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Columna
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Viaje al centro

Pablo Casado ha resultado ser un líder más posmoderno de lo que parecía

Fernando Vallespín
El presidente del PP, Pablo Casado, en Zaragoza, el pasado 10 de mayo.
El presidente del PP, Pablo Casado, en Zaragoza, el pasado 10 de mayo. Javier Cebollada (EFE)

A la política le ha pasado lo mismo que a la sociedad. Ya no sabe bien cuáles son sus espacios. Del mismo modo en que la globalización acabó con la geografía y la visión tradicional de lo territorial, la desideologización hizo lo propio con los criterios de orientación que permitía el eje izquierdo/derecha. Sigue funcionando porque no hemos dado todavía con una brújula mejor. Pero ayuda poco en fases de desconcierto.

Traigo esto a colación por el aparente giro en el discurso del PP desde posiciones de derecha clásica y dura hacia zonas más templadas, eso que recibe el nombre de centro. Si se confirma, Pablo Casado ha resultado ser un líder más posmoderno de lo que parecía. No es fácil abandonar posicionamientos tan extremos sin dejarse en el camino buenas dosis de credibilidad. Es lo que le ha pasado a Rivera, que predicándose de centro ha acabado por ser indistinguible de los otros dos partidos de la derecha. Todos sabemos que en el fondo la ideología es en estos casos algo secundario. Importa el poder. En el caso de Casado, el afianzarse en el liderazgo del PP; en el de Rivera el convertirse en líder de la oposición. El resto es humo, maniobras orquestales en los medios de comunicación.

A partir de mañana, sin embargo, la cosa va en serio porque ya se habrá distribuido todo el poder. Será el momento en el que habremos de juzgar lo que son no por lo que dicen que son, sino por cómo actúan. Importarán más las acciones que los discursos. Y aquello en lo que habremos de fijarnos es doble. Por un lado, la actitud de ambos líderes ante la gobernabilidad —si están o no dispuestos a facilitarla—; y por otro, sus estrategias en la guerra civil por la hegemonía en la derecha.

Ambas disputas van unidas y cualquier error en esta fase puede ser decisivo. El cálculo de Rivera es seguir trasladando el espíritu de la polarización a toda la nueva legislatura. Si Casado hace lo propio seguirán siendo indistinguibles; no solo entre ellos, también con respecto a Vox. Un político audaz, e ignoro si Casado lo es, debería arriesgarse a introducir una diferencia. En este caso, facilitar la investidura de Sánchez sin por ello renunciar a una oposición exigente. Puede venderlo recurriendo al mismo discurso del PSOE cuando hizo lo propio con el gobierno de Rajoy, el interés general de España. ¿Acaso hay algo más patriótico?

Eso lo ubicaría de una tacada en el centroderecha y le permitiría recuperar para su partido un valiosísimo espacio como interlocutor en futuros pactos de Estado: Cataluña, política exterior, educación. Sería también la lectura correcta de lo que han sentenciado las urnas, la prima a la moderación. De paso, arrojaría a Rivera a difuminarse en las tinieblas de Vox y tendría tiempo para reorganizar su partido. En otras palabras, la opción es entre volver a convertirse en Alianza Popular o reinventar la UCD. Dada la ausencia de templanza de Rivera, si Casado no lo hace, lo hará quien pronto esté llamado a ocupar su cargo.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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