“La apertura de China al capitalismo trajo más desigualdad para las mujeres”
La periodista y escritora china Lijia Zhang está en Madrid para hablar de las transformaciones en las relaciones de género en las últimas tres décadas en el país asiático
Lijia Zhang (Nanjing, 1964), periodista y escritora, busca que sus textos sean una ventana para acercarse a la sociedad China desde Occidente. En su reciente novela Loto (Editorial Renacimiento, 2018), aborda un tema espinoso en el país asiático, la prostitución, que es ilegal en China. La historia, escrita en inglés y que no ha tenido publicación en su país, está inspirada en la abuela de Zhang, que fue vendida a un burdel cuando era joven.
Contar sus propias historias siempre fue el sueño de Zhang, pero con 16 años tuvo que dejar la escuela para trabajar en una fábrica de misiles. “Pasé allí diez años. Odiaba mi vida, había mucho control. Así que decidí aprender inglés por mi cuenta, era una forma de escapar. Empecé a leer libros en inglés, a escuchar la BBC y se abrió un nuevo mundo ante mí”. Durante este tiempo, montó un taller de literatura, se politizó y organizó una protesta en su fábrica cuando en 1989 se desataron las manifestaciones de Tiananmen. Con el tiempo, logró recoger esta experiencia en su primer libro, Socialism is great! (¡El socialismo es estupendo!).
Este martes 28 de mayo, Zhang llega a Madrid de la mano del Instituto Confucio y reflexionará a las 19.00 en La Casa Encendida sobre las transformaciones en las relaciones de género entre el periodo maoísta (1949-1976) y la China contemporánea que ella ha vivido en primera persona.
Pregunta. Su novela Loto habla sobre la prostitución en China, que teóricamente está prohibida en el país, sin embargo, se trata de una industria en auge...
Respuesta. Así es. La prostitución, a pesar de ser ilegal en China, se ha convertido en una industria enorme. Cuando los comunistas llegaron al poder en 1949 cerraron todos los burdeles y la prostitución prácticamente desapareció durante el maoísmo (1949-1976). Después, la industria del sexo se disparó a principios de los ochenta, tras la llegada de una serie de reformas que abrieron la economía china al mercado.
China creció mucho económicamente y en mi país decimos que, “cuando tienes ropa para vestir, comida con la que llenar el estómago, empiezas a pensar en sexo”. Además, el desarrollo urbano atrajo a las ciudades a muchos hombres de zonas rurales, que se trasladaron solos, sin sus esposas. También ahora hay menos control social. En los setenta, si tenías un rollo fuera del matrimonio te podían enviar a prisión, ahora las consecuencias pueden no ser agradables, pero está más tolerado. China ha sido una sociedad muy reprimida y ahora hay una mentalidad más hedonista.
P. ¿Cómo se documentó para contar la historia?
R. Durante meses trabajé como voluntaria para una ONG que promovía la educación sexual entre las prostitutas en una ciudad del norte de China. Yo repartía preservativos y así fui conociendo a muchas mujeres, poco a poco se fueron abriendo a mí.
P. ¿Qué consecuencias enfrenta las prostitutas si las autoridades las descubren?
R. La prostitución es ilegal en todos sus aspectos y se rige bajo una ley administrativa no penal. Las mujeres se enfrentan a castigos de diferente grado. Primero al arresto, si reinciden hay multas de hasta 5.000 yuanes (unos 700 euros) y luego hay un castigo más serio, cuando las envían a una especie de campos de trabajo donde pueden pasar hasta dos años. Es un sistema horrible, no hay un procedimiento legal adecuado, no hay abogados, no hay transparencia.
P. En España, el movimiento feminista está dividido en cuanto a la prostitución. Algunas feministas defienden la abolición, otras opinan que la abolición penaliza a las mujeres más pobres, ¿cuál es su postura?
R. Pienso que el modelo nórdico es el mejor, el castigo es más severo para el cliente y mucho más amable con la trabajadora sexual, que asegura incluso su protección. Entiendo que las feministas tengan diferentes posturas, pero también entiendo hay muchas mujeres que tienen muy pocas opciones para elegir. Para algunas, la prostitución es un medio para que sobrevivir y por eso creo que es una decisión que deben tomar ellas.
P. En 2015, cinco mujeres fueron detenidas en China porque lanzaron una campaña contra el acoso sexual en el transporte público. En este contexto de represión del activismo, ¿es posible el desarrollo de un movimiento feminista chino?
R. Sí, desde el año 2012 vimos como a algunas mujeres se movilizaron para protestar en contra de la violencia doméstica, el acoso sexual en los lugares públicos. Después de estas detenciones se frenó el movimiento, ellas pasaron a un segundo plano, pero se encontraron otras formas de protesta, por ejemplo a través de Internet se unieron al movimiento Me Too. Las activistas encontraron una forma de saltarse la censura bajo la etiqueta #MiTu, que suena parecido a su pronunciación en inglés, y que en caracteres chinos representa un cuenco de arroz y un conejo. Eso sí, sin el control gubernamental el movimiento sería mucho más grande.
P . En una entrevista dijo que "con el capitalismo en China, las diferencias de género han empeorado con respecto al comunismo", ¿de qué manera?
R. Las reformas que introdujo China en 1978, que trajeron un crecimiento económico enorme para el país, supusieron una expansión de la desigualdad para las mujeres. Por ejemplo, a mi madre, que trabajó durante toda su vida en una fábrica, se le asignó un trabajo. Antes, cuando las mujeres terminaban la universidad se les asignaba un empleo.
Ahora las mujeres lo tienen más difícil. Algunos trabajos no están disponibles para ellas. Te encuentras con ofertas de trabajo que solo aceptan a los hombres. El mercado no trata bien a las mujeres y el gobierno chino ha dejado que el mercado tome el control. Otro ejemplo de la desigualdad es el crecimiento de la brecha salarial entre hombres y mujeres en las tres últimas décadas. Las mujeres en las ciudades ganan un 30% menos que los hombres y en el campo es mucho peor.
P. No obstante, la incorporación de la mujer al trabajo en China es muy superior a la de muchos países desarrollados…
R. Sí así es. Además, las mujeres están haciéndolo muy bien en los negocios, del top 10 de las mujeres "hechas a sí mismas" la mitad provienen de China. Sin embargo, no les va tan bien en política, hay muy pocas mujeres. Cuanto más alto es el nivel de mando, más complicado es ver a alguna mujer ocupando un puesto. También pasa en los pueblos, donde hay una mentalidad más tradicional. Hay solo un 3% de mujeres al mando. En China hay un refrán que dice, “pelo largo, corta sabiduría”, que viene a decir que las mujeres no deben meterse en política, que es un trabajo de hombres. Por supuesto es una completa basura.
P. ¿Destacaría alguna medida en materia de género en China en los últimos años?
R. En 2016, se aprobó la ley de violencia doméstica, es una victoria. Fue la primera ley a nivel nacional antes no había nada, nada definía con exactitud la violencia de género aunque era bastante común este tipo de violencia. Aún ahora en los pueblos, muchos hombres piensan que su esposa es su propiedad. Hubo muchas feministas y activistas que realmente presionaron para sacar adelante esta ley.
P. Desde su experiencia trabajando con mujeres, ¿cuáles deben ser los próximos pasos para conseguir un país más igualitario?
R. La gente aún necesita mucha educación en materia de género, educación avanzada en esta materia. También me parece un paso realista avanzar hacia la igualdad salarial entre hombre y mujeres, acabar con esos trabajos que solo aceptan a mujeres o aquellos que obligan a las recién contratadas a prometer que en los próximos años no vas a tener hijos. Estos pueden ser los primeros pasos, aunque las mujeres chinas aún tienen un largo camino de lucha.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.