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Columna
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Interregno

Lo lógico es que el nuevo Gobierno no encuentre un aliado político en ERC tras la decisión sobre Iceta

Fernando Vallespín
Acto de campaña de ERC en Sant Vicent dels Horts (Barcelona).
Acto de campaña de ERC en Sant Vicent dels Horts (Barcelona).Alberto Estévez (EFE)

Aun no se han celebrado las próximas elecciones pendientes y ya hay muestras de fatiga electoral. Cuando recibimos el anuncio de la convocatoria de las generales nos parecieron unos plazos brevísimos entre unas y otras. Ahora, en cambio, se nos hace eterna la espera. Quizá porque ya obtuvimos la respuesta a las principales preguntas que esperábamos; a saber, quién iba a gobernar nuestro futuro inmediato y cuál iba a ser el efecto Vox. El hecho es que la resaca poselectoral ha sido más intensa que el ruido que suele imperar en toda nueva campaña. Se ha bajado el diapasón en los enfrentamientos dialécticos y mientras en unos domina la euforia, otros se lamen las heridas a la espera de algún pequeño milagro en los nuevos comicios.

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Cómo se pasa de una polarización extrema a la gobernabilidad puede que sea la nueva pregunta. Y la verdad es que ahora, a pesar del resultado electoral, tampoco hay respuestas claras ni las habrá el 27 de mayo. La negativa de ERC ante el caso Iceta ha hecho sonar todas las alarmas.

La gobernabilidad no está asegurada. Se dirá que en la sorprendente actitud de ERC han podido pesar razones electorales, pero lo lógico es que el nuevo Gobierno nunca encuentre un aliado en este partido. Y la principal razón para ello es la judicialización del conflicto catalán. O, lo que es lo mismo, durante un tiempo no estará en sus manos el encauzarlo por una vía política. Al menos hasta que haya sentencia, e incluso en este caso se verá con las manos atadas por la decisión de los jueces.

Por otra parte, Sánchez en esto tendrá siempre enfrente a la derecha, incapaz de dejar de extraer toda la rentabilidad política posible a su posición monolítica sobre el tema catalán. O sea, que por su parte no se espera el más mínimo gesto de contribuir a la gobernabilidad. Ni, añado, a una solución política del conflicto. Esto último lo presumíamos de una supuesta “nueva Esquerra”, que a algunos nos hizo atisbar esperanzas respecto del resultado electoral. Hasta el caso Iceta, digo. El PSOE se encuentra así con una oposición a piñón fijo y un potencial aliado esquizofrénico, que tan pronto es Doctor Jeckyll como Mr. Hyde. Y una aritmética que podrá dar para la investidura, pero a la que volverá a estallar la mina que Rajoy puso en el Parlamento al judicializar el conflicto.

Cataluña ha provocado el fin de la pseudolegislatura que nació de la moción de censura, ha constituido el tema principal de la campaña y lo será también en la nueva legislatura. No estamos ahora ante un interregno, sino ante más de lo mismo, ante una prolongación de lo que viene de antes. Solo habrá cambio de ciclo cuando los actores políticos se enfrenten a su responsabilidad. No en vano, la decisión del pueblo soberano ha sido clara respecto a la necesidad de entrar en una política de pactos guiada por la moderación. Si no la atienden, que no esperen que los ciudadanos vayan a acudir gustosos a las urnas cuando se les vuelva a convocar el próximo otoño.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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