Una arquitectura festiva para emergencias
Se recupera una apuesta por una construcción ligera, rápida y muchas veces sostenible. Un libro recoge ejemplos de construcciones neumáticas recientes en el mundo de la moda, el arte, el diseño y la arquitectura
En 2006, Rem Koolhaas fue invitado, con su estudio OMA, a diseñar el pabellón temporal de la Galería Serpentine en el Hyde Park londinense. Infló, mandó hinchar vamos, un gran globo y, con la ayuda de su ingeniero de cabecera, Cecil Balmond, lo posó en un soporte circular. La esfera, que hacía de cubierta y paredes, cambiaba de color al llegar la noche, cuando se iluminaba por dentro, y servía al parque de lámpara gigante.
Puede que Koolhaas hubiera visto el desfile de la colección de primavera del año 2000 del modisto Issey Miyake, en la Escuela de Bellas Artes de París, cuando el japonés vistió a una de sus modelos con un bulbo inflable que había diseñado Naoki Takizawa. Sea como fuere, la idea de OMA y la de Miyake: inflar y transformar, es la más básica de los inflables que comenzaran los hermanos Montgolfier, en 1782, y que hoy forma parte de algunos de los más sofisticados edificios del mundo como el Eden Project, de Nicholas Grimshaw, o el flamante The Shed, de Diller Scofidio +Renfr, en Nueva York. La inauguración de ese centro cultural junto al High Line neoyorquino ha encendido una nueva luz sobre el clásico de la arquitectura inflable.
La arquitecta Sharon Francis acaba de publicar un compendio de lo más sobresaliente de esta modalidad de los últimos años. Lo curioso del libro Bubbletecture publicado por la editorial Phaidon es que considera arquitectura de burbujas una gran variedad de elementos que van desde los muebles al arte contemporáneo, pasando por la moda y la arquitectura. Así, el prototipo de poliestireno Memo Chair que Ron Arad mostró en el Salone de Milano de 1999 convertía una mullida butaca en un asiento rígido en segundos al ser inflado, o desinflado con un aspirador. Pero además, aquel diseño rescataba una tradición del bel design italiano de los años sesenta que había culminado en la aparición de la Blow Chair, silla hinchable, de Zanotta, de nuevo rescatada en 2017. Hoy, son muchos los diseñadores que recurren al aire como material fundamental. Es ligero, económico y hace posible la transformación de un mueble, un traje o un espacio. Así, Marcel Wanders firmó, en 2014, la Carbon Baloon. Se trataría de una de sus sillas más clásicas si no fuera porque… estaba construida con neumáticos.
En 2013, dos años después de que un fuerte terremoto sacudiera Japón, el escultor indio Anish Kapoor y el arquitecto Arata Isozaki idearon Ark Nova, un inflable escultórico con la sinuosidad de canto rodado de Kapoor convertido en auditorio móvil para 500 espectadores. ¿Hay algo más lógico? Los conciertos ocupan generalmente campos de futbol o plazas de toros de manera provisional. Esta era una arquitectura des-hinchable a medio camino entre la arquitectura y la escultura pública, fácil de montar y desmontar.
Más allá de los muebles y el arte, los suizos Herzog y de Meuron, iniciaron con el estadio Allianz Arena de Munich de 2006, una era de edificios arropados. Envolvieron su campo de futbol olímpico con 4.000 almohadillas inflables de ETFE, un material reconocido como duradero, reciclable, resistente y ligero que comenzó a utilizarse cuando las membranas sencillas de la arquitectura neumática fueron sustituidas por membranas dobles. Hoy, el acolchado gigante de The Shed tiene una deuda con ese estadio de los suizos. Casi todos los arquitectos la tienen con el Eden Project de Nicholas Greenshaw —ocho cúpulas geodésicas que protegen miles de especies vegetales resguardando un clima tropical en Cornwall, Inglaterra—. Corría el año 2000 cuando el arquitecto de la estación de Waterloo firmó ese proyecto. La estructura portante de cada cúpula —de triple capa de almohadas de aire— popularizó la eficacia de ETFE (Ethylene tetrafluoroethylene) que hoy se emplea en numerosos acabados arquitectónicos, como las fachadas de los auditorios de Badajoz y Plasencia, de Selgascano. Ese estudio madrileño es, junto al barcelonés Cloud 7, de los pocos españoles incluidos en el libro. Este es, sin embargo, un estudio curioso porque habla de una arquitectura tradicionalmente temporal que la tecnología puede convertir en permanente. De una arquitectura festiva que podría, sin embargo, utilizarse eficazmente en cualquier emergencia.
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