¿Quién se ocupa de los enfermos mentales?
Las enfermedades psiquiátricas son invisibles y tabú en los países en desarrollo. Nigeria, con 196 millones de habitantes, solo cuenta con 150 psicólogos. Los jóvenes del país empiezan a hablar de ello
En una atestada oficina de Lagos (Nigeria), bajo el resplandor azul de la luz fluorescente, una joven llamada Temitope está de pie con las manos cruzadas por delante, preparada para dirigirse a la sala. Sentados a su alrededor, en círculos ordenados, hay tres grupos que acaban de analizar un caso de estudio. El testimonio está narrado desde la perspectiva de un hombre que antes se consideraba “un defensor de la salud mental”, pero que tenía dificultades para afrontar que su pareja padeciera una patología. La pregunta que planteaba era si podía curarla.
En el momento en que Temitope empieza a presentar las conclusiones de su grupo, se interrumpen las conversaciones y solo se oye el solitario zumbido de un ventilador de techo. “Estamos de acuerdo en que la relación no podía funcionar si las dos partes no estaban sensibilizadas y desconocían los problemas de salud mental a los que se enfrentaban en ese momento”. Y añade dos puntos más, que son recibidos con aplausos antes de que el alboroto de una acalorada discusión invada nuevamente la sala.
Es un sábado de finales de julio, y este es uno de los 13 talleres que se celebran en toda Nigeria, desde el que tiene lugar en un restaurante de Ibadan especializado en pollo asado, hasta el que transcurre en medio de la serenidad del lago del club náutico Jabi en Abuya, la capital del país. Hoy se han centrado en un tema: Cómo es salir con alguien que tiene problemas mentales cuando tú también los sufres.
Estos talleres, llamados conversaciones de cafetería, se realizan cada mes y están organizados por la Iniciativa Nigeriana para el Conocimiento de las Enfermedades Mentales (MANI, por sus siglas en inglés), una ONG gestionada por los propios usuarios como parte de su misión para aumentar la sensibilización hacia los problemas de salud mental en el país.
La iniciativa fue creada en 2016 por Victor Ugo, que por aquel entonces era un estudiante de medicina que había sufrido depresión, como respuesta a la falta de apoyo a la salud mental en Nigeria, un país de 196 millones de habitantes, pero con solo unos 150 psicólogos.
Siete millones de nigerianos sufren depresión, pero la gran mayoría de estas personas nunca recibirá un tratamiento
Además de fomentar la sensibilización, MANI también se ha comprometido a acabar con el estigma que existe en torno a los problemas de la curación de las enfermedades mentales en Nigeria. Latifah Yusuf Ojomo es subdirector del equipo de MANI en Lagos: “Si sufres depresión, la gente puede pensar que estás loco, lo que significa que la mayoría de las personas que padecen problemas mentales en Nigeria no entienden o no quieren aceptar lo que están sintiendo”.
Para conseguir su objetivo, MANI ha centrado su atención en el segmento de población más numeroso del país. “Los jóvenes [en Nigeria] están mucho más abiertos a aprender cosas nuevas”, señala Ugo. “Están mucho más centrados en las maneras de cambiar”.
Ugo entendió hace tiempo que si MANI quería atraer a ese sector de población necesitaría un “elemento moderno”, algo que, según explica, se echaba mucho en falta en el sector de la salud mental. “Lo único que se hacía en Nigeria respecto a estas patologías eran simposios, simposios y más simposios. La gente daba una charla diciendo que teníamos que sensibilizarnos más, pero no se hacía nada”. Ugo decidió que la solución era utilizar las redes sociales e involucrar a los jóvenes con historias con las que pudiesen identificarse.
La estrategia dio resultado. Tres años más tarde, después de una serie de campañas en Internet, de ferias de alimentación y de talleres, y gracias a más de 1.500 voluntarios, a Ugo le sigue sorprendiendo lo que el proyecto ha logrado. “No sabíamos que íbamos a llegar hasta aquí; de hecho, creo que hemos tenido muchísimo más éxito del que esperábamos al principio”, afirma.
Pero Ugo sabía que tenían que ofrecer algo más. Un reciente informe de la OMS calcula que siete millones de nigerianos sufren depresión, pero la gran mayoría de estas personas nunca recibirá un tratamiento. Por eso, MANI creó en 2017 un servicio de ayuda para la salud mental que funcionaría como complemento de sus campañas de sensibilización, que no hacían más que multiplicarse. “Pensamos que si no acompañábamos esto con algún tipo de ayuda, el remedio sería peor que la enfermedad”, explica Ugo.
El servicio permitía a la gente recibir ayuda de urgencia en forma de consejos, asesoramiento o escucha empática a través de WhatsApp. Más adelante, en 2017, MANI lanzó un teléfono de asistencia nacional las 24 horas del día.
Actualmente, solo el 3,3% del presupuesto total de sanidad nigeriano está dedicado a la salud mental, por lo que el sistema público sufre un déficit crónico de personal. También es la razón de que MANI pueda contratar únicamente a un número de profesionales limitado. Para solucionar este problema, la organización creó un sistema de “formación de formadores” en el que los profesionales de salud mental enseñan a voluntarios ámbitos como la asistencia activa y el lenguaje seguro (un programa que enseña a los participantes a reconocer y a hablar con personas que pueden estar en riesgo de suicidio). Ayo Ajeigbe, psicólogo clínico que dirige la sección de MANI en Abuya, explica: “Lo que hacemos es formar a la gente en conocimientos básicos de salud mental, de modo que si yo formo a 10 personas, estas a su vez pueden llegar a otras 100”.
Los voluntarios de la ONG provienen de distintos entornos. Alle Ayodele, director de la sección del estado de Oyo de la organización, se apuntó como voluntario mientras estudiaba microbiología. A Ayodele le impresionó la velocidad y el profesionalismo a la hora de responder a una serie de notas de suicidio que eran tendencia en Twitter. “La asociación se las tomaba muy en serio, y en cuanto alguien colgaba una nota, intervenía”, explica.
Ifeanyi, de Lagos, tiene formación en sociología y criminología. Después de sufrir depresión y de acudir a MANI, Ifeanyi decidió apuntarse como voluntario. Hace poco le llamaron para una urgencia en la que una mujer sufría unos niveles de ansiedad elevados y llevaba varios días sola. “Dejé lo que estaba haciendo y me pasé horas hablando con ella. Incluso fui a comprarle un helado”. Ifeanyi afirma que momentos como este son los que hacen que el voluntariado sea tan gratificante. “Al final, la mujer pudo calmarse, y desde entonces ha pedido ayuda”.
En Lagos, la ciudad más grande de Nigeria, la asociación ha creado un programa de formación para colegios. El programa incluirá una serie de “clubes de salud mental” en los que se enseñará a los alumnos mecanismos de defensa y las consecuencias del acoso, y se impartirán talleres sobre consentimiento.
Solo el 3,3% del presupuesto total de sanidad nigeriano está dedicado a la salud mental
MANI también forma a los docentes y a los padres en el tema de la salud mental infantil, un tema que Ugo considera que es especialmente crucial. “Culturalmente, a los jóvenes no se les permite decir lo que piensan”, explica Ugo. “Hay que escuchar; el respeto es realmente fundamental. Si necesito ayuda, se la pido a mis padres, y ellos deciden si necesito ayuda”.
Cuando el servicio de WhatsApp empezó en 2017, la ONG identificó inmediatamente un problema. “Había muchas más mujeres que hombres que pedían ayudan”, señala Ajeigbe. “Es porque según las normas sociales se supone que los hombres son emocionalmente fuertes”. El 85% de las primeras llamadas fueron de mujeres, por lo que Ugo y su equipo estudiaron la manera de hacer que más hombres utilizasen su servicio. “Leímos que a los hombres se les da mejor usar servicios basados en tests”, recuerda Ugo, que incluyó inmediatamente un test en su programa. Y eso hizo que un 40% más de hombres acudiesen a ellos.
El reclutamiento de voluntarios es algo de lo que MANI no tiene que preocuparse; actualmente hay 500 solicitudes pendientes de tramitarse. “Lo bueno es que muchas personas que hablan con nosotros acaban siendo voluntarias”, afirma Ugo. Más de 10.000 personas han hablado ya han usado el servicio de WhatsApp.
Puede que el éxito haya superado las expectativas iniciales de Ugo, pero él no es de los que se duerme en los laureles. Su objetivo ahora es convencer al Gobierno de que cambie la política nacional sobre salud mental. Sus planes incluyen un aumento de la financiación del Gobierno y también un sistema más eficiente en el que, por ejemplo, la atención sanitaria en salud mental esté integrada en el sistema primario de atención sanitaria, lo que puede dar lugar a más intervenciones tempranas.
Ifeanyi cree que, de momento, se ha empezado a hablar de esto a escala nacional, y eso significa que el futuro es más prometedor. “Veo que Nigeria está más sensibilizada mentalmente”.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.