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ENSAYOS DE PERSUASIÓN
Columna
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Pagar por prestar dinero

Se ha extendido la era de los tipos de interés negativos. Es un contradiós

Joaquín Estefanía

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Angel Gurria, secretario general de la OCDE el 21 de mayo de 2019.
Angel Gurria, secretario general de la OCDE el 21 de mayo de 2019. Eric Piermont (afp / getty)

Usted logra ahorrar algo de dinero y lo deposita en el banco para que éste lo remunere, mucho o poco (casi siempre poco), y se lo preste a los clientes que necesitan un crédito. Lógico. Así funcionaba el sistema. En algunos casos ya no es o no va a ser así, sino que el banco en cuestión le va a cobrar a usted por guardar su dinero. Resulta que prestar dinero ya no tiene siempre rendimientos monetarios, sino costes. Estamos en la era de los tipos de interés negativos.

Hace unos días, el gobernador del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, anunció que se planteaba bajar aún más los tipos de interés (el de referencia está en el 0%) y recuperar el programa de compra de deuda pública y privada, que había finalizado el pasado mes de diciembre. Poco después se supo que la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) había abierto una discusión en su seno para bajar también el precio del dinero. ¿Qué saben Draghi y Jerome Powell, presidente de la Fed, que no conocemos el resto de los mortales? La sensibilidad de los banqueros centrales a los problemas económicos está a flor de piel después de los 10 años de Gran Recesión y del heterodoxo papel que tuvieron que desempeñar en la misma. ¿Estamos en un nuevo valle de la misma crisis y tras unos años de leve crecimiento (estancamiento secular) y baja inflación volveremos a una desaceleración y, en el peor de los casos, a otra recesión? La reunión del G20 en Japón no ha resuelto muchas dudas.

El secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Ángel Gurría, declaró: “Los bancos centrales son héroes. La pregunta es qué armas les quedan, cuántas balas; en concreto, cuántas balas de plata”. Efectivamente: en la última década han rebajado el precio del dinero a cero, han inyectado masivamente dinero en el sistema y han comprado bonos a los Gobiernos y a las empresas para animar la inversión. Fue el BCE uno de los pioneros contemporáneos de esta nueva filosofía en la que el prestamista, en lugar de recibir intereses, paga por prestar dinero, y en la que el depositante, en vez de ganar dinero cuando deja sus ahorros en el banco, debe remunerar a éste. A mitad del año 2014, los bancos europeos comenzaron a abonar intereses (una tasa del 0,4%) por depositar su dinero en el BCE: se pretendía obligar a los bancos a sacar el dinero a la calle y facilitar crédito a las empresas y particulares, es decir, a la economía real. Solo funcionó a medias, ya que en aquellas condiciones (todavía en el corazón de la Gran Recesión) el pavor a prestar era mayor que el de pagar intereses por los depósitos.

En resumen, en la era de los tipos de interés negativos nos encontramos con bancos centrales que aplican una remuneración negativa a los depósitos que en ellos deja la banca privada; con Gobiernos y empresas que emiten deuda que cuesta dinero a quien la adquiere, o con entidades financieras que cobran a sus clientes en lugar de retribuirles por sus depósitos. No es de extrañar que el presidente de la Asociación Española de Banca, José María Roldán, haya dicho: “Los tipos de interés negativos son un contradiós. ¿Qué es un tipo de interés? Es una remuneración al ahorro. ¿Y qué es el ahorro? Es la renuncia a consumir hoy para consumir mañana. Y con los tipos negativos penalizamos el ahorro en un momento de envejecimiento de la población, lo que es muy paradójico”.

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Es sorprendente que, a pesar de que se haya puesto patas arriba la política monetaria con el precio negativo del dinero, no emerjan con fuerza las alternativas que podrían modificarla: la política fiscal (lo que supondría mandar al baúl de los recuerdos la rigidez presupuestaria), los estímulos a la economía real y la subida de los salarios como forma de impulsar una reactivación a través del consumo.

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