En el año 578, el monarca visigodo Leovigildo se encontraba en la cima de su reinado. Para reflejar su poderío indiscutible en la mayor parte de la Península y sureste de Francia, ordenó levantar una ciudad palatina junto al río Tajo, en la actual provincia de Guadalajara. La urbe, con palacios, basílicas y casas nobiliarias, fue destruida por un incendio a finales del siglo VIII. Más de un siglo de investigaciones arqueológicas permiten recrear su antiguo esplendor