Tres motivos para una investidura
¿Puede confiar la izquierda en repetir la movilización de abril después de un eventual fracaso de las negociaciones para formar Gobierno?
Era bien sabido que hasta que no se renovaran Gobiernos locales y autonómicos, las negociaciones para la investidura iban a estar congeladas. Aún quedan algunos flecos, pero el panorama general de acuerdos es bastante claro: Partido Popular y Ciudadanos gobernarán con diferentes fórmulas donde los números de las tres fuerzas de derecha sumen para ello, y gobernará la izquierda en la mayor parte de lugares donde esto no ocurra. La posibilidad de acuerdos entre bloques parece, al menos en el corto plazo, cortocircuitada, como muestra la respuesta del partido de Rivera a su crisis interna. La pregunta entonces es: ¿será Sánchez capaz de sumar un número de apoyos que superen a los ciento cuarenta y siete noes de PP, Cs y Vox? Debería de ser posible, por tres motivos.
El primero, por los amplios poderes que confiere nuestra Constitución al presidente una vez investido. El presidente decide unilateralmente disolver las cortes, reconfigurar el Gobierno, y solo puede ser depuesto mediante una moción de censura constructiva. Si Sánchez es investido, resultará prácticamente imposible derribarlo sin unas elecciones por medio. Esto debería hacer al PSOE proclive a asegurar que la investidura acabe siendo una realidad, aunque en las negociaciones es lógico que trate de explotar su actual posición de fuerza.
El segundo motivo es el coste de la parálisis. La inacción siempre desgasta a quien está en el Gobierno, pero es particularmente gravosa en estas circunstancias. A diferencia del Rajoy de 2016, la izquierda no ha tenido todavía tiempo para desplegar su programa de gobierno (fuimos a elecciones porque Sánchez no logró aprobar los Presupuestos negociados en 2018). Y una parte del electorado de la izquierda exige resultados visibles para no desencantarse y desmovilizarse. Sería políticamente temerario pedirles que esperen medio año más.
El tercer motivo está relacionado con esto: la incertidumbre respecto a lo que nos depararía una nueva convocatoria electoral. Las posibles ganancias para algunos serían mínimas (aunque el PSOE lograra mejorar los resultados de abril, seguirá dependiendo de aliados para formar mayorías parlamentarias), y los riesgos, enormes. ¿Puede confiar la izquierda en repetir la movilización de abril después de un eventual fracaso de las negociaciones para formar Gobierno? ¿Y si la derecha, como ya ocurrió en mayo, vuelve a concentrar sus apoyos y logra rentabilizar mejor sus votos? @jfalbertos
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