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Columna
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Tres tristes alias (YouTube, Colombia)

Ese video anacrónico e infame fue la medida de lo poco que les importan, a los tales disidentes, las plegarias de las víctimas y las vidas de los desmovilizados

Ricardo Silva Romero
Los disidentes de las FARC Iván Márquez y Jesús Santrich. Detrás de ellos, 'Romaña'.
Los disidentes de las FARC Iván Márquez y Jesús Santrich. Detrás de ellos, 'Romaña'.AFP

El Estado colombiano sigue siendo hostil e ineficaz, y ha cometido crímenes que niega a muerte aún después de las condenas, y ha incumplido su palabra hasta bordear el ridículo como el pastorcito –el estadito– de la fábula de Esopo. Y, sin embargo, el excomandante de las FARC Iván Márquez no ha vuelto a las andanzas obligado por ello, como jura en aquel amarillento y anacrónico y patético video de 32 minutos que subió a YouTube en la madrugada del jueves, sino porque en estos años de negociaciones y de treguas no consiguió dejar atrás el negocio de la guerra, que es el negocio de la explotación y del despojo y de las drogas. Por supuesto, esos tres tristes alias, Márquez, Santrich y Romaña, tienen claro que es imposible tomarse el poder por las armas: lo reconocieron una y otra vez desde La Habana para apaciguar los ánimos del aguantador pueblo colombiano. Pero, como “los extraditables” de Pablo Escobar, prefieren una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos: eso es.

Hubo reacciones a aquel video maldito, de todas las índoles y para todos los públicos, en la mañana de ese jueves recalcitrante: el malogrado expresidente Uribe una vez más renegó de los acuerdos de paz con las palabras “nos vuelven a dar la razón”, el expresidente Santos reivindicó a la “inmensa mayoría” de la guerrilla que ha respetado su compromiso, el jefe de las FARC pidió perdón al pueblo de Colombia y a la comunidad internacional y llamó a seguir adelante, el presidente Duque reconoció a los desmovilizados en un video altivo, pero, como atrapado en una fantasía, pidió ayuda al presidente fantasma Juan Guaidó para atrapar a los nuevos cabecillas, y el excandidato Petro empezó por echarle la culpa al uribismo como cualquier tuitero perezoso y luego aceptó que “en el siglo que vivimos y en el país que vivimos las armas sólo llevan a una alianza con el narcotráfico y las economías oscuras”: eso es.

Como siempre, aquí en Colombia, ese jueves se nos vino encima el acabose y se nos revivió el espanto, pero al día siguiente el video descabellado no fue una prueba del fracaso de los acuerdos de paz, ni una demostración de que viviremos atrapados en una violencia hecha en Colombia por siempre y para siempre, sino que se convirtió en una ocasión para caer en cuenta de que, más allá de nuestras diferencias sobre aquello que se acordó con las FARC, más allá de si votamos “sí” o votamos “no” en aquel plebiscito de 2016 que estuvo a punto de reducir a este país ancho y ajeno a un nuevo bipartidismo, lo cierto para todos es que el 90% de los exguerrilleros están cumpliendo años y años de someterse como lo hacen tantos colombianos –por frustrante y peligroso que sea– a las reglas leoninas y a las pocas oportunidades que da este Estado.

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Fue bueno que saliera ese video anacrónico e infame porque fue la medida de lo poco que les importan, a los tales disidentes, las plegarias de las víctimas y las vidas de los desmovilizados. Fue bueno porque nos dio la razón a todos: a los que sospechaban de la paz con esos terratenientes cínicos que extorsionaban al pueblo que enarbolaban y a los que creíamos en la rendición de las FARC a la exasperante democracia y estábamos convencidos de que no había –y no hay– camino más cierto que el diálogo. Fue bueno porque probó que tanto la gran mayoría de los del “no” como la gran mayoría de los del “sí”, que también tenemos en común este país –semejante experimento humano y semejante duelo por hacer–, en últimas hemos andado del mismo lado, pues ya es mucho negarse aquí a las armas. Así es. Este Estado sigue siendo desconfiado e inepto, pero ese video mostró que aquí sólo unos pocos pretenden que seguir viviendo sea vivir en guerra: están solos en eso.

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