Cómo me fui convirtiendo en un personaje de Wes Anderson mientras entrevistaba al cineasta
El director que más ha influido en la decoración de tu salón y en Instagram estrena ‘Isla de perros’. Nos citamos con él y nos convirtió a su religión
Ha viajado desde Berlín hasta Madrid en una furgoneta junto a sus coguionistas, Jason Schwartzman y Roman Coppola (sobrino e hijo de Francis Ford Coppola y primos de Nicolas Cage). Las películas y, aunque él no lo diga, la vida del director Wes Anderson (Houston, 1969) tienen según él unos cinco grados de inclinación respecto a nuestra realidad: pone a personajes realistas en situaciones surrealistas.
Su cine (con películas como Academia Rushmore, Viaje a Darjeeling, Life aquatic o El gran hotel Budapest) ha influido en la publicidad (él mismo ha hecho campañas para Prada, American Express o Stella Artois), en la decoración de tu salón y, por encima de todo, en Instagram. La simetría, los colores pastel y la textura de diorama forjan un universo -alerta: topicazo- sacado de un sueño en el que -defcon tres de topicazos- dan ganas de quedarse a vivir. Rodada con marionetas y maquetas, su nueva película, Isla de perros (estreno, 20 de abril), le dio el premio al mejor director en el festival de Berlín y se erige como su fábula más social (y socialista): todos los perros de Japón son desterrados a un vertedero de basura en medio del océano.
¿Que hasta Wes Anderson haga cine político es un indicador de lo podrido que está el mundo? El plan original era hacer una película sobre perros. Teníamos el escenario del vertedero, lo cual es una locura, pero es lo que queríamos, en Japón. Pero cuando empezamos a construir la historia nos dimos cuenta de que teníamos que inventarnos una comunidad entera y un gobierno imaginarios. Lo cierto es que pensábamos más en el pasado, pero según trabajábamos en la película nos fuimos dando cuenta de que estaban sucediendo cosas similares en el presente por el ciclo de la historia. No fue una elección deliberada, sino lo que la historia requería.
El narrador de El gran hotel Budapest describía a su protagonista, Gustave H, como “un hombre cuyo mundo había desaparecido mucho antes de que entrase en él, pero que sostenía la ilusión con admirable elegancia”. ¿Se identifica con ese carácter? El mundo del pasado es particularmente interesante para mí. Me encanta ver fotografías antiguas de lugares que conozco en mi vida presente. De veinte, cincuenta, cien años atrás. No sé por qué me fascina, pero siempre ha sido así.
"Me parece una locura que la gente se esfuerce en ganar el Oscar. Entiendo que así las películas hacen más dinero, pero me resulta un poco maleducado tratar de convencer a la gente de que te dé un premio"
¿Hay algún momento en nuestra civilización que considere particularmente dulce o sublime? Tengo la sensación de que si visitásemos cualquier tiempo pasado resultaría deslumbrante, pero solo durante un rato. Así que no siento una gran nostalgia. Pero es bueno poder utilizar cosas olvidadas, porque cuando lo nuevo se implanta se convierte en la norma aunque lo antiguo fuese estupendo. En Inglaterra tenían despensas antes de los frigoríficos, con estantes de piedra que daban al exterior. Es un método fantástico para conservar alimentos en seco. En Estados Unidos no existen porque las casas fueron construidas hace solo 200 años. Isla de perros usa una técnica cinematográfica casi extinta, pero que no ha sido reemplazada por un sistema mejor. La nueva tecnología hace otras muchas cosas más fáciles, más económicas y más versátiles, pero también elimina la posibilidad de que un animador utilice sus propias manos para darle vida a algo. Eso tiene una cualidad especial única para mí.
Usted no encaja en la imagen que el mundo tiene de los texanos. Pues viví allí hasta los 25. Hice mis primeras dos películas [Ladrón que roba a ladrón, 1996, y Academia Rushmore, 1998] mientras aún vivía en Texas. Me siento muy texano, es que no tengo otro origen que ese. Cuando estaba allí era básicamente como soy ahora, pero en una versión ingenua de mí mismo.
Lo que sí ha aumentado en su obra es el número de planos simétricos. ¿Le aportan serenidad? Lo cierto es que ni siquiera pienso sobre ello.
Pero hay que pensar mucho en ellos para componerlos. Pienso más en lo que entra en el plano, en los ingredientes que diseño: las marionetas, el cielo, todo. Esos planos requieren tiempo y la colaboración de muchas personas y mi forma de ensamblarlo todo dentro del marco es algo que hago, no algo que contemplo. Es totalmente físico. Lleno cada película con la personalidad que ella quiere tener. Para Isla de perros pasamos un año dibujando viñetas, que son como son porque yo las dibujo de forma así de simple y de básica.
A los 12 años organizó una presentación con diapositivas para convencer a sus padres de que le enviasen a estudiar a París. Los folletos complementarios explicaban todas las ventajas que ofrecía el sistema educativo francés, las cuales él se había inventado por completo. No funcionó, pero sus padres tampoco se sorprendieron demasiado. ¿Qué podían esperar el señor (Melver, creativo publicitario) y la señora (Texas Ann, arqueóloga) Anderson, si habían bautizado a su hijo Wesley Wales? Hoy, el director vive en París (con su pareja, la ilustradora libanesa Juman Malouf, que ha trabajado en los diseños de las películas de Anderson) mientras prepara una exhibición de su colección de antigüedades en Viena y apenas se adivinan trazas americanas en su entonación -habla inglés con acento europeo, si es que tal cosa existe- o en el color magenta que le sube a las mejillas cuando escucha preguntas remotamente personales.
¿Cómo vivió la experiencia de convertirse de repente en un director de Oscar cuando El gran hotel Budapest obtuvo nueve nominaciones? No hice nada de promoción. Ni siquiera fui a Estados Unidos, solo para las ceremonias de premios porque estuve trabajando en Europa la mayor parte del tiempo. No hice entrevistas. Sé que hay gente que da fiestas y tal, pero yo no iba. Y tampoco es que ganase.
Pero la película ganó cuatro Oscar artísticos: maquillaje, vestuario, diseño de producción y banda sonora. Le pregunté al compositor Alexandre Desplat si había hecho campaña para el Oscar y me dijo que no, que se pasó meses promocionando otra película.
The Imitation Game. Esa. Pues no ganó. Ganó por la mía, por la cual no hizo nada.
Solo componer la música. Solo componer la música. El estudio no le pidió que hiciese ningún tipo de promoción. Lo cual demuestra que realmente ni importa ni es necesario hacerla. Por otra parte, me parece una locura que la gente se esfuerce en ganar el Oscar. Entiendo que las películas hacen más dinero gracias a los premios, pero a la vez me resulta un poco maleducado tratar de convencer a la gente de que te dé un premio.
Es como si participas en las Olimpiadas, corres la carrera y al terminar todavía tienes que persuadir a la gente de que te dé la medalla. Exacto: explicar las razones por las cuales deberían premiarte.
Tras el rodaje de Life Aquatic en 2003, Anderson viajó en tren de Venecia a Roma (donde diseñó el interior de un bar, Luce, que es exactamente lo que cabría esperar de un bar decorado por Wes Anderson) con 100.00 euros metidos en un maletín. Eran para un tipo llamado Luigi, de parte de Bill Murray. Wes Anderson existe como lo haría cualquiera de sus personajes: rechaza quitarse la americana para las fotos con semejante amabilidad que parece que está diciendo que sí, se disculpa apurado cuando tira el taburete con sus interminables piernas y detiene la entrevista para preguntarle a una intrusa cuál es su cometido (spoiler: es la intérprete). Mientras Anderson posa en el pasillo, yo asomo la cabeza desde la puerta y él me mira suspicaz. Así es: yo también me he convertido en un personaje de Wes Anderson. Cualquier ser humano que comparta el espacio con él es sensible de convertirse en uno de sus personajes. Incluso los animales.
"Probablemente muchas de las personas a las que llamamos 'hipsters' dirían que no lo son. La gente que se ve a sí misma fuera de la masa, y todos nos hemos sentido así, necesita referentes"
¿Cómo recuperaron el halcón secuestrado de Los Tenenbaum. Una familia de genios? Fue muy extraño. Resulta un poco incómodo tener aves de este tipo en un rodaje. Había dos gavilanes y un halcón. Soltamos al gavilán para la primera escena, donde se supone que lo liberan para que huya, pero voló hacia un parque cercano y empezó a atacar a las palomas de forma violenta. Fue un poco perturbador.
Porque esa no era la película que estaba haciendo. No, esa no era la película que queríamos hacer. Pero después uno de los halcones se escapó y tenía un localizador. Resulta que lo secuestró un tipo de Nueva Jersey y pidió un rescate a cambio de devolverlo. La policía y las autoridades animales lo recuperaron y no tuvimos que pagarle, pero no se metió en problemas, simplemente le explicaron que no puedes secuestrar a un ser vivo.
¿Qué opina de que su cine esté tan asociado a los hipsters? A principios de siglo parecía que todas las intelectuales aspiraban a ser Margot Tenenbaum. No sé. Me parece bien. Supongo. Probablemente muchas de las personas a las que llamamos hipsters dirían que no lo son. La gente que se ve a sí misma fuera de la masa, y todos nos hemos sentido así, necesita referentes. A esas personas les inspira cierto estilo, para competir con él o para encajar en él, incluso a los que dicen que no necesitan encajar para así encajar de algún modo.
Dado que su película favorita en la adolescencia era La guerra de las galaxias y ahora se está preparando media docena de secuelas, ¿cómo sería Wes Anderson's Star Wars? Quizá me gustaría rodar algo en un solo escenario, como una obra de teatro, con una tripulación que se ha estrellado en un lugar remoto y está esperando a que les rescaten. Habría mucho tiempo de espera, jugando a las damas o al ajedrez. Sí, eso. Podríamos rodar una partida entera de ajedrez.
Yo pagaría por ver eso. Aunque quizá no mucha más gente lo haría. Pero el presupuesto sería muy barato. Solo hace falta un decorado y unas pocas personas. Sería como una película en los márgenes de Star Wars, ni siquiera deberíamos titularla Star Wars sino algo como... “de la familia lejana de Star Wars”.
Cualquiera diría que ha estado pensando en esto antes. No, no. Es nuevo, se me acaba de ocurrir. Y tú lo tienes grabado, así te he dado la primicia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.