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Adrien Brody: el hambre, las ganas de agradar y lo que pasa cuando cenas con Cayetano Rivera

Cuando creces en la parte violenta de Nueva York solo hay dos salidas: o acabas en una callejuela desangrándote o aprovechas creativamente este drama. Él eligió la segunda El actor tiene una dualidad que le permite afrontar la nueva campaña de Mango Man e interpretar a un cruel mafioso en la serie ‘Peaky Blinders’

Adrien Brody posa en exclusiva para ICON. Durante nuestro encuentro por las calles de Madrid se le estropeó el móvil. Ni se alteró. No todos pueden decir lo mismo. En la imagen viste de Mango Man. En vídeo, el tráiler de la última temporada de la serie 'Peaky Blinders', en la que participa.Vídeo: Gorka Postigo / Nono Vázquez
Xavi Sancho

El móvil de Adrien Brody se ha estropeado. El actor está en Madrid, de la mano de Mango, y en plena sesión de fotos para ICON. Nos enteramos por una llamada de su equipo mientras viajamos en taxi para entrevistarlo. Preguntan por una solución no presencial. Brody tiene poco tiempo y, bueno, es el tipo que ganó un Oscar por El pianista; meterlo a hacer cola en la tienda oficial del fabricante de su dispositivo un jueves por la tarde en pleno centro de Madrid tal vez no sea la mejor idea.

Finalmente, conseguimos un atajo para que pueda solventar el asunto este neoyorquino de 1973 que, aunque usted tal vez no lo recuerde, antes de hacerse célebre en 2002 con el premiado filme de Roman Polanski, ya había participado en éxitos como Asesinos natos o Summer of Sam, y después en perlas como El Gran Hotel Budapest o la infravalorada El profesor, perfecta metáfora de su carrera posterior a El pianista. “Gracias, pero no hacía falta la gestión. No me gusta que me den ningún trato de favor por ser quien soy. Me lo enseñó y me lo recuerda cada día esa señora que está ahí”, explica señalando a su madre, la fotógrafa Sylvia Plachy, quien está departiendo con el equipo y podemos considerar desde ya como una de las mejores personas, junto a su propio hijo, que vamos a conocer este año.

Parece no sentirse cómodo ni siquiera con la parte supuestamente favorable de la fama. Prefiero que la gente vea lo que hay detrás de la celebridad. Por supuesto que agradezco recibir respeto y admiración por mi trabajo, pero cuando se me trata como a una estrella me siento demasiado consciente de mí mismo.

"Pasé hambre para interpretar a mi personaje en 'El pianista' y terminé sobrepasado por la vulnerabilidad que eso me trajo. Ese dolor sigue ahí. No soporto desperdiciar comida"

¿Ser una persona amable es más complicado cuando se está en una posición como la suya? Intento serlo siempre. Creo que es esencial. Vivimos en un mundo en el que debes aportar todo el bien que puedas. Hay tanta tragedia en todas partes, tanto dolor y sufrimiento innecesarios. Pero ser amable es muy general. Más que eso, trato de ser consciente y rodearme de gente consciente y considerada. Y a veces esto de ser consciente te lleva a la conclusión de que tal vez no eres tan amable ni tan bueno como te gustaría.

¿Es el cine un negocio que penaliza la bondad? Hay gente maja en todas las profesiones, y también hay tiburones. En todo trabajo creativo suceden cosas similares. Todo es muy competitivo y a la vez muy injusto. Eso de ahí afuera está lleno de gente muy buena que jamás tendrá la opción de brillar como merece. He tenido la suerte de que me han dado una buena mano de cartas en este juego. Poseo cierta sensibilidad y esa sensibilidad mía hace que pueda sentirme conectado a otras personas. Entiendo cómo sienten las cosas. Eso me ayuda como actor, como pintor y para ser el hombre que quiero ser. Es algo que he cultivado durante décadas actuando, porque ahí debes ponerte en la piel de otros y entender lo que los demás sienten.

Teniendo en cuenta su discurso, deduzco que le resulta complicado entender que haya genios que sean unos hijos de puta en la vida real. Me sorprende mucho. A veces, cuando la gente es… no voy a utilizar el mismo apelativo que ha usado usted, si no te importa, ja, ja. Pero sí que es cierto que existen grandes artistas que no son demasiado buenas personas. Creo que es un mecanismo de defensa. Se protegen con mal carácter, malos modos. Pueden sentirse más fuertes con esa coraza.

¿Crecer en Nueva York cuando Nueva York no era aún un parque temático le endureció? La ciudad en los ochenta y noventa era violenta, todo era duro y te hacía duro. Era necesario. Reaccionabas. En términos de creatividad fue bueno. El drama trae creatividad. Había mucho drama. Fue emocionante.

El actor posa con camisa y jersey burdeos Mango Man, pantalón amarillo con raya Bottega Veneta y botines con cordones Mango Man.
El actor posa con camisa y jersey burdeos Mango Man, pantalón amarillo con raya Bottega Veneta y botines con cordones Mango Man.Gorka Postigo /Nono Vázquez

¿Qué aprende uno del proceso de creación de un personaje como el de 'El pianista'? ¿Ese dolor es todavía útil o hubiera sido mejor olvidarlo? Ser artista te puede ayudar a entender el sentido de la pérdida, de la derrota, de todo lo que nos hace humanos. Al crear un personaje tal vez no lo sepas todo sobre cómo debe ser, pero si tienes experiencias te sirven de guía, aunque no sean las mismas que las del tipo que vas a interpretar. Por ejemplo, dejé de fumar muy joven y ese proceso tan doloroso me hizo entender el poder de la adicción. Ese recuerdo me acompaña y me sirve cada vez que tengo que interpretar a alguien que es un adicto. Como sé lo terrible que es pasar hambre porque pasé hambre para interpretar a mi personaje en El pianista y terminé sobrepasado por la vulnerabilidad y desesperación que eso me trajo. La comprensión de ese dolor sigue ahí. No soporto desperdiciar comida, me parece terrible. Hay muchos obstáculos en la vida, pero entender el hambre me hizo consciente de lo indefensos que estamos. Incluso sabiendo que podía hacer trampa, comer cuando quisiera, me mantuve fuerte y seguí el programa rígido que me fijé. Y al tocar el piano todo el rato también aprendí cómo la música puede alejarte de tu sufrimiento y de tu vacío. Adquirí un conocimiento que no esperaba. Entiendo el hambre aunque el propósito en aquel momento era solo dejar de comer porque debía perder peso. Entendí cómo de profundo es el cambio que sientes cuando te sacan lo que tienes, por muy superfluo que sea. Comemos más por placer que por hambre y, no sé, si nos quitamos, por ejemplo, el azúcar, es muy probable que en 30 minutos nos muramos por tomar azúcar.

Obviamente aquello cambió su carrera, pero ¿hasta qué punto cambió también su forma de ser? Desconecté mi teléfono, rompí con mi novia, vendí mi coche… No sabía qué estaba haciendo, pero me deshice de todas las comodidades. Era joven, podía permitírmelo, supongo. La sensación fue muy emocionante, pero también muy severa. Desde entonces no soy el mismo. Recuerdo volver a casa tras seis meses de trabajo en la película y bajar a mi pizzería preferida a por un trozo de pizza. Eso era algo que daba por hecho toda la vida: bajar, pedir pizza, comerla. Y de golpe caí en lo que significaría no poder siquiera permitirte ese lujo. Me puse a llorar a la salida. Me apoyé en un buzón y empecé a llorar desconsoladamente, fue una epifanía. Me sentí fatal por no haber admitido antes el lujo que es un trozo de pizza y poder tomarla cuando te apetece.

¿Le resultó muy complicado aceptar un guion después de protagonizar El pianista? Fue un punto de inflexión muy salvaje. No sabía lo que se me venía encima. Tenía 27 años cuando rodé la película, pasó un año hasta que se estrenó. En ese tiempo no encontré trabajos interesantes. Incluso tras el Oscar tampoco encontré nada. Pasé medio año haciendo promoción para la película. Polanski no quería hacerla, los otros actores no eran suficientemente conocidos y me tocó todo a mí. Fue muy interesante, pero muy estresante. No había hecho nunca un filme con esta maquinaria detrás. Mucha gente cree que soy muy serio, y bueno, lo soy. Soy un tipo que se toma en serio su trabajo, pero no soy siempre un tipo serio. En aquellos días de entrevistas hablaba de cosas profundas y todo el mundo creía que yo era así de intenso. Recuerdo que mi padre me contó que iba en un avión, a su lado un tipo estaba leyendo The New York Times. Había un anuncio a doble página de la peli y el tipo le dijo: “Ese Brody es un actor polaco buenísimo”. Y mi padre respondió que creía que no, que ese Brody era americano. Y el otro tipo insistía en que yo era polaco. Y mi padre le decía que no lo era, hasta que el otro no pudo más que preguntar: “¿Y usted cómo está tan seguro?”. “Sigo mucho la industria”, resolvió mi padre. Quería dejar claro que sabía de dónde venía yo, pero no iba a contar que era mi padre. En aquella época, la idea era que yo era polaco o inglés. Y muy serio.

¿Vista desde hoy fue la cinta de Polanski una bendición, pero también una maldición? No, fue solo una bendición.

"Me incomoda que se crea que mi voz tiene más sentido que la de cualquier otro. Lo que digo puede oírse más por quien soy, pero eso no me da derecho a hablar más"

Venga, hombre… Seguro. Que sí. Solo una bendición.

¿No le incomoda que llevemos tanto rato hablando de una película que rodó hace más de 15 años? ¿No siente que eso hace de menos su carrera posterior? Me gustaría poder hacer algo mejor que El pianista, pero no sé si va a suceder, por lo que aún lo considero solo una bendición, no una maldición. Me dieron una oportunidad que pocos han tenido en su vida. Todo encajó para que saliera aquello tan grande. Con eso viene, claro, la ambición de seguir acumulando éxitos, pero te topas con el material con el que te topas, por lo que, a menos que me ponga yo a crear ese material, trabajaré con el que ha creado otro.

¿No piensa usted que responsabilizamos demasiado a los actores de los resultados de las películas? Las películas se hacen en equipo. Hay mucha gente y muchos elementos metidos ahí, todos son esenciales para que el producto final sea bueno y casi todos están fuera de tu control. Creo que hay una percepción errónea por parte de la gente cuando te preguntan por qué hiciste esta peli o esa. Creen que tú manejas el asunto. Recuerdo rodar una cosa muy rara y loca y la gente me criticó mucho. En retrospectiva tampoco tengo muy clara la respuesta a por qué hice aquello, tal vez debí indagar más sobre el proyecto, pues el tono general no era muy bonito, pero en ese momento pensé que era la oportunidad de meterme en algo divertido, distinto y arriesgado.

Adrien Brody lleva abrigo cruzado blanco con grandes solapas y pantalón entallado de cuadro ventana. Ambas prendas son de Mango Man.
Adrien Brody lleva abrigo cruzado blanco con grandes solapas y pantalón entallado de cuadro ventana. Ambas prendas son de Mango Man.Gorka Postigo /Nono Vázquez

¿Cree usted que, como figura pública, tiene una responsabilidad social o que es una irresponsabilidad usar el hecho de simplemente ser un actor conocido para erigirse en voz autorizada de lo que sea? Todos tenemos una responsabilidad social, aunque tengo sentimientos encontrados con esto de tomar partido públicamente sobre algo. Hay muchas causas sobre las que abrir los ojos de la gente, pero me siento demasiado consciente de mí mismo para alzar la voz, no me gusta que se me vea distinto. Aprecio que se me valore, pero me incomoda que se crea que soy especial y que mi voz tiene más sentido o pasión que la de cualquier otro. Lo que digo puede oírse más por quien soy, pero eso no me da derecho a hablar más. Tiendo a reservar mi compromiso público a causas como el medioambiente, los derechos de los animales, los niños pobres, el sida…, cosas que son esenciales para todos nosotros, más allá de en lo que creamos.

¿Cómo recuerda todo el culebrón Manolete [una película llena de complicaciones en el rodaje que finalmente se estrenó de tapadillo aunque costó un dineral]? Manolete no fue muy problemático para mí. Ayer cené con Cayetano Rivera y recordamos cosas. Amo España. Fue una recepción muy bonita. No sé todo lo que pasó, solo sé que el filme ni se estrenó aquí, lo que me parece muy loco. Mira, viví con Espartaco, en Sevilla, en el Puerto de Santa María. Aprendí la cultura y hasta me enamoré de una mujer española bellísima [Elsa Pataky]. ¡Me convertí en Manolete! La gente me reconocía como el verdadero Manolete, ja, ja. Me llamaban maestro por la calle. Fue surrealista y maravilloso. El trayecto fue muy bello. Mira, puedes escribir el artículo más bonito del mundo y alguien puede llegar a editarlo y destruirlo. No es que te desee eso. Pero me entiendes, ¿no?

¿Se siente cómodo en la zona más grande y millonaria del negocio de Hollywood? Prefiero mantener un perfil bajo, pero sí es cierto que he hecho prensa cuando estaba dentro de la bestia. Y te haces una gira de entrevistas sobre King Kong y vas a contar todas esas anécdotas sobre tu vida por todo el mundo. Siempre he elegido hacer esto en dosis pequeñas. Prefiero trabajar que vender trabajo.

Lo siento pero le voy a tener que hacer una pregunta… Ja, ja… Has guardado la munición para el final, ¿eh? A ver.

Se hace un silencio algo incómodo. Le pregunto sobre las polémicas alrededor del director que le hizo famoso. Él sacude la cabeza. “Sabes que responda lo que responda voy a perder”, medio susurra. Apago la grabadora. No soy Ana Pastor. “Hay que ser educado con la gente educada. Me lo enseñó mi madre”, le cuento. Se levanta y me dice: “Ven, que te voy a presentar a la mía, os vais a caer a muy bien”.

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Sobre la firma

Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

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