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Columna
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Herederos del franquismo

Cuando vemos a representantes catalanes que se niegan a hablar la lengua materna de muchos de los habitantes de su comunidad, no debe sorprendernos que hablen tanto del franquismo

Daniel Gascón
 Alumnos de sexto de primaria de una escuela catalana. Albert García
Alumnos de sexto de primaria de una escuela catalana. Albert García Albert García

La principal razón para la desaparición de las lenguas minoritarias es el progreso. La mayoría de los argumentos a favor de los esfuerzos para la preservación no resisten mucho análisis utilitario. La analogía con las especies en peligro no se sostiene, ni lo hace la personificación que atribuye una lengua naturalmente a un territorio, como si fuera previa a sus hablantes. La diversidad tiene sus encantos, se dice, desde una visión algo turística. También presenta sus engorros y cualquier lengua minoritaria se ha construido e impuesto borrando otras variedades lingüísticas. Se emplean argumentos desacreditados hace mucho sobre el vínculo entre lengua y cosmovisión. Hay un componente de fetichismo o superstición, y otro romántico, que dice que la comunidad se articula en torno a la lengua. Puede ser una pérdida cultural, pero seguimos siendo herederos de la cultura latina. Es más relevante, y también más comprensible, la sensación de pérdida sentimental.

En Cataluña, la defensa a menudo bienintencionada de la lengua minoritaria —protegida por la Constitución y fuera de peligro— se ha usado para impulsar el proyecto nacionalista y para vulnerar los derechos de los hablantes del castellano, que es la lengua materna de la mayor parte de la población de la comunidad, y que tiene una larguísima presencia allí, como cuenta Sergio Vila-Sanjuán en Otra Cataluña o como señalaba Rosa Cullell en estas páginas. Mercè Villarrubias ha analizado la cuestión en Por una ley de lenguas, donde propone una mayor implicación del Estado con las lenguas minoritarias y denuncia la apropiación por parte de los nacionalistas. El modelo de la inmersión fue defendido por la izquierda, bajo el argumento de que facilitaría la movilidad social. Investigaciones recientes lo ponen en duda. La reivindicación se justificaba por la fragilidad de la lengua —que actualmente es poderosa, con una sólida producción editorial y cultural— y por una especie de reparación histórica: el franquismo relegó el catalán al ámbito privado y era importante devolverle su faceta pública. Cuando vemos a representantes catalanes que se niegan a hablar la lengua materna de muchos de los habitantes de su comunidad, como cuando observamos los mecanismos de construcción nacional a través de la educación y los medios públicos, no debe sorprendernos que hablen tanto del franquismo: para ellos siempre viene a cuento, porque son sus herederos. @gascondaniel

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Sobre la firma

Daniel Gascón
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) estudió Filología Inglesa y Filología Hispánica. Es editor responsable de Letras Libres España. Ha publicado el ensayo 'El golpe posmoderno' (Debate) y las novelas 'Un hipster en la España vacía' y 'La muerte del hipster' (Literatura Random House).

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