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Columna
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España

Si no tuviéramos pendiente un asunto tan grave y tan difícil como la crisis catalana, podríamos hablar, sin más, de la reedición de un bipartidismo multipartido

Pepa Bueno
La crisis del 2008 hizo saltar casi todo por los aires, los partidos clásicos se petrificaron y el empuje de los nuevos hizo contener la respiración.
La crisis del 2008 hizo saltar casi todo por los aires, los partidos clásicos se petrificaron y el empuje de los nuevos hizo contener la respiración.Zipi (EFE)

La política española ha vivido en estos cinco años una especie de sarpullido adolescente. Como cuando los hijos descubren en casa discos antiguos de los Sex Pistols y te explican entusiasmados, con tu vinilo en la mano, que fueron fundamentales para la historia del punk y el rock.

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En estos cincos años, nos han contado con todo lujo de detalle en qué consiste la democracia, la transparencia, la redistribución de rentas, los poderes fácticos económicos, que los medios de comunicación privados son empresas, la importancia de la regeneración de las instituciones, la trascendencia de tener una Constitución, Antonio Gramsci o Friedrich Hayek, según el caso. La crisis de 2008 hizo saltar casi todo por los aires, los partidos clásicos se petrificaron y el empuje de los nuevos hizo contener la respiración a todo el mundo por si, más allá del adanismo, traían la suficiente inteligencia política para entender a qué sociedades estaban hablando y cómo transformarlas.

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Podemos está quitándose dramáticamente el acné y todavía no está claro qué clase de joven y adulto quiere ser o va a poder ser. Su populismo se nutrió de un dato objetivable que los llevó en volandas a los 71 escaños: el reparto desigual de los costes de la crisis. Pero pasar de estado de ánimo colectivo a instrumento útil y transformador es más difícil que decir: “Sí, se puede”.

Ciudadanos ha decidido ya ser el partido de la derecha española. Es una aspiración tan legítima como otras. Pero ahora mismo, eso pasa por pactar con Vox en la mayoría de las instituciones de todos los niveles de la Administración. Y pactar con los ultras —en cualquiera de las versiones ultra que circulan por el continente—, te sitúa en Europa en un lugar muy específico. Para disimular, como los niños, juegan a que lo que no se menciona no existe. Se refieren a Vox como Rajoy a Bárcenas: “Esas personas de las que usted me habla”. La vida está llena de elecciones, pero todas tienen consecuencias.

Si España no tuviera pendiente un asunto tan grave y tan difícil como la crisis catalana, podríamos hablar, sin más, de la reedición de un bipartidismo multipartido y de la emergencia de los ultras empujados por el momento político mundial. Pero Podemos se hace un lío con España y Ciudadanos la usa como palanca electoral. Una pena. @PepaBueno

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