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Juliana Awada, la “hechicera”de Mauricio Macri

Pese a las expectativas que la anunciaban como una nueva Michele Obama, la primera dama de Argentina se ha limitado a ser un apoyo anímico para el presidente

Mauricio Macri y Juliana Awada el pasado diciembre en Buenos Aires.
Mauricio Macri y Juliana Awada el pasado diciembre en Buenos Aires. Ricardo Ceppi (Getty )
Federico Rivas Molina
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“Es una hechicera intergaláctica, no solo para mí. Ella es impresionante y los argentinos se dan cuenta de que con su sencillez, con su forma de ser, ella genera un clima que ha sido fundamental”, dijo el presidente de Argentina, Mauricio Macri, de su esposa, Juliana Awada, en diciembre de 2018. Acababa de terminar la Cumbre de presidentes del G20 realizada en Buenos Aires, y Macri quiso destacar el papel de Awada como anfitriona de las primeras damas.

Lo de “hechicera” no era nuevo. Macri lo había dicho antes frenteel altar, el 16 de noviembre de 2010: “Gracias negrita, mágica, única y hechicera, por haberme elegido”. Cinco años después de aquel casamiento, el matrimonio llegó a la Casa Rosada. La prensa se entusiasmó entonces con un personaje femenino que sumaba en ese momento ser poderoso y que valía la pena explorar. De familia adinerada sirio-libanesa, fue educada en los mejores colegios y en Estados Unidos, vivió en Oxford y había viajado por el mundo gracias a su relación con el mundo de la moda. La esposa del presidente “prometía”, como se dice en Argentina. Pero después de tres años como primera dama, Awada ha dejado sabor a poco.

La revista Vogue, siempre atenta a personajes ascendentes, descubrió enseguida a Awada. A finales de 2015, Macri ya había ganado las elecciones y se aprestaba a asumir el cargo. Vogue dijo entonces que Awada era “inteligente” y “con estilo” y la comparó con Jackie Kennedy, la que fue primera dama y esposa de uno de los presidentes más mediáticos que ha tenido Estados Unidos. Luego recordó su ascendencia libanesa y la fortuna que su familia amasó en el mundo de la moda. Awada tenía a su cargo entonces los diseños de la marca familiar. “Como lo han demostrado las primeras damas de hoy en día, como nuestra propia Michelle Obama, la impresión que causará Awada en su país probablemente irá mucho más allá de la moda. Si bien aún no se han anunciado las iniciativas personales que seguirá en el cargo, podemos asumir que su mandato ha sido bien designado”, se entusiasmó la revista estadounidense. Pero Awada no ha sido Obama. Tampoco ha habido “iniciativas personales”, pero sí mucho de moda.

En un país acostumbrado a primeras damas fuertes, como Eva Perón en los años cincuenta y Cristina Fernández de Kirchner —que llegó a ser después presidenta— Awada optó por el hogar. La prensa local habló del regreso de una primera dama “a la antigua” o “decorativa”. No le faltan aptitudes para ello. Elegante, bella y refinada, tiene un don indiscutible para caer bien a todo el mundo. Awada rompió lo que se esperaba de ella y asumió entonces el papel de “hechicera” que le otorgó su marido y se refugió en la residencia presidencial, donde se ha convertido en el sostén anímico del presidente.

MIchele Obama y Juliana Awada en Buenos Aires en marzo de 2016.
MIchele Obama y Juliana Awada en Buenos Aires en marzo de 2016.Getty Images

Awada es la que “crea hogar” alrededor de Macri, quien cierra la residencia presidencial por la noche a las visitas de la política y guarda los espacios para que el presidente juegue unos momentos con la hija de ambos, Antonia. En ese espacio reducido está su verdadero poder. Mientras Macri recibe las críticas, ella evita la polémica, no interviene en los asuntos políticos y explota su lado amable.

El rol de Awada ha traído como contraparte su blindaje mediático. Awada no habla en público, nunca. Su pensamiento se reduce a frases hechas, de tonos naif, que su equipo de prensa difunde por Instagram, donde tiene 1,3 millones de seguidores. Cada foto es objeto de estudio: Awada desayunando junto al ventanal que da al jardín arbolado de su residencia, Awada besando a su marido y a su hija, Awada en bicicleta. Los mensajes suelen ser edulcorados, pero también claramente atentos a las tendencias del momento. Ahora se debe hablar de feminismo. “No hay límites que nos impidan cumplir nuestros sueños y un mensaje para las mujeres de todo el mundo: si así lo deseamos, podemos ser madres y llegar tan lejos como queramos”, escribió por ejemplo, para acompañar una foto junto al esposo de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardner, y el bebé de la pareja.

Este año, Argentina celebra elecciones y Macri se presentará a la reelección. Los equipos de campaña saben de la influencia de Awada en buena parte del electorado oficialista, que la ve como un objeto aspiracional. Por eso han decidido, poco a poco, subir el nivel de su perfil. En Instagram se pueden ver ahora fotos de las visitas que Awada realiza al menos una vez por semana a comedores populares o barrios muy pobres, casi siempre acompañada por la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, su gran amiga. Es de esperar que su papel durante la campaña se reduzca a poco más que eso.

Mientras tanto, Awada tiene prensa, pero no por sus ideales políticos. Vogue habló otra vez de ella con motivo de la visita de los Reyes de España a Argentina y la consideró una “it (political) girl)” en el supuesto duelo de estilismos con doña Letizia. La revista ya no comparó a Awada con Michelle Obama, sino con Melania Trump.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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