Dolce&Gabbana ya han decidido quién y cómo heredará su imperio
Los diseñadores, que facturan 1.400 millones de euros anuales y dan empleo a 2.500 personas, ya delegan algunas tareas del grupo en sus familiares, que deberán mantener su legado "con disciplina y rigor"
Domenico Dolce y Stefano Gabbana son dos de los nombres italianos más conocidos fuera de su país. Su importante presencia en la industria de la moda les ha convertido también en personajes muy populares fuera de su país. Aunque en los últimos años han sufrido tropiezos laborales y de imagen a causa de unas críticas a China, donde tuvieron que cancelar un desfile, o por llamar "niños sintéticos" a los hijos de parejas homosexuales, reconocen que viven un momento dulce cuando su empresa cumple 35 años.
"Somos un poco como la Coca Cola, no podemos separar los dos nombres, nuestro trabajo perdería su significado al estar separados", explica, medio en broma medio en serio, Domenico Dolce. Por eso serán los descendientes de ambos las que tomen el relevo. "Las generaciones pasan y la familia permanece", aseguran en una entrevista que han concedido a Il Corriere della Sera, asegurando que sus referentes en el negocio son otras empresas de carácter familiar como la francesa de lujo Hermès o, en Italia, Ferrero (que está compuesta de marcas como Nutella, Kinder, Ferrero Rocher). De hecho, ellos mismos afirman que el futuro —e incluso el presente— de su empresa pasa por sus propios familiares.
Dolce tiene 61 años y Gabbana, 57. Aunque no piensan jubilarse ni vender la empresa a otro grupo de mayor tamaño, como confiesan que les han ofrecido en varias ocasiones, sí que tienen en mente el futuro en una marca que da de comer a muchas familias: tienen 200 empresas trabajando para el grupo, ingresan casi 1.350 millones de euros al año, tienen 300 tiendas (220 propias y 80 franquiciadas). "Damos empleo directamente a unas 5.500 personas, que se convierten en aproximadamente 25.000 con las industrias relacionadas", explica Dolce en dicha entrevista. "Nunca imaginamos construir todo esto, solo queríamos hacer buena ropa, hacerlo bien, con amor. Hemos hecho nosotros mismos todo lo que nos rodea, desde las tazas, las pinturas hasta los muebles y la ropa", concede.
Por eso creen que su futuro estará en manos familiares. Cuando ellos ya no estén, quieren dejar "códigos a la familia que ellos puedan reinterpretar". Algo que se diferencia de la versión que dieron sobre ello hace un año, cuando dijeron que su marca acabaría con su muerte. "Después de nosotros, dependerá de ellos contar nuevas historias a los clientes, narrarlo con su personalidad pero con nuestros códigos. Con disciplina y rigor", explica Dolce, que explica que él ya tiene "dos nietos en el grupo", sus sobrinos Christian (que se encarga de los accesorios) y Giuseppina (en la línea de Alta Moda), hijos de su hermana Dorotea, que tienen unos 40 años.
"Todo lo que hemos hecho lo hemos financiado nosotros mismos y estamos muy contentos", se alegra Stefano Gabbana. Como también se enorgullece de que todas sus prendas estén hechas en Italia, donde tienen cuatro centros de producción. "Italia está hecha de Caravaggio, Leonardo [Da Vinci], Galilei. Tiene un ADN artístico que no existe en otros lugares. No debemos tener el complejo de ser italianos, porque cualquier persona en el mundo que está buscando belleza viene a nuestro país", relata. "Si consumimos productos fabricados en países con bajos costos laborales, les quitamos a nuestros hijos la posibilidad de tener un trabajo mañana", resume Dolce.
Por eso asegura que su gran suerte es contar con artesanos especializados que deben apoyar, y a los que enseñan desde dentro, donde tienen maestros especializados. "Italia los ha dejado de lado con demasiada frecuencia", se lamentan, asegurando que deberían descargar a estos especialistas —entre los que, aseguran, cada vez hay más jóvenes— de trabas burocráticas. "No estamos pidiendo ayuda sino la simplificación del trabajo, el exceso de burocracia. [...] Renunciar a la excelencia, dar un regalo a los países que nos copian y perder la ventaja competitiva", reflexionan en el diario italiano.
El equipo de diseñadores no teme hablar de sus errores, y tampoco de sus aciertos, como cuando decidieron cerrar su segunda línea, D&G, que les aportaba buenos ingresos pero que para ellos hacía perder calidad a su marca principal. "Tuvimos el valor de renunciar a tres millones de artículos por temporada. En pocos años hemos recuperado las ventas y no hemos despedido a nadie. Queríamos elevar la percepción y el nivel de la marca y el tiempo nos ha dado la razón. En un grupo grande no lo dejarían hacerlo porque a los gerentes siempre les gustaría la ropa que más vendieron en la temporada anterior", aclara Gabbana.
Pero también hablan de cómo, pese al resbalón en China, han conseguido volver a colocarse en ese mercado. "Nos han sorprendido países como Brasil y México, que van mucho más deprisa de lo esperado, según dicen. China también se está recuperando. Después de los errores, las cosas se frenan, pero todo comienza de nuevo. Nuestra ropa sigue siendo un sueño completamente italiano para nuestros clientes en todo el mundo".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.