“Lo mejor es la cara de felicidad cuando dices que la vaca está preñada”
Un grupo de veterinarios españoles viaja cada año a Líbano para realizar revisiones a los animales de las granjas de la región. Muchos ganaderos no reciben visita de ningún otro especialista a pesar de ser vitales para su supervivencia
¿Cómo acaba un decano de la Complutense metiendo el brazo en el recto de una vaca del Líbano? "Era una casa en la que las vacas vivían prácticamente en el mismo espacio que la pareja de ancianos. Metí la mano, tenía alrededor a todos mirando muy curiosos y confirmé que la vaca estaba preñada. Lo mejor es esa cara de felicidad. Nos abrazaron y todo", relata Pedro Lorenzo, decano de Veterinaria de la universidad madrileña.
Lorenzo es parte del equipo de especialistas procedentes de diferentes campus españoles que cada año viaja a la base militar Miguel de Cervantes, ubicada en el sureste del país de Oriente Próximo. Durante una semana, un grupo de veterinarios recorre las granjas a las que los alcaldes y líderes religiosos les permiten entrar para realizar revisiones y curar a los animales. Para la inmensa mayoría de los ganaderos es la única revisión médica anual de la que disponen sus rebaños. En muchos casos, animales de los que tienen una dependencia absoluta para subsistir.
Librado Carrasco, antiguo decano de la Universida de Córdoba, inició estos viajes hace 10 años. "En 2009 los militares que ocupaban la base procedían de mi provincia así que invitaron a algunos profesores a conocer las instalaciones y el país y nos propusieron hacer algo para estrechar lazos. Un mes después estaba embarcando de nuevo en dirección al Líbano con dos colegas y facturando 60 kilos de medicamentos", cuenta. "Fuimos con la idea de salvar el mundo pero nos dimos cuenta que ese pensamiento era patético. Ahí hay que empezar desde cero, hay situaciones y enfermedades que en España olvidamos hace tiempo".
Dos años después de aquella improvisada expecidión, los mecanismos comenzaron a engrasarse. Ya no hubo que facturar kilos de medicinas, sino que se enviaron en contenedores militares, los veterinarios pudieron empezar a alojarse en la base y los soldados realizaban una labor previa de contacto con los alcaldes. "Ese año el proyecto se amplió a otras universidades y brigadas de toda España. Y al siguiente Defensa y el colegio de Veterinarios firmaron un convenio". Desde entonces no ha dejado de crecer. En estos años se han sumado especialistas de Zaragoza, Murcia, Cáceres, Valencia, Barcelona y Sevilla, entre otras.
En un mismo día, el equipo puede pasar de escuchar a Miguel Bosé en la base del ejército indonesio a arriesgarse a perder una pierna. "En una ocasión los coches nos dejaron en un punto y para llegar a la granja había que serpentear. No se nos ocurrió nada mejor que ir campo a través para ahorrar tiempo. Los militares salieron del coche alarmadísimos diciendo que saliéramos de ahí. Era una zona llena de minas", relata Lorenzo. En las rutas de revisiónes siempre van escoltados y con un recorrido predeterminado
Un ecógrafo portatil les ayudó a superar los primeros recelos de los granjeros. "Al principio no se fiaban, pero cuando vieron que con eso veíamos si estaban preñadas o no, se lo fueron creyendo más". El material que usan proviene de donaciones de farmacéuticas y los viajes los costean las universidades y el colegio profesional. En la última edición, que tuvo lugar a mediados de marzo, llevaron medicinas por valor de 30.000 euros e incorporaron a una veintena de estudiantes de veterinaria de Beirut. "Llevamos sobre todo antiparasitarios y desinfectantes, los antibióticos los usamos menos y vacunas no ponemos nunca para no interferir en los programas sanitarios nacionales", especifica Lorenzo.
En un mismo día, el equipo puede pasar de escuchar a Miguel Bosé en la base del ejército indonesio a arriesgarse a perder una pierna
Para los locales, los que cuidan a sus animales son los españoles. "Una vez un traductor nos indicó que una vaca tenía fiebre amarilla. Nosotros estábamos muy extrañados. Es una enfermedad humana así que nos preguntábamos cómo podía ser que tuviera eso. Después de un rato de confusión llegamos a la conclusión de que los ganaderos habían detectado que el animal tenía fiebre y que se ponía amarillo, así que habáin decidido que lo que sufría el rebaño era fiebre amarilla", recuerda Carrasco."Allí ves niveles de sarna que difícilmente encuentras aquí. O un rebaño entero con garrapatas. Otras veces es una situación divertida porque estas trabajando y en la misma sala hay un burro, una oveja y unos pavos corriendo de un lado para otro".
Las profesionales del grupo a veces tienen que superar otro tipo de retos. "Algunos ganaderos no quieren que una mujer toque a sus animales. Tratamos de gestionarlo como podemos. A veces no insistimos y otras les convencemos de que es ella la que va a tratar el problema, que ella sabe más que nosotros y le va a ayudar mejor", apunta Carrasco, que desde 2015 es reservista y ha aumentado sus periodos de estancia en Líbano. En otra ocasión, un granjero le pidió una foto con su hijo y él aceptó a condición de que saliera también su hermana. "Ahora esa niña quiere ser veterinaria, ese es el mejor regalo".
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