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Columna
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Estamos locos

La trivialización de la política lleva a la tribalización social

Víctor Lapuente
Getty Images

Y no sabemos lo que queremos. Es el corolario de la degeneración política que padecemos, no solo en España, sino en otras democracias occidentales. No solo somos incapaces de producir respuestas a los problemas que se nos amontonan, de la bomba demográfica al calentamiento global, pasando por la saturación de los servicios sanitarios. Sino que ni tan siquiera somos capaces de ordenar un debate público sobre estas cuestiones. Donde esté el jugoso tuit de un político sobre las armas, que se quite toda discusión saludable.

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Los análisis de la opinión pública en EE UU, donde existen más encuestas al respecto, son estremecedores. De acuerdo con un estudio de Nathan Kalmoe y Lilliana Mason, de la Universidad de Luisiana State, prácticamente seis de cada diez republicanos (o demócratas) cree que el partido rival es una amenaza seria para el país. Cuatro de cada diez votantes entiende que el partido opuesto es, además de políticamente perjudicial, “claramente malvado”. Y casi dos de cada diez, que sus rivales políticos carecen de los rasgos para ser considerados plenamente humanos, y que EE UU estaría mejor si muchos de ellos murieran.

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Si la fotografía asusta, la película de cómo una sociedad civilizada puede desgarrarse tanto es alarmante. En 1960, solo un 4% de demócratas y un 5% de republicanos mostraban rechazo ante la posibilidad de que sus hijos o hijas se casaran con un votante del partido rival. Ahora, el 33% de demócratas y el 49% de republicanos estarían bastante o muy molestos.

En España, a juzgar por la evolución política reciente, estamos descendiendo por la misma pendiente. Hay causas estructurales que nos polarizan, como la eclosión de las redes sociales, máquinas que nos aíslan en grupos cerrados con quienes piensan como nosotros.

Pero los medios de comunicación también somos culpables. Caemos a menudo en la tentación de discutir el desliz del candidato de turno, porque sabemos que la política como espectáculo vende más que como información. El matrimonio entre políticos buscando votos fáciles y periodistas audiencias fáciles es ruinoso para el país. Y no solo porque paraliza la acción pública necesaria para acometer los retos colectivos, sino porque fagocita el frentismo.

El tratamiento frívolo en los medios no aligera la política, sino que la endurece. La trivialización de la política lleva a la tribalización social. @VictorLapuente

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