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Columna
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'Impeachment' internacional

Tras la conversación entre Trump y Zelenski, una llamada de la Casa Blanca es un momento altamente peligroso para cualquier gobernante

Lluís Bassets

La novedad es su alcance internacional. En los tres antecedentes el cuerpo del delito fue estrictamente doméstico. Andrew Johnson destituyó a su secretario de Guerra sin consultar al Senado. Richard Nixon espió a sus rivales demócratas. Bill Clinton mantuvo relaciones impropias de un presidente con una joven becaria de la Casa Blanca. Todo acompañado, naturalmente, por sospechas de perjurios e intentos de obstaculizar a la justicia, y por el definitivo abuso de poder, el elemento central del cuerpo de todos los delitos y faltas graves que pueden merecer la destitución de un presidente.

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En el caso de Trump, en cambio, se trata de una actuación en la escena internacional. El actual presidente recabó la ayuda de su homólogo de Ucrania para perseguir a un rival electoral, el exvicepresidente Joe Biden, y ha realizado gestiones análogas con otros países como Australia o China. Tales contactos han llamado la atención sobre las conversaciones presidenciales con Putin y con la familia real saudí, una cuestión del máximo interés para la comisión de Asuntos Judiciales del Congreso, encargada de redactar el impeachment, a pesar de que no podrá contar con el testimonio de los mandatarios internacionales implicados.

El impeachment afecta seriamente a la acción exterior de Estados Unidos, ya muy mermada por los recortes presupuestarios y por el desprecio presidencial hacia los diplomáticos. Su jefe directo, el secretario de Estado Mike Pompeo, también está afectado por el caso e incluso ha sido testimonio de la conversación incriminatoria con el presidente ucranio. Casi todo el equipo presidencial está bajo sospecha, empezando por el vicepresidente Mike Pence y siguiendo por el jefe de gabinete Mick Mulvaney.

Durante el impeachment, Nixon dejó la política internacional en manos de Henry Kissinger. Clinton creó un gabinete de guerra en la Casa Blanca, donde estaba prohibido hablar del proceso al presidente. Con Trump y todo su equipo implicados hasta las cejas se puede esperar lo peor: para él, pero también para la acción exterior de su país.

Internamente afecta a todo lo que tenga que ver con las elecciones de 2020: a los congresistas y senadores que buscan la reelección, a los candidatos presidenciales y al presidente en busca de un segundo mandato. Internacionalmente, Putin y Xi Jinping tienen todos los motivos para relamerse, Zelenski para echarse las manos a la cabeza y todos los Gobiernos del mundo para establecer la máxima cautela en sus contactos con la Casa Blanca, hundida en el desprestigio gracias a este presidente desatado.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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