Exposiciones como nunca las habías visto: el arte sale del ‘cubo blanco’ e invade espacios insospechados
Cada vez más muestras huyen de las galerías convencionales. Explicamos por qué las casas (o un invernadero) son los nuevos espacios para ver arte
A Javier Bone-Carbone, director de las ediciones artísticas de Taschen, y a Juan Moreno López-Calull, fundador de la firma de arte contemporáneo y diseño interior John Brown Projects, les une el Art Basel de Hong Kong, donde se conocieron en la edición de 2016. Hicieron buenas migas. Y hasta le dieron vueltas a un tema que, por separado, llevaban en mente hacía ya tiempo. "Hablando nos dimos cuenta de que coincidíamos en algo: los dos queríamos exponer arte en casas particulares", recuerda Moreno por email. Pero, una pregunta, ¿de dónde sale esta fijación?
"Bueno, es que si estás acostumbrado a ir a exposiciones te lo planteas. Porque es psicológico", opina Bone-Carbone. "A todos nos pasa lo mismo: nos sentimos mucho más cómodos cuando estamos en un espacio que nos parece familiar: permite concentrarte en las obras mucho más que cuando estás dentro del cubo blanco de una galería".
Este es el germen de Formato14. "Se llama así porque propone a artistas emergentes un formato de exposición diferente. Y una oportunidad para acercarse a comisarios y coleccionistas". ¿Y el número 14? Bone-Carbone responde: "Solo es una superstición mía".
La primera edición la celebraron en mayo de 2018. El francés Clément Mancini firmó todas las obras que se distribuyeron en un piso de la calle Fortuny de Madrid. El mismo en el que en abril se organizó el segundo Formato14: un show colectivo titulado Endless que mostró 29 piezas de arte abstracto, de 14 pintores internacionales —desde el catalán Albert Riera Galcerán hasta la británica Faye Wei Wei o el mencionado Mancini— que se adueñaron de las estancias de la casa (aunque, esta vez, sin pasar por el baño). Después del éxito de esta edición, es indudable que habrá una tercera entrega de Formato14. "Estamos preparando una en Nueva York solo con Albert Riera", avanza Juan Moreno López-Calull, que descubrió su trabajo en el restaurante Servicio Continuo de Barcelona, ahora ya cerrado, y desde entonces lo representa a nivel internacional. Para Javier, que la iniciativa viaje fuera de España no hará que cambie gran cosa: "Seguiremos actuando igual que siempre. Como una plataforma intermedia entre Instagram y las galerías físicas".
Adiós al cubo blanco
Cada vez más muestras huyen del clásico espacio neutro de las galerías, sitios que en muchos casos se han convertido en un lugar común, para explorar nuevas opciones que permitan aproximarse a las obras desde una perspectiva más cercana. Pero también es la manera de que la obra de artistas que aún no están en el circuito de las galerías más importantes obtengan una oportunidad.
La primera exposición que comisarió Kenneth López Triquell fue en 2018. Se llamaba Santa Clara Project. Pero nada que ver con la serie de Netflix (Santa Clarita Diet) en la que Drew Barrymore se atiborraba de carne humana. Es más sencillo: "El nombre viene porque el año pasado vivía en Madrid, en la calle de Santa Clara", explica López Triquell. Pero igual de engorroso: "Lo que hice fue vaciar mi casa entera y montar una solo exhibition durante una semana. Por allí pasaron casi 150 personas. La experiencia fue brutal". Aunque solo vendiera un cuadro. "El resto estaba totalmente descuadrado de precio", admite.
De aquella primera vez sacó dos conclusiones. Una, "que los precios deben estar alineados con la trayectoria del artista". Y dos, "que el hecho de tener un espacio donde exponer no significa que la obra te vaya a funcionar". Aunque esto último es algo que este barcelonés afincado en Londres siempre ha tenido en cuenta: "Hay que conocer al autor, sentarse a hablar con él, analizar su trabajo para ver con qué tipología de espacio puede casar". Una tarea fácil, dice, ahora que anda preparando su segunda exposición The grotesque is pretty, con las pinturas del bilbaíno Jon Txomin Enciondo, que solo exhibirá en Barcelona el jueves 16 de mayo, a modo pop-up.
Si en esta ocasión la ejecución del proyecto ha resultado más sencilla se debe a que entre ambos ya había una conexión personal: "Nos conocimos hace un montón en el Mond Club, que fue la semilla de la [discoteca] Razzmatazz", rememora. "Y ahí Jon ya me contó que había empezado con la fotografía, que en ese momento se estaba dedicando al cine… Lo que hacía me gustaba bastante y le compré un par de obras".
Después no le perdió la pista. Ni cuando el vasco se mudó a Nueva York y montó, allá por el 2013, su primera exposición "en la galería A’s, el mítico espacio de Arleen Schloss" en el número 330 de Broome Street en el Soho. Ni tampoco cuando organizó en 2015 otra muestra individual, en el Teatro del Pueblo de Ciudad de México, después de instalarse en la capital.
The grotesque is pretty habla precisamente de esta última etapa. "Él, según me ha estado contando, ha pasado por un momento complicado. Jon tuvo que dejar México por un mal de amores", comparte el comisario. "Pero esa ruptura le ha servido para preparar una colección de casi 30 obras. Muchas, de gran formato. Y con una réplica del Guernica, adaptada a su estilo, de 450 centímetros de ancho por 210 de alto".
López Triquell no tuvo que darle muchas vueltas a la localización: el invernadero Flowers by Bornay, en el barrio de Sants en Barcelona, le encajó desde que supo lo nuevo de Jon. "Si te fijas en su pintura, aparte de los personajes abstractos que él plantea, siempre hay tótems y mucha vegetación. Y yo creo que funcionará con el toque rústico de esa fábrica antigua, que no deja de ser la típica industrial catalana".
En la exposición, apoyada por 1906, también colaborará el interiorista argentino Luis Galliussi, que completará el montaje días antes de la inauguración. A la performance le han reservado un hueco aparte: el Guernica de Jon se presentará con una luz negra de neón, una alarma de medio minuto simulando las que históricamente anunciaban los bombardeos aéreos; y una recreación de un aurresku, el baile popular vasco. "El resto de los cuadros estarán colgados de las vigas e iluminados con focos direccionales". Todo, para constatar eso de que algo grotesco e irrisorio, si se consigue hilar muy fino, puede resultar elegante y bonito.
El comisario responde a una última duda: ¿es importante salirse de vez en cuando del circuito expositivo de las galerías? Lo compara con la fashion week de Madrid. "Si desfilas en el pabellón de Ifema te estás encorsetando. Fíjate en Alejandro Palomo, que fue de los primeros en negarse a entrar. Él presentó su primera colección en el piso de un amigo". Concluye resumiendo su argumento: "Al final, todo depende de a qué nivel estés en tu carrera. Si necesitas visibilidad, busca alternativas. Pero si te contacta la [galería] Perrotin o la Gagosian, ni se te ocurra decirles que no".
Plano de una casa en exposición
Recibidor y pasillo. Dos figuras que se abrazan en el óleo Transit, de Antonia Showering, daban la bienvenida a los visitantes de la vivienda-galería en su enorme recibidor. Justo enfrente, una escultura de la barcelonesa Berta Blanca T. Ivanow, en arcilla esmaltada, hacía compañía al cuadro al óleo y gesso del escocés Struan Teague. Junto a los lienzos enmarcados de Daniel Jensen —el mayor de todo el grupo: el sueco nació en 1972—, las piezas Sans Titre (sin título) de Jean-Baptiste Besançon, con lona sobre madera. Al salir de aquella primera sala, que era toda una declaración de intenciones, los collages de Joona Pakkanen, de Finlandia, presidían el pasillo.
Suite principal. La obra de la francesa Yamina Bouchiba coronaba la cama de matrimonio, mientras que por la habitación se disponían tres piezas. La de la alemana Yvonne Robert, Hübsches Treffen 02. Una obra en arcilla, óleo y acrílico con tonos blancos, Fue un dragón con alas, del catalán Albert Riera Galceran (quien exponía en el salón otra pintura de la misma medida, pero más oscura, Creo poder ver una casa y un corazón). Y el acrílico enmarcado en madera de roble, (There's still) So much more to say, del australiano Tom Polo, con uno de los formatos más pequeños de toda la muestra.
Vestidor. Polo repitió tamaño con Growing Gardens, 2016, en rojo, azul y blanco, que compartía el vestidor de la suite con las propuestas del estadounidense Mason Saltarrelli, Unnecessary Marker 33 y Blackjaw in blue and other colors.
Salón. Varias obras acompañaban a dos butacas de un estudio de arquitectura milanés de los años 50: Endlos Blue de Yvonne Robert; The praise of Hicks, del recién graduado de la Central Saint Martins Reuben Beren James; Going further y Acrobatic Mind de Clément Mancini; y la propuesta que Faye Wei Wei, desde su estudio del sur de Londres, había hecho con el título Kiss it and ye know, life is an ethereal flower (Bésalo y ya sabes: la vida es una flor etérea).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.