejos que aquí se crean en torno a los proyectos, con interminables e incontables reuniones con diferentes fines, sobre todo referentes a la organización y a la eliminación de imprevistos. Es muy costoso estar reuniendo continuamente a tantas personas para tener todo bien atado, de hecho como cada vez construir es más complejo por el avance imparable de la tecnología en la construcción y en las instalaciones, las reuniones han aumentado en progresión aritmética. Estos procesos de control al final también repercuten en el precio del metro cuadrado.
Lalanda cuenta que, en Dinamarca, los arquitectos españoles destacan además de por su capacidad de trabajo y su empatía, por sus ganas de aprender. Aunque las razones que han hecho que ella se convierta en una emigrante no son estrictamente profesionales, asegura que nunca se ha arrepentido de dar el salto “a pesar de la falta de luz, el frío...”. En contraposición a su experiencia, cuenta que el arquitecto danés que emigra lo hace de forma voluntaria porque, en principio, allí hay trabajo. “Existe mucha rotación de arquitectos entre los macroestudios que suelen tener bastante obra en el extranjero, y también es común la especialización: hay estudios dedicados solo a restauración o a levantar edificios institucionales o comerciales o despachos centrados en vivienda, interiorismo y exposiciones o dedicados solo al planeamiento o al paisajismo. Esta especialización viene ya desde su formación como arquitectos en la universidad”.
Tal vez por eso, la visión generalista del arquitecto que recibió en Valladolid es lo que ella más valora de su formación. “En España hay una visión amplia de la arquitectura, desde análisis de formas, composición, historia del arte o estética a otras cuestiones más técnicas como construcción, estructuras e instalaciones. “Nuestra visión es global, mientras que el arquitecto danés se centra más en el diseño de la arquitectura como objeto, en mi opinión de forma más superficial”.
A pesar de su perfil de pequeño estudio que trabaja con la arquitectura de forma casi artesana, considera que su mayor logro hasta ahora ha sido “haber sido reconocidos el pasado mayo con el Nykredit Arkitekturpris —el mayor premio de arquitectura de Escandinavia— y la medalla Eckerberg, otorgada por la reina Margarita a través de la Academia de Bellas Artes. Reconocimientos así les ayudan a seguir creyendo en una tercera vía arquitectónica entre las grandes empresas, en un mundo global y con proyectos que reflejen la mano de quien los proyecta.
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