_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

“¡Orden, orden!”

Con sus corbatas, sus gritos y su humor, John Bercow ha sido un buen árbitro del juego duro en el Parlamento de Westminster

John Bercow en el Parlamento británico. En vídeo: Los mejores momentos del 'speaker' del Reino Unido.Vídeo: AFP / EPV
Jorge Marirrodriga

Uno de los lugares comunes de fútbol es que del árbitro es mejor no hablar. Cuanto más desapercibido pase, mejor. Y, sin embargo, hay ocasiones en las que es inevitable que se convierta en uno de los protagonistas del partido. Normalmente esto sucede por la polémica que levantan sus decisiones, pero hay veces en que su fama viene dada por la personalidad que demuestra en el terreno de juego. El italiano Pietro Collina es un buen ejemplo. Su cabeza calva, sus ojos claros y el aplomo que demostraba dirigiéndose a los jugadores lo hizo conocido en el mundo futbolístico..

Más información
El guardián del orden en el caos del Brexit
El presidente del Parlamento británico, azote de Johnson, abandonará su puesto el 31 de octubre

En las democracias parlamentarias sucede un poco lo mismo. El presidente de la Cámara puede tener un protagonismo puntual pero normalmente su papel es de moderador —a veces según personalidades y países un poco anodino, todo hay que decirlo— y vigilante de que el Congreso funcione de manera correcta. Claro que al igual que cada país tiene su estilo futbolístico propio —el tiki-taka hispano, el catenaccio italiano, los balones a la olla británicos—, también tiene su estilo parlamentario. En este sentido, mientras los parlamentarios de muchos países de Europa juegan al futbol moderno, donde hay patadas, zancadillas, empujones y alguna que otra tangana —en el Parlamento Europeo parece que practican al billar o el curling— en el Parlamento de Westminster se juega fútbol, sí, pero a la vieja usanza de la Florencia medieval, donde el balón se puede llevar con la mano y los trompazos —y hasta mordiscos— son parte del juego. A cualquiera que vea por primera vez una sesión del Parlamento británico le asalta la duda de si en los percheros, junto a los abrigos y sombreros, los comunes han dejado colgada también la famosa flema británica.

Y en medio del guirigai hay una figura, que se sienta en un gran sillón verde, encargado de dirigir un modo de debate que se produce a la misma velocidad —y a menudo ruido— que una subasta de pescado en una lonja. John Bercow, que abandona su cargo el próximo jueves, ha sabido hacerlo con una personalidad que le ha convertido en uno de los protagonistas de los periodos parlamentarios más tumultuosos de la historia reciente de Reino Unido. Con sus corbatas rompedoras, un tono de voz capaz de imponerse sobre el follón al grito de “¡orden! ¡orden!” y unos comentarios sobre las intervenciones llenos de sentido del humor, este miembro del Partido Conservador que lleva en el cargo diez años ha sabido ganarse la simpatía de sus adversarios ideológicos, el resquemor de un sector de sus correligionarios y la admiración de numerosos foráneos que desearían tener un tipo como él en sus propios parlamentos.

Bercow será recordado por haberse opuesto a que uno de los más ilustres miembros de la Cámara de los Comunes —nada menos que el primer ministro— intentara retorcer el espíritu del reglamento del Parlamento en repetidas ocasiones para lograr tener las manos libres de control parlamentario durante el proceso del Brexit. Este árbitro, a Borís Johnson no le ha perdonado ni una falta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_