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Columna
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Portavoz española

Cayetana Álvarez de Toledo es hoy una frontera, como lo son, por ejemplo, muchos vecinos de Alsasua o de Gernika, entre la desmemoria y la estupidez

Jorge M. Reverte
La portavoz del PP en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, este miércoles en el hemiciclo de la Cámara Baja.
La portavoz del PP en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, este miércoles en el hemiciclo de la Cámara Baja. FERNANDO VILLAR (EFE)

Cayetana Álvarez de Toledo no es extranjera. En eso lleva toda la razón, por mucho que haya sido algún vocero del PP quien lo haya dicho o lo haya insinuado en broma o en serio. Ser española supone solo tener los papeles adecuados en regla. Y una española puede, si le da la gana, declararse partidaria de, por ejemplo, la selección argentina de baloncesto, o de la inexistente, por el momento, selección catalana.

Cayetana Álvarez de Toledo es, si ella lo quiere así, absolutamente española. Como todas las mujeres y hombres que dan vida a la más que discutible costumbre hispana de decir barbaridades, lo primero que se les ocurre, sobre la situación política y sus protagonistas.

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Por ejemplo, es perfectamente imaginable que una española, o un español si se quiere, diga que los militantes del PP son o han sido “tibios” con el nacionalismo. (No entremos por ahora en qué nacionalismo, se supone que el español no es relevante).

Cayetana puede decir eso justamente por ser española, es decir, porque no ha tenido ni que acordarse de los “años de plomo” en Euskadi ni que documentarse sobre ellos antes de hablar. Aquellos años en los que bastaba con ser cercano al PP, como Gregorio Ordóñez, al PSOE, como Fernando Buesa, o al PCE, como José Luis López de Lacalle, para ser un héroe o una heroína.

ETA mataba a gentes, por los gallardos métodos del tiro en la nuca o la bomba lapa, por el hecho de ser españoles. Cayetana ahora, gracias al valor, entre otros, de muchos y muchas del PP, del PSE o del casi extinto PCE, puede reivindicar su condición de española sin que le pase nada. Ya a nadie se le abre en canal por eso.

Y Cayetana puede, como buena española con todos sus papeles en regla, hablar sin saber y sin documentarse, de toda esa gente que dio la cara, o la nuca, cuando había que darla. De toda la gente que se la jugaba, desde las sedes de su partido para que los vascos pudieran ser libres, como el resto de los españoles.

Cayetana es hoy una frontera, como lo son, por ejemplo, muchos vecinos de Alsasua o de Gernika, entre la desmemoria y la estupidez.

A muchos no se nos olvida que les debemos una buena tajada de la democracia que disfrutamos a quienes resistieron a ETA.

Cayetana es española, tiene papeles.

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