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A la caza del hielo más viejo de la Tierra

Europa lanza un proyecto de perforación en la Antártida que permitirá reconstruir el clima durante el último millón y medio de años

Nuño Domínguez
Uno de los miembros del proyecto ajusta el equipo junto al campamento en el Pequeño Domo C.
Uno de los miembros del proyecto ajusta el equipo junto al campamento en el Pequeño Domo C. obert Mulvaney, BAS

A principios de la década pasada, un equipo de investigadores europeos encontró una máquina del tiempo en la Antártida. Tras años de trabajo habían extraído una columna de hielo de más de tres kilómetros de largo en la que, capa a capa, estaba escrito el clima de la Tierra desde la actualidad hasta hace 800.000 años, el registro continuo más completo de este tipo del que hay constancia. Atrapadas en el hielo milenario había burbujas de oxígeno y dióxido de carbono que permitieron estimar la temperatura y la composición de la atmósfera a lo largo del tiempo, unos datos esenciales para entender cuáles serán los efectos del cambio climático en la Antártida, donde se concentra el 90% de todo el agua helada del planeta.

El mismo equipo quiere ahora viajar hasta hace 1,5 millones de años y sabe cómo conseguirlo. Investigadores de Alemania, Italia y Francia han presentado hoy un proyecto financiado por la Unión Europea para perforar una columna de hielo continua de 2.700 metros en un remoto lugar llamado Pequeño Domo C, situado en una zona del Este de la Antártida donde la temperatura media a lo largo del año es de 50 grados bajo cero.

“El sitio es una pequeña colina de unos 4.000 metros de alto donde hemos detectado un registro continuo de hielo que llega hasta la roca y que no se ha derretido por su base”, explica a Materia Olaf Eisen, coordinador del proyecto, llamado Más allá de EPICA. “Nos llevará dos años preparar el campamento. Esperamos comenzar a perforar en 2021 y continuar cada verano antártico [noviembre a enero] hasta 2025”, explica el investigador del Instituto Alfred Wegener de Alemania. Los diferentes fragmentos de la columna se transportarán primero a la base Concordia, un enclave científico francoitaliano que se encuentra en el Domo C de la meseta antártica, la inmensa coraza de hielo de 1000 kilómetros de diámetro que rodea el Polo Sur. Después serán trasladados a varios centros de investigación europeos donde se hará un análisis detallado de los gases atesorados en las muestras. El estudio se extenderá probablemente hasta comienzos de la próxima década, asegura Eisen. El proyecto, en el que participan 10 países europeos está en proceso de ser aprobado por la Unión Europea estará dotado con unos 11 millones de euros, señala el glaciólogo.

El lugar elegido está a unos 40 kilómetros de donde se sacó la primera columna de 800.000 años durante el proyecto EPICA. “Hay otros lugares donde el hielo es incluso más antiguo, el problema es que sabemos que el hielo en la base, la parte más vieja, se ha derretido por actividad geotermal”, explica el glaciólogo.

El equipo ha pasado los últimos tres veranos antárticos realizando travesías por el hielo a bordo de vehículos oruga que remolcan un radar que indica si hay deshielo en la base. Tras recorrer unos 5.000 kilómetros y analizar varios puntos, el Pequeño Domo C es el que tiene una capa de hielo intacta más antigua. Hay otros lugares de la Antártida donde los vientos han barrido la nieve exponiendo hielo azul incluso más antiguo. Equipos de EE UU han conseguido detectar capas de hace unos 2,7 millones de años, el problema es que en esos casos se trata de registros aislados, con lo que es imposible usarlos para reconstruir la evolución completa del clima.

En el proyecto participan 10 países y estará dotado con unos 11 millones de euros

“Gracias a las burbujas de oxígeno y dióxido de carbono atrapadas en el hielo podemos saber la temperatura y la concentración de CO₂ durante el último millón y medio de años, un registro único que además nos permite conocer otras características como el contenido de polvo o el nivel de precipitaciones”, explica Eisen.

Estas columnas de hielo son esenciales para entender mejor los ciclos de glaciación y si los niveles altos de dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero cuya concentración en la atmósfera ha aumentado drásticamente por la actividad humana, jugaron un papel importante. Esta información servirá para entender mejor el futuro de las grandes masas de hielo antárticas más allá de 2100, cuando se esperan concentraciones mayores de gases de efecto invernadero debido a la actividad humana. Especialmente importante es entender qué factores marcan el cambio de los ciclos naturales y si los indicios de deshielo y calentamiento ya detectados en el continente son irreversibles. “No hay ningún otro punto del planeta donde se pueda extraer toda esta información del hielo”, resalta Eisen.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.

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