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Pedro Pastor: acepta el baile aunque queme

La psicóloga escuchaba atentamente al cliente número 5 de la tarde. Disimulaba al dibujar instintivamente en su cuaderno las líneas de expresión de una cara imaginaria. Cliente es una palabra tan hueca como un bostezo, opinaba. Aspiraba a que “ellos”, los clientes, fueran algo más en la historia de su vida, formaran parte de su cruzada adolescente concebida para salvar un poco el mundo a base de conquistar mentes.

Sin embargo, el joven de los pantalones tristes sí que merecía el título comercial. Detestaba escuchar sus conflictos vitales. No siempre fue así, el interés había ido decayendo partido a partido. Al principio, dedicó intensas jornadas de estudio a encontrar solución al caso. Se llegó a obsesionar tanto con el tema que sintió la sombra de la locura muy cerca. Su paciente estaba atascado y ella se hundía con él. Quería decirle adiós pero su ego lo impedía.

El paciente número 5 era cruelmente infeliz. La noche estrellada ya no tenía más estrellas en las que tatuar el nombre de sus conquistas. Amaba y rompía en un “click”, pasaba página con una frialdad que sonrojaría a cualquier Don Juan.

No estaba seguro de si acudía a la psicóloga, desde hace tantos años, por inercia o porque realmente creía que algún día abrirían juntos la puerta de su recuperación. Recibía tratamiento de lunes a sábado y los domingos se sentía huérfano. Comía copiosamente en el número 3 de la Plaza de los Carros hasta que llegaba el lunes.

¿Querría la casualidad que doctora y cliente se encontraran en aquel bar un domingo? Sí. Tardaron en reconocerse. Conversaron durante horas en ambas direcciones.

Pedro Pastor, inmortalizado por los ojos de Malditos Domingos en este vídeo, pone música en mi imaginación al encuentro con un tema titulado “El baile”. Empieza con una guitarra que hace girar la escena como un reloj. Con unos versos con los que se podría empezar y terminar una novela: “Sé que me vas a doler y no me importa. Porque sé que me vas a enseñar si me dejo aprender”. La sensibilidad con la que canta abruma. Es la rabia del pueblo, indomable y libre.

La canción es el segundo de duda antes de saltar al vacío, el vértigo de llegar arriba y sentir la caída, la lengua que repasa tímidamente el borde antes de quemarse. En ella se esconden dos personas haciendo lentamente el amor.

El leve contorneo del cuerpo del artista. Su mirada en busca del infinito. El sutil tarareo que escapa de su boca. Todo encarna a la perfección el juego de azar que supone el amor sin condiciones, que deja de lado de la razón y vive la trama sin importar el desenlace.

“El amor es como el baile: para saber hacerlo hay que empezar siendo dos y terminar siendo uno solo”, podría afirmar la escritora Elvira Sastre. La danza representa los avatares de la conquista.

Riesgo, fuego, aguacero, la fuerza del viento imparable que arrasa todos los estanques. El miedo a los pies de la llama, mil grietas, las dudas, son solo algunas de las consecuencias de haber aceptado el reto.

La historia tendrá tres finales posibles: la psicóloga será una estrella del cielo estrellado, él un cliente más dentro de un plan existencial frustrado o tal vez se descubra, al final del cuento, que la única razón por la que se aguantaron el pulso durante tanto tiempo fue por amor. Acepta el baile aunque queme.

Pedro Pastor se encuentra de gira por España con su nuevo disco “Vulnerables”.

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