No es suficiente
Los Gobiernos deben asumir mayores compromisos ante el cambio climático
El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, había pedido a los países participantes en la cumbre del clima celebrada en Nueva York que llevaran compromisos y no discursos, pero el encuentro terminó con más retórica que planes de acción. Solo 70 de los casi 200 países que suscribieron los acuerdos de París para luchar contra el cambio climático se han comprometido a revisar al alza sus planes de reducción de emisiones, y entre ellos no están los tres principales emisores: China, Estados Unidos e India, que, junto a la Unión Europea, son responsables del 60% de los gases que se emiten a la atmósfera.
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La UE sigue liderando la estrategia de mayor exigencia, aunque ni siquiera ha podido presentar un plan unitario. La falta de compromiso ha puesto de manifiesto que el acuerdo de París se cerró en parte en falso al permitir que fuera cada país el que estableciera sus propios objetivos de reducción de las emisiones. Los planes conocidos hasta ahora no permitirán, como se acordó en París, que la temperatura media del planeta no suba a final de este siglo más de 1,5°C sobre los niveles preindustriales, teniendo en cuenta que ya ha subido 1°C. Para esto, en 2030 se tendrían que haber reducido las emisiones un 55% por debajo de los niveles de 1990, en lugar del 40% establecido en París. Con el actual nivel de compromisos, a final de siglo la temperatura se elevaría más de 3°C y habrían desaparecido todos los hielos marinos, lo que sería una catástrofe.
Naciones Unidas pretende que en la primera revisión de los planes de reducción, prevista para 2020, pueda elevarse el nivel de exigencia, pero la renuencia de los países más contaminantes pone en peligro incluso los acuerdos ya alcanzados. Y eso ocurre mientras se conocen nuevos datos que demuestran que los efectos del calentamiento son más rápidos y más graves de lo que se había estimado. Así lo corrobora el último informe de la ONU sobre el calentamiento de los océanos y el deshielo de los polos. En su afán por no alarmar y generar rechazo, los científicos habrían podido subestimar algunas de las sinergias que el calentamiento provoca.
El aumento de la frecuencia e intensidad de manifestaciones climáticas extremas nos sitúa ante la evidencia de que ya estamos pagando un elevado precio por la inacción. Combatir el calentamiento global exigirá un cambio energético y de modelo productivo. Algunos sectores, como los de la energía o la automoción, tendrán que asumir cambios onerosos, pero no hacerlo será a la larga más costoso. La idea es convertir las inversiones necesarias en una oportunidad de mejora. La transición energética no solo es necesaria para evitar el peor escenario climático a final de siglo, sino para reducir las muertes prematuras que ya se producen a causa de la contaminación procedente del uso de combustibles fósiles en el transporte. Hay que celebrar que el Gobierno español haya enviado por fin a Bruselas un ambicioso plan para reducir la contaminación de las ciudades.
Los Gobiernos deben escuchar a la ciudadanía, cada vez más sensibilizada por la emergencia climática, como lo demuestra el éxito de iniciativas como Friday for Future, entre otras razones porque cada vez son más los damnificados por alteraciones extremas del clima, que impactan de forma azarosa y golpean con más fuerza a quienes están en situación más vulnerable.
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