La memoria histérica
Todos juzgamos las cosas en nombre del Bien, que coincide con el lugar donde estamos en este preciso momento
Nada es tan admirable en política como la mala memoria, dijo John Kenneth Galbraith. En España, ha escrito Ignacio Varela, los recuerdos lejanos parecen más firmes que los cercanos. Hay una presencia formidable del pasado, que sirve para cimentar o dar pedigrí a posiciones, y que combina la reivindicación legítima con la distorsión o el uso partidista. Nuestra memoria a corto plazo parece más frágil: solo así se explica que ya ni registremos las correcciones de la política migratoria del Gobierno o los últimos episodios de la tortuosa relación del PSOE con Unidas Podemos. En esto Sánchez no es único: solo es quien ha llevado a la perfección algo que practican los demás líderes de la política nacional.
La solidez de la memoria a largo plazo es también ilusoria. Si predecir el futuro político es una tarea ardua, predecir el pasado tampoco es sencillo. Solo sabemos que cada partido lo tergiversará en beneficio de su objetivo a corto plazo. El énfasis en ese pasado es una forma de ocultar la precariedad de la posición presente. Ayuda a excluir al otro del discurso admisible. El momento populista pasó pero el estilo se ha quedado.
Un ejemplo sería la expulsión del PSOE del campo constitucionalista. Otro es la apropiación por parte del PSOE de causas como los derechos LGTBI o los derechos de la mujer. Se imponen criterios de partido (el feminismo, también en la izquierda, es mucho más variado de lo que parece al oír a Carmen Calvo) y se demoniza a las demás fuerzas. El objetivo no es un avance pragmático —por ejemplo: la izquierda ha liderado esta causa muchas veces, pero puede beneficiarse de la participación de los demás, sobre todo si el objetivo es una transformación social—, sino capturar un problema y escenificar una fractura. Lo hemos visto en la campaña contra la violencia de género de la Junta de Andalucía: desafortunada o no, es similar a otras anteriores impulsadas por el PSOE y se ajusta a las directrices del Pacto de Estado. Se ha argumentado que las imágenes no eran de víctimas reales: quizá lo decía gente que piensa que los actores inventan los diálogos de las películas. A lo mejor algunos habrían lamentado que apareciesen víctimas de verdad. Lo importante para decidirlo es de dónde vengan el anuncio, la declaración o el argumento: todos juzgamos las cosas en nombre del Bien, que coincide con el lugar donde estamos en este preciso momento. @gascondaniel
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