La Rioja, ensayo general con todo
El PSOE se ha cuidado mucho de ganar la guerra fundamental del relato, con el objetivo de que el precio del fracaso lo pague Podemos
Lo ocurrido en La Rioja va a verse, inevitablemente, como ensayo general con todo antes de poner en escena la investidura el próximo lunes. De haberse reconducido allí las cosas, tras el áspero enconamiento de los negociadores, cabría ver con mejores expectativas lo que pueda pasar finalmente en el Congreso; una vez frustrado el pacto allí, con una beligerancia avinagrada, resulta más difícil. La incapacidad para el acuerdo daña a todos, aunque no por igual. Si en política es más importante que te den la razón incluso que tenerla, como decía Adenauer, los actores implicados están fracasando por la incapacidad para cerrar acuerdos.
Y la posibilidad de ver La Rioja efectivamente como ensayo general del fracaso de la investidura proporciona algunas claves. No va a ayudar a Iglesias el planteamiento irracional allí, reclamando durante semanas tres consejerías, casi la mitad del Gabinete, con poco más del 3% de votos para Podemos. Interrogada su única diputada en la cadena SER, esta sostiene que no importa si se piden tres consejerías, 30, 300 o 3.000. Pero claro que es relevante, porque eso delata la irracionalidad de una posición negociadora. Sea responsabilidad de ella o de los negociadores castellanomanchegos, que en La Rioja bautizaron como los hombres de negro, el resultado de ese "cogobierno o nada" es nada. Dos viceconsejerías de cierta entidad y la dirección general de Vivienda podían ser una compensación razonable dada la entidad del grupo, pero el delirante planteamiento previo hacía imposible aceptar. El PSOE se queda sin La Rioja, y la imagen de Podemos queda absolutamente deteriorada al frustrar el cambio, con exigencias disparatadas, después de un cuarto de siglo de gobierno de la derecha.
Por la dimensión de los negociadores, y por el planteamiento, La Rioja no es un espejo de Madrid. En el Congreso, Podemos no está uno a 15 en diputados, sino uno a tres; con 3,7 millones de votos, la mitad que el PSOE. E Iglesias, legitimado para negociar poniendo esto en valor, ha mostrado flexibilidad, aparentemente más que Sánchez: no calcular en votos sino en escaños, incluso sin cerrar el número de ministerios; renunciar a las carteras llamadas de Estado; prometer lealtad con la política de Cataluña, aunque su tuit del miércoles sobre el CNI ayudase poco a su credibilidad... Y sin embargo, el peligro para Iglesias es ser visto, cada vez más, como su diputada de La Rioja, aferrado a su silla al modo de Smeagol con su anillo. De hecho, el PSOE acaba de ponerlo ante el reto de retratarse: ministerios sí, pero Iglesias no.
Después del error de consultar a la militancia, gesto que suponía abandonar el marco de la negociación para trasladar esta a una resolución de las bases, Iglesias va a tener que decidir con su propia cabeza como precio. Touché! El abismo del fracaso irracional en La Rioja, donde puede haber pasado la oportunidad del cambio, es el marco con el que se afrontará la investidura. Si esta se frustra ahora, la cosa en septiembre puede ser aún más complicada, y no solo porque lo anunciase Rufián con ínfulas de hombre de Estado. Por eso el PSOE se ha cuidado mucho de ganar la guerra fundamental del relato, con el objetivo de que el precio del fracaso lo pague Podemos.
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