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Columna
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Los niños desobedecen la infancia feliz

Déspotas e idiotas utilizan un mito de la modernidad para atacar a Greta Thunberg y su generación

Eliane Brum
Greta Thunberg, en una marcha en febrero.
Greta Thunberg, en una marcha en febrero. AP

Cuando Donald Trump ataca a Greta Thunberg en Twitter, burlándose de su performance para desviar la atención del contenido de lo que dice, manipula un mito popular: la infancia solo feliz. La sueca de 16 años pronunció en la Cumbre del Clima de la ONU: "La gente está sufriendo. La gente se está muriendo. Ecosistemas enteros se están colapsando. Estamos en el comienzo de una extinción masiva. Greta tenía la cara contraída y el cuerpo trémulo de indignación. El más poderoso negacionista del clima la atacó: "Parece una joven muy feliz desando un futuro brillante y maravilloso".

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Es interesante darse cuenta de las armas que se usan contra Greta. Al inspirar una huelga escolar que moviliza a millones, la adolescente amenaza los intereses de corporaciones poderosas como la del petróleo. Pone en riesgo ganancias multimillonarias. En un año, consigue hacer lo que los científicos del clima no han podido en treinta. ¿Y qué hacen los déspotas elegidos? Utilizan la infancia contra la niña.

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La felicidad de los hijos, que sustenta el ideal de los padres, es una marca de la infancia de este momento histórico. Los pequeños tienen que ser siempre felices y totalmente inocentes, protegidos de las atrocidades y también de los sentimientos humanos. Los callan, muchas veces con medicamentos. Cualquier sufrimiento es una señal de patología. Esta infancia solo puede existir apartada del mundo, entre muros. No porque los muros la protegen. Sino porque los muros impiden que todos descubran que solo existe a costa de silenciarla.

Y entonces surge esta nueva generación que reivindica voz y escucha. La niña de las trenzas les muestra a Trump y los demás que se niega a colgarse en la cara una sonrisa de querubín mientras ellos defecan en el mundo en que vive y vivirá. Los adultos obscenos la atacan, insinuando que las niñas como Greta están "perturbadas". Si estuvieran sanas, verían que el futuro que les espera es un paraíso. Exigen que Greta y su generación brinquen como corderitos de Disney ante la catástrofe que se anuncia, para no fastidiar los juegos del hambre de los adultos.

La emergencia climática ha hecho que los niños salgan del lugar donde los han encarcelado por tanto tiempo. El concepto de infancia ya ha empezado a cambiar, ahora por la voz de los protagonistas. Greta todavía va más allá al asumirse como Asperger y anunciar su diferencia como un "superpoder". No como una enfermedad, ni trastorno, ni síndrome. Los "Aspies" se anuncian "atípicos" ante una supuesta normalidad. Los déspotas llaman a esta niña "retrasada" y "enferma mental". Los niños y los enfermos mentales sufren el mismo prejuicio brutal: no saben lo que dicen.

Que los déspotas elegidos y los idiotas inútiles pataleen. Los niños desobedecerán la infancia para garantizar un futuro. No necesariamente feliz, pero al menos posible.

Traducción de Meritxell Almarza.

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