Orlando Bloom: muerte, resurrección y terapia del ídolo que no encajó la fama
Se convirtió en una celebridad gracias a 'El señor de los anillos' y 'Piratas del Caribe' y la fama lo arrolló como un tren. Se alejó de ella, se preparó como actor y vuelve con una serie llamada a ser la más espectacular del año
Su carrera está a punto de despegar. Sí, vale, Orlando Bloom ya es una estrella. El mundo entero lo conoce desde hace dos décadas. Es un rostro imprescindible en dos de las franquicias más poderosas de la historia del cine: el elfo Legolas de El señor de los anillos y el aventurero Will Turner de Piratas del Caribe. Su sonrisa, aún intacta, ha decorado carpetas de adolescentes en todo el mundo. Pero este inglés de Canterbury, a los 42 años, da a entender que su momento está llegando justo ahora.
"En la vida somos lo que leemos y la gente con la que estamos, ¿sabes? Se vuelve bastante evidente cuando te vas haciendo mayor. Así que si lo único que haces es mirar Instagram, leer cotilleos o lo que sea, esas cosas van a impregnar tu psique y van a definir quién eres"
Eso transmite mientras toma un té verde en la espectacular terraza del restaurante del Soho House de West Hollywood una limpia mañana de mayo. Afirma estar ante su gran oportunidad, Carnival row, una serie de Amazon con la ambición de jugar en las grandes ligas en términos de producción y espectacularidad. Este es su primer protagonista en televisión y le llega tras dos años de probar cosas sin que el gran público se haya enterado.
Vive en Los Ángeles con su hijo de ocho años, fruto de su matrimonio con la famosa modelo Miranda Kerr, y con su prometida, la estratosféricamente famosa estrella pop Katy Perry. Bloom saca su móvil y nos deja ver el teaser de Carnival row, “recién salido del horno”, antes de ponerse a explicar el proyecto. Una ciudad europea, una época indefinida, una crisis de inmigración, criaturas fantásticas que ponen a prueba el orden establecido.
“Lo rodamos en Praga. Tiene un aire como steampunk dickensiano”, dice Bloom. Las criaturas “representan al otro, la crisis de refugiados que estamos viendo en estos tiempos, gente que huye de lugares desgarrados por la guerra y viene a la ciudad”. El personaje de Bloom es un personaje torturado, un detective que busca la verdad sobre un asesinato. “Era mi primera incursión en el mundo de la televisión y me encanta estar en una historia que, con elementos de fantasía, habla de problemas reales de esta época”.
Pasó dos décadas en dos de las mayores franquicias de la historia del cine. Esta es su primera gran producción para televisión. ¿Ha sido diferente? En realidad, no. No se trataba de una cosa pequeña de televisión, sino de una bestia enorme. Ha sido la oportunidad para volver a tener un buen guion y un buen proyecto. Después de El señor de los anillos y Piratas me tomé un tiempo. He tenido un hijo y he probado otras cosas, más en el sentido de vivir que en el profesional. Ha sido una buena transición hacia este proyecto, que puede llegar a la conciencia de la gente.
"Estuve en muchas huidas en coche por Los Ángeles tratando de escapar de los paparazzi y de gente que me seguía. Daba miedo. Yo era muy joven y no estaba preparado. Hoy es distinto. Cuando miro atrás, pienso: ‘Vaya, ¿por qué no lo disfruté?"
En los últimos dos años ha hecho una película en China, un episodio de una serie en Netflix, un corto en HBO, dos obras de teatro, un drama y una nueva película de Piratas. No para de trabajar, pero se hace difícil definir cuál es su prioridad en este momento. ¿Quién es Orlando Bloom a los 42? Buena pregunta. Tengo un hijo de ocho años. Y empiezo mi respuesta con eso porque tener esa responsabilidad altera tu visión de tu trayectoria creativa. No creo que la gente lo diga normalmente así, de forma tan abierta. Carnival row ha sido una buena oportunidad porque me ha permitido investigar un personaje oscuro y atormentado pero atractivo. Me parece que tiene valor. No se trata de un lunático psicópata, algo que ya he interpretado. Creo que lo próximo para mí es sorprender al público. Por eso esta es una gran oportunidad, porque crea inercia, ¿sabes? Si la serie tiene éxito, atraerá atención sobre mi papel y me permitirá hacer otras cosas que me apetecen mucho, cosas en las que he estado trabajando discretamente. Nada de lo que quiera hablar aún, pero que cuando esté listo, cuando sea el momento adecuado, sucederán. Después de esta entrevista me voy a ayudar en la película de un amigo y luego diez días a Mozambique con UNICEF, que es una parte importante de mi vida. UNICEF me permite ver la realidad, no estar separado de ella, que es como te puedes sentir en la terraza de un edificio en Hollywood. Esta es una vida que puede secuestrarte de lo que está pasando de verdad.
Da la impresión de que se está despegando de su imagen de estrella juvenil. Desde luego. Mi experiencia veinteañera fue tan loca e intensa que me era difícil formar parte de algo de lo que estaba sucediendo. No paraba. Fue una sacudida. Eres joven y te echas encima lo que sea, pero luego vuelves la vista atrás y no recuerdas tal momento o aquel incidente. La gente me dice: “Nos conocimos en tal sitio”. Y les respondo: “Lo siento”. Es como si todo ese periodo hubiera sido eliminado. Estoy muy agradecido, fue increíble. Pero ahora estoy pensando en cuál quiero que sea la siguiente etapa. Y en parte va a ser que no me preocupen los resultados. Creo que mucha gente, especialmente en esta industria y en esta ciudad, está pegada a los resultados. “Tengo esto, va a ser así, tengo que conseguir esto otro…”. Pues, mira, algunas cosas en mi vida no salieron. Otras no fueron como yo esperaba. Me casé y ya no estoy casado. Tengo un hijo. No pensaba que iba a ser así. Y ahora, ¡estoy comprometido! Pero ya no digo: “Tiene que ser así”. No intento controlar las cosas para que salgan como yo quiero. Ese resultadismo, como he dicho, te aparta de la experiencia creativa y del disfrute de vivir.
John Lennon dijo que la vida empieza a los 40. Así es como me siento. Estoy muy agradecido por todas las oportunidades que se me presentaron y cómo me han permitido encontrarme a mí mismo. Pero estoy en el momento de pensar cuáles son los riesgos que quiero tomar. Ahora es diferente, en parte por mi edad. Cuando eres tan joven capturas el corazón del público de una cierta manera. Eres… no sé, un animal diferente. Abierto a todo, susceptible de todo. Pero te haces mayor y tienes más discernimiento. Yo estoy ahora más despierto. Eso es bueno.
Fue a clases de interpretación siendo ya actor profesional. Sentía que necesitaba preparación y disciplina y que tres años de escuela me ayudarían. El aprendizaje siempre fue difícil para mí. De niño tenía problemas de dislexia. No fue fácil. Pero la escuela de arte dramático me descubrió a los poetas metafísicos, a Shakespeare, Brecht o Ibsen, me dio una afición por la literatura y estimuló mi imaginación de una manera que el colegio nunca había conseguido, lo cual es bastante triste.
Hable más de literatura. ¿Quién le obsesiona? John Donne, de los poetas metafísicos. Y El paraíso perdido, de Milton. Estaba ciego cuando lo escribió. Para alguien como yo, al que le había costado leer, esas imágenes en las palabras, la forma en que el lenguaje te sostiene y te hace avanzar cuando lees, especialmente la poesía, fue como si explotara en mi cabeza, fue impresionante. Los cuentos de Canterbury, de Chaucer. En la vida somos lo que leemos y la gente con la que estamos. Se vuelve bastante evidente cuando te vas haciendo mayor. Así que si lo único que haces es mirar Instagram, leer cotilleos o lo que sea, esas cosas van a impregnar tu psique y van a definir quién eres. Yo sigo la filosofía budista. Me mantiene con los pies en el suelo.
¿Cómo apareció el budismo en su vida? Yo tenía 16 años, estaba viviendo en Londres y estudiando para mis exámenes. Tenía uno para el que debía prepararme muy bien. Conocí a un tipo budista y me introdujo en la práctica. Mi viaje particular por la vida consiste en tratar de entender cómo se llega a ser un gran artista y una gran persona. O, al menos, buen artista y buena persona. Y buen padre. Y entender el arte de vivir. Nadie te lo enseña.
Su vida cambió a los 24 años. ¿Cómo fue el momento en que ya no podía caminar por la calle sin que le agobiaran? Creo que fue más intenso con Piratas, porque era mi cara y mi pelo. En la otra llevaba una peluca rubia y ojos azules. La gente ya me conocía, claro, pero Piratas lo cambió todo. Es muy intimidante. Es un problema. Nadie te dice cómo gestionarlo. Y a esa edad no tenía dinero para permitirme cosas que lo hacen más fácil. Durante tres años tuve seguridad privada pagada por los estudios. Pero salía de casa. Compré motos para poder entrar y salir sin que me siguieran y tener cierta sensación de normalidad. Hoy es diferente. Todos tienen redes sociales y de alguna forma anulan la persecución. Pero estuve en muchas huidas en coche por Los Ángeles tratando de escapar de los paparazi y de gente que me seguía. Daba miedo. Yo era muy joven y no estaba preparado. Hoy es distinto. Cuando miro atrás, pienso: ‘Vaya, ¿por qué no lo disfruté?’. Entonces lo sentía como una invasión.
¿Cómo ha conseguido proteger a su hijo de todo eso? Intentando mantenerlo alejado. Es todo bastante raro, ¿no? Tiene a Miranda Kerr como madre, a Evan Spiegel [fundador de Snapchat] de padrastro, me tiene a mí y a mi pareja, Katy Perry… Creo que es una cuestión de amor. El amor que se tiene por los hijos y los límites que pones. Intento concentrarme en cosas como enseñarle a montar en bici, que me ha costado mucho porque en Los Ángeles no hay calles donde practicar. Por fin tenemos una casa en la que puede montar en bici en el jardín. Intento mantenerlo todo analógico y offline, porque todo está online.
Cuando se inicia una relación entre personas tan famosas, ¿se habla de cómo se va a gestionar? ¡Por supuesto! ¿Estás de broma? Tiene que haber comunicación, porque si no, no va a funcionar. Eso es importante para mí, para mi pareja, para todo el mundo en mi vida privada. Estoy constantemente comunicándome con mi hijo para no desconectarme de cuál es su experiencia de la vida. Constantemente preguntándole cosas cuando le llevo y le recojo del colegio. Es todo comunicación. Si evitas los temas de conversación difíciles, volverán para morderte.
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