Martina Navratilova: 40 años de activismo y azote de Trump
La legendaria extenista, hoy día comentarista y firme opositora al político, sigue peleando por los derechos de los gais y la igualdad de género: “Quiero justicia, así que si veo algo injusto, lo denuncio”
La escena transcurre hace dos semanas en Wimbledon, uno de los clubes más exclusivos del planeta. Se enfrentan cuatro veteranas y cuando tan solo ha transcurrido el primer juego, una oficial del club irrumpe en la pista, detiene el partido y se aproxima a una de las tenistas. Esta luce una vestimenta íntegramente blanca, acorde a la estricta normativa del torneo, que a su vez prohíbe cualquier tipo de signo o expresión política. Sin embargo, en la gorra sobresale en rojo la palabra Impeach (procesar), a modo de mensaje para un destinatario directo: nada más y nada menos que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
– Disculpe, pero debe quitársela.
– ¡Ups! Lo siento, pero olvidé que la llevaba puesta…
No es trivial el despiste ni la ironía de Martina Navratilova (Praga, República Checa), azote del mandatario desde que este todavía no hubiera puesto el primer pie en la Casa Blanca. “Él es una amenaza para el mundo, no solo para nuestro país. Es sexista y racista, por supuesto”, sostiene la legendaria extenista, reluciente número uno (331 semanas) y campeona de 18 grandes individuales y 31 en dobles. Una mujer que ahora, a sus 62 años, empuña con más fuerza si cabe la bandera del activismo que siempre ondeó. Lo hacía cuando era profesional y deslumbraba en las pistas de todo el mundo, y lo sigue haciendo hoy día, mientras ejerce de comentarista para la televisión y disfruta de su matrimonio con Julia Lemigova, con la que convive desde hace 11 años.
“Mi vida siempre se ha basado en la justicia, así que cuando veo algo injusto, lo denuncio”, expresa en una reciente entrevista concedida a The Sunday Times. Habla Navratilova a corazón abierto, sin pelos en la lengua. Habla la Navratilova combativa y reivindicativa, porque a su lucha, dice, todavía le queda un largo trecho. A los 18 años (1975) decidió abandonar la Checoslovaquia comunista —“si alguien dice que el comunismo es bueno, le invito a ir a vivir allí y comprobar si es tan genial…”— y solicitó asilo político en Estados Unidos, y en 1981, cuando obtuvo la nueva nacionalidad, contó abiertamente su homosexualidad, abriendo camino a otras deportistas.
Pero al impacto de la noticia le sucedió el rechazo de buena parte del aficionado, que percibía en su procedencia soviética y su agresivo estilo de juego una amenaza frente a la sofisticación tenística y el aderezo patriótico de Chris Evert, junto a la que protagonizó una hermosa rivalidad a finales de los setenta y los ochenta. A ello se le sumó la cancelación de patrocinios y abucheos en las pistas. “Creo que ahora vamos en la buena dirección”, apunta en su charla con el rotativo británico; “pero hay algunos contratiempos, como aquella gente que cree que puede pegarle a otra debido a su sexualidad. Es insano que alguien pueda pensar que eso es cosa suya. Es decir, ¿qué te afecta a ti que mi pareja tenga pene o no?”.
Residente en Florida junto a su esposa —Miss URSS en 1990 y ahora empresaria— y sus dos hijastras, Navratilova disfruta hoy día del tenis desde la barrera. Se retiró en 1994, aunque regresó en 2002 para estirar la trayectoria deportiva hasta 2006. “Ahora es diferente. Si aún pudiera seguir compitiendo y ganando lo haría, pero soy feliz de no poder hacerlo”, explica. “Para mí, la vida es como unas vacaciones después del tenis, porque ahora no tengo que preocuparme de si puedo hacer esto o no”, amplía antes de adentrarse en su faceta como analista para medios como la BBC.
Desequilibrio salarial y el ejemplo de Rapinoe
“Prefiero hablar lo menos posible y aportar cosas que el aficionado no pueda encontrar en Google, como las estadísticas. No quiero contarles lo que está ocurriendo, sino por qué está ocurriendo”, prosigue la exjugadora, que hace un año acusó a la cadena británica de valorar más a los comentaristas masculinos, al enterarse de que John McEnroe cobraba 10 veces más que ella por comentar partidos de Wimbledon. “Nos dijeron una cosa, pero luego los datos salieron a la luz y nos dijeron otra distinta. Una vez que se supo todo, ellos lo arreglaron”, cuenta a The Sunday Times.
Hace un par de años, Navratilova reprendió mediante una carta abierta a Margaret Court, la tenista (hombre o mujer) con más Grand Slams (24) de la historia. La australiana, ahora pastora cristiana, manifestó que el tenis “está lleno de lesbianas” y atacó duramente al movimiento LGTB. “Ahora está claro quién es Court: una jugadora asombrosa, y también racista y homófoba”, redactó la estadounidense, que en 2012, después de haber escuchado el reiterado desprecio de la oceánica, saltó a la pista central de Melbourne (llamada Margaret Court Arena) con una camiseta con la bandera arcoíris.
En el presente, contempla con admiración el discurso de la futbolista norteamericana Megan Rapinoe, capitana de la selección de EE UU y también muy crítica con Trump, hacia el que dirigió buena parte de su discurso tras conquistar del último Mundial. “Es fantástico lo que está sucediendo. Parece que lo del matrimonio gay y todo esto ha ido muy rápido, pero si vives en medio de ello va muy lento... Cuando alguien reconoce que es homosexual, ahora ya no sale en los titulares, y estoy emocionada. Esto es exactamente por lo que he estado peleando durante décadas”, cierra Navratilova.
POLÉMICA CON LOS ATLETAS TRANSGÉNERO
El pasado mes de diciembre, Navratilova, muy activa en Twitter, escribió un mensaje que levantó una buena polvareda: "No te puedes proclamar como mujer y poder competir contra las mujeres. Debe haber algunos estándares, y tener un pene y competir como mujer no debería cumplir con ese estándar". Después borró el tuit y se disculpó, pero se reafirmó en febrero a través de un texto en The Sunday Times: "Es una locura y es un engaño. Me complace dirigirme a una mujer transgénero en la forma que prefiera, pero no me gustaría competir contra ella. No sería justo".
En la entrevista concedida ahora a la misma publicación mantiene su postura –“no puedes competir al máximo nivel como mujer por el hecho de que te sientas mujer. Lo respeto al cien por cien, pero todavía tienes un cuerpo de hombre…”–, aunque se expresa a fondo para matizar su perspectiva. “Fui atacada por mi gente. No me gusta hablar de lados, pero la gente de derechas me decía: estás en lo correcto, no debería ser permitido. Y eso no es lo que yo decía tampoco… Quizá no sabía nada de lo que estaba hablando, así que dije: dejadme educarme a mí misma y volveré a abordar el asunto”, explica.
Por eso decidió participar en un documental producido por la BBC, The Trans Women Athlete Dispute, en el que dialoga con personas situadas a un extremo y otro del debate. "Lo primero que aprendí fue lo larga que puede ser la transición, y mi empatía aumentó mucho. Sabía que era duro, pero cuando ves el dolor y la montaña rusa emocional que experimentan hombres y mujeres, tu corazón se apaga. Nadie elige esto, como yo no elegí ser gay. Lo entiendo plenamente", reflexiona.
“Esto no se trata de estar a favor o en contra”, prosigue Navratilova, “porque queremos incluir, pero si incluyes a cualquiera, alguien es expulsado. Las mujeres han peleado duro para poder competir en el deporte, y de hecho hay países en los que todavía no pueden hacerlo; ahora que lo hemos conseguido, de alguna manera estamos siendo expulsadas hacia donde sentimos que no es justo”.
A raíz de lo que escribió en febrero, la extenista fue acusada de “transfóbica” por la organización Athlete Ally, que apoya al LGTB. “Puedo ir completamente por la vía trans, dejemos campo abierto y que todo el mundo pueda competir; entonces las mujeres se enfadarán conmigo. Y si voy en la dirección opuesta, los deportistas transgénero se cabrearán conmigo. Así que voy a enfadar a todo el mundo, no importa lo que diga… Para mí, esto se trata de justicia hacia las mujeres y las chicas. Así soy yo y, por cierto, abandoné un país comunista porque no podía decir lo que quería decir sin tener repercusiones”, zanja.
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