Así serán las casas del futuro que planea Ikea
Comunidades con servicios compartidos; huertos en sótanos; coches autónomos que llevan al hospital o la tienda a la puerta o muebles robóticos para cambiar espacios a demanda
Después de cruzar el puente de Örensud y dejar atrás el mar Báltico que separa Dinamarca de Suecia, el camino hasta llegar a Älmhult está salpicado de granjas con una pequeña lámpara en cada una de sus ventanas. “Es una tradición que tiene que ver con la importancia que le dan los suecos a la luz”, explica un lugareño. En Älmhult nació hace 75 años Ikea, el gigante mundial de la decoración. Desde entonces esta empresa sabe de costumbres tanto como investiga el futuro para adelantarse a los problemas, los sueños y la vida que tendrán los habitantes del mundo en sus ciudades y sus hogares.
Entrar en el corazón y en el cerebro de esta empresa significa hacer un viaje global con parada en este pequeño pueblo de 15.000 habitantes, en el que conviven personas de 50 nacionalidades distintas, y donde la mitad de ellas trabajan para la firma sueca que ha convertido el diseño democrático en su seña de identidad. Durante tres días, del 3 al 5 de junio, los Democratic Design Days reunieron en esta población a medios de todo el mundo —entre ellos este periódico— invitados para ver algunas de sus próximas novedades, pero sobre todo para conocer qué hace Ikea para seguir siendo líder.
360 tiendas en 30 países y una facturación, a finales de 2018, de 34.800 millones de euros, avalan el poder prescriptor de Ikea, pero el éxito mantenido no se consigue gratuitamente. Su verdadera autoridad reside en los recursos que invierte en investigación y en su empeño por colaborar con especialistas de diversos sectores, ya sean expertos en tecnología, como cocineros volcados en la alimentación, o firmas dedicadas al mundo del deporte o el sonido.
Una de las conexiones neuronales de este cerebro global dedicado al hogar es Space 10, un laboratorio de investigación y diseño, ubicado en Copenhague, que este mismo año y con solo 30 empleados ha sido calificada como una de las empresas más innovadoras del mundo. Un órgano independiente pero financiado al 100% por Ikea, que tiene poco más de tres años de vida y cuya función principal consiste en hacerse preguntas sobre qué está pasando o va a pasar, y proponer respuestas provocadoras que comparten con todo el mundo para dar pie al debate. “Compartimos todo porque creemos en la colaboración y no en la competición”, afirma Simon Caspersen, cofundador y director de comunicación de Space 10. “No queremos ser un almacén secreto de ideas, sino mostrarlas y recibir críticas”.
La idea puede chocar con el concepto tradicional de trabajar en exclusiva para una empresa pero Caspersen explica que “así testamos las ideas desde el principio, mejoramos y, si Ikea cree en ello, puede escalarlo a su negocio. Ikea no busca el cortoplacismo sino seguir siendo relevante”.
De esta forma pueden trazar algunas líneas de por dónde irán los hogares del futuro. Según estos estudios, en 2050, el 70% de la población del mundo vivirá en ciudades. 1.600 millones de personas no tendrán acceso a una vivienda asequible y segura. Habrá que buscar soluciones para conseguir alimentos y la conexión digital no logrará evitar el sentimiento de soledad que avanza imparable. Además el mundo se está haciendo a la vez más joven y más viejo: los países emergentes tendrán más población joven y en Europa será cada vez más vieja, condicionantes que se deben tener en cuenta para pensar cómo afrontarlos.
La buena noticia es que el 40% de las áreas que serán urbanas en 2030 todavía no se han planteado y, por tanto, se puede actuar sobre ellas. La visión de Ikea es inspirar para diseñar hogares basados en los espacios compartidos que nos conecten a nuestros vecinos y a otros vecindarios. Las viviendas podrán abrir o cerrar estancias al uso común, según el momento y necesidades de sus habitantes. Se podrá acceder a servicios compartidos que harán la vida más fácil, sostenible y menos solitaria. Y se lanza la idea de crear viviendas por suscripciones, no por alquiler, es decir una paga mensual por renta, otra para servicios diarios donde puede estar desde la comida a los cuidados o el ocio. Así multitud de opciones que pueden reducir los costes y a los que se puede acceder o no, según las necesidades individuales. Son conscientes de que se trata de una visión que no valdrá para todo el mundo, pero lo que tratan es de abrir el debate público, porque saben que Ikea en solitario no puede solucionar un problema global.
En este laboratorio de retos de futuro se estudia desde convertir un sótano en un huerto con luz artificial —más sostenible y con resultados igual de sabrosos—, a simular en una maqueta un barrio en el que sus habitantes acceden a la energía combinando los paneles solares con la tecnología blockchain. Compartir en código abierto los planos para poderse fabricar su propia casa de 40 m2 solo con un martillo de goma y algo de fuerza; o utilizar los residuos del café —donde se quedan el 90% de sus nutrientes— como abono para cultivar alimentos. Por no hablar de coches autónomos a los que se podría llamar para que te traigan a la puerta de casa desde una oficina, a un hotel, una granja o un hospital.
“El futuro no es un destino, es una dirección, por eso no buscamos como destino desarrollar un producto”, afirma uno de los expertos de Ikea. No lo buscan pero llegan y en los Democratic Design Days se presentaron algunos que serán realidad en los próximos meses: un prototipo de lámpara solar; muebles robóticos que se mueven para cambiar los espacios según el uso y el momento del día; una colección textil conseguida a partir de plásticos recuperados del mar por pescadores españoles; otra creada a base de la paja del arroz, un residuo altamente contaminante; altavoces inalámbricos incluidos en la base de una lámpara de mesa y con grandes prestaciones de sonido; maceteros diseñados por Tom Dixon para crear huertos urbanos o una colaboración con Adidas para crear elementos para hacer ejercicio en los hogares.
Las paredes móviles ya no son ficción
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