España vuelve a Europa
Es el momento de que nuestro país salga del habitual segundo plano en la UE
La alianza entre la socialdemocracia europea, que estrena liderazgo español tras el éxito electoral del PSOE, y la familia liberal, capitaneada por Emmanuel Macron, es una buena noticia que sienta las bases de un nuevo eje Madrid-París. Este se antoja fundamental a la hora de definir la nueva dirección del proyecto comunitario para los próximos cinco años. La reciente cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, celebrada justo un día después de la cena oficial entre el presidente en funciones, Pedro Sánchez, y su homólogo francés, no sólo ha confirmado la buena sintonía entre ambos mandatarios. Leído en clave interna, el acercamiento entre los Gobiernos de España y Francia confirma la relevancia que el proceso de renovación de la cúpula de poder comunitario tiene para ambos gobernantes, así como para las políticas que representan.
Tradicionalmente, España ha jugado en Europa por debajo de su peso real, ya sea por falta de estrategia o por la ausencia de iniciativa para ocupar la primera fila en los asuntos europeos. En un momento en el que el auge del discurso eurófobo y el Brexit amenazan con debilitar el proyecto comunitario, parece pertinente que España, cuarta economía de la zona euro, salga de su habitual segundo plano y asuma el liderazgo que le corresponde tras los resultados de las elecciones generales y europeas.
El acercamiento entre socialdemócratas y liberales es coherente desde el punto de vista geográfico y político, y está marcado por las coincidencias programáticas entre las propuestas de Sánchez y la agenda común de convergencia impulsada por Macron. Se trataría, pues, de caminar juntos hacia una mayor integración, una vía que, de concretarse en políticas claras, pondría fin a la superhegemonía del Partido Popular en Europa, una vez que el enorme peso de la CDU alemana en el devenir comunitario parece mostrar síntomas de dilución tras 10 años de claro liderazgo político y económico.
La revitalización del eje Madrid-París supondría, a su vez, la reivindicación activa de las visiones políticas de socialdemócratas y liberales, y la reactivación de una verdadera agenda reformista impulsada por dos países clave, comprometidos con la integración. Los Gobiernos francés y español ya han declarado su intención de dar un impulso definitivo a la construcción económica y monetaria de una Unión que responda realmente a tal nombre, así como al reforzamiento de la política exterior común y la activación de medidas que luchen eficazmente contra el cambio climático.
Sánchez tendrá además que negociar en nombre de la familia socialista, segundo grupo del Parlamento de Estrasburgo gracias, entre otras cosas, a los resultados obtenidos por el PSOE. Lo hará en una Europa mucho más compleja, multicolor y proeuropea que en anteriores legislaturas. Para bien o para mal, ha quedado atrás la era en la que los principales consensos comunitarios pasaban por la gran coalición de populares y socialistas.
Pero hay un cuarto eje que resultará esencial en la construcción de un relato que seduzca de nuevo a los ciudadanos: el contenido social del proyecto de integración europeo debe abordarse con valentía, y es ahí donde la socialdemocracia debe jugar un papel fundamental. Es urgente que los europeos sientan a la Unión como algo propio y cercano, presente en su vida cotidiana, y no como un ente burocrático cuyas decisiones parecen imposibles de traducir a la realidad de una sociedad que, con matices y tal vez con menor entusiasmo, sigue manifestando en las urnas su deseo de más Europa, pero sobre todo de una Europa mejor. El encuentro y la buena sintonía entre Sánchez y Macron no debería ser flor de un día, sino el punto de partida de una estrategia amplia hacia nuevos horizontes de integración económica, política, social y en materia de defensa. Una dirección a la que podrán sumarse otras sensibilidades políticas de esta nueva Unión politizada, que permitirá diferentes alineamientos partidistas.
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