Hacerse con nuestra confianza
¿Validaremos nosotros cualquier método utilizado? Esta es la responsabilidad que como ciudadanos nos corresponde administrar durante los días de campaña electoral
Cada campaña electoral es diferente y, sin embargo, todas se desarrollan bajo un mismo patrón que ordena una liturgia plenamente asentada en nuestra cultura democrática. Durante quince días, España aparece tuneada con las fotografías de los cabeza de lista, junto a los lemas de campaña que determinan la narrativa política con la que los partidos quieren sintetizar cómo y para qué quieren gobernar. Haz que pase, valor seguro, la historia la escribes tú, ¡vamos! o por España… son los reclamos con los que los partidos tratan de captar nuestro voto en esta ocasión y obtener así una representación institucional en el Congreso amplia que les permita formar gobierno. Con este propósito, las caravanas electorales conducen a los candidatos, de circunscripción en circunscripción, en jornadas agotadoras con la pretensión de movilizar sus apoyos y captar la atención de esa masa de electores que todavía no han decidido su voto. Una dinámica que únicamente quedará interrumpida para que sus candidatos debatan en las condiciones y formatos que los equipos han acordado en la mejor defensa de sus propios intereses.
Los medios de comunicación, empotrados en las distintas caravanas electorales, se irán haciendo eco de las propuestas con las que los candidatos —mucho más simpáticos y cercanos que el resto del año— van desbrozando sus programas de gobierno: una medida en materia de fiscalidad, otra para reactivar la empleabilidad de los jóvenes, una más sobre pensiones, no descuidar la educación de 0 a 3 años, ni a los autónomos, ni a los investigadores, ni a cuantos colectivos resulten determinantes para arrastrar el voto. Las campañas electorales, no nos dejemos engañar por la apariencia, no persiguen explicar con detalle un programa cuidadosamente elaborado. Tampoco pretenden como eje estratégico mostrar al público la coherencia de una futura acción de gobierno, ni siquiera demostrar la solvencia para llevarla a término. Habrá tiempo para evidenciarlo, llegado el caso, durante la sesión de investidura. Ahora, durante la campaña electoral, la aspiración es algo más intuitiva, más emocional y consiste en hacerse con un intangible como el que representa la confianza de la ciudadanía en un partido y en un candidato. De ahí que ningún equipo de campaña desaproveche la ocasión para enfatizar errores y sobredimensionarlos si se llega a la conclusión de que lo ocurrido puede marcar la agenda informativa, generar una contradicción y suscitar en el electorado dudas sobre el adversario político.
Quienes aspiren a ganarse nuestra confianza a lo largo de la presente campaña electoral ya saben que no es una operación sencilla, en cierta medida tiene algo de caprichoso y, en entornos volátiles, resulta algo complicado de obtener y, más aún, de retener hasta el día de las votaciones. No cabe duda que ellos no escatimarán recursos de cualquier índole para lograrlo. ¿Validaremos nosotros cualquier método utilizado? Esta es la responsabilidad que como ciudadanos nos corresponde administrar durante los días de campaña electoral.
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