‘Funeral blues’ británico
Un referéndum divisivo condenaba a Londres a una salida interminable de la UE
W.H. Auden escribió uno de los poemas más famosos de la lengua inglesa, que se hizo tremendamente popular gracias a la película Cuatro bodas y un funeral. Se titula Funeral blues y acaba con un verso que más o menos viene a decir que “a partir de ahora nada podrá llegar a salir bien” o “de aquí ya no saldrá nada bueno”. El referéndum del Brexit fue un Funeral blues en toda regla para el Reino Unido, porque desde que una exigua mayoría, tras una campaña caótica, desorientada y trufada de mentiras, decidió en una consulta la salida de la UE era evidente que este viejo país, sin el que no se puede entender la historia de Europa, iba a pasar por una yincana de despropósitos hasta que lograse dejar la Unión.
El nuevo varapalo que le ha dado esta noche el Parlamento británico a Boris Johnson, que ha aceptado el acuerdo con Bruselas pero ha rechazado su tramitación de urgencia, alarga de forma inevitable el embrollo de la salida británica. Las negociaciones han estado llenas de sorpresas y de campos de minas, de giros de guion y situaciones inverosímiles. Y todavía puede pasar de todo. Muchos políticos, con Johnson a la cabeza, han ofrecido al mundo un espectáculo lamentable que, paradójicamente, ha demostrado la solidez y tozudez democrática de las instituciones británicas. Y nada indica que este triste vodevil vaya a acabar pronto.
Más que la salida en sí, ha sido el proceso el que ha provocado estos profundos daños en el Reino Unido. Que podía salir de la UE era una evidencia incluso antes de que entrase –por eso el general Charles de Gaulle se resistió tanto a su ingreso– y los conservadores británicos, con Margaret Thatcher a la cabeza, hicieron todo lo posible no solo para dinamitar la relación con Bruselas, sino para boicotear la propia idea de una Europa unida. Tony Blair tampoco ayudó con su ciego apoyo a la guerra de Irak.
Sin embargo, plantear un tema tan crucial y tan importante en un referéndum divisivo y chapucero, sin argumentos claros, plagado de mentiras, sin un planteamiento de futuro, sin un texto que ofrezca alternativas al que agarrarse, apelando a los sentimientos y no a la racionalidad, fue un disparate, que solo podía acabar como está así: de mal en peor.
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