¿Y si el fútbol profesional fuera más educativo para los niños?
Miles de chavales imitan en los patios de sus colegios lo que hacen sus ídolos futbolísticos. Pero, ¿hasta qué punto lo que ven nuestros hijos en sus referentes es positivo?
Hace ya muchos años que el fútbol profesional dejó de ser educativo y modélico para la sociedad en la que vivimos. Miles de niños imitan en los patios de sus colegios lo que hacen sus ídolos futbolísticos. Pero, ¿hasta qué punto lo que ven nuestros hijos en sus referentes futbolísticos es positivo? ¿Es una actividad segura ir a un campo de fútbol?
Son ya algunos años los que vengo impartiendo clases en la Facultad de Educación, es decir, tengo la gran suerte de dedicarme a formar a futuros maestros, pedagogos y educadores sociales. Todos ellos son agentes de grandes responsabilidades para el futuro de nuestros hijos y la sociedad que queremos formar. El fútbol es un deporte que siempre he practicado y seguido, pero desde que me dedico a la docencia universitaria me he planteado algunas cuestiones en torno al fútbol profesional que me gustaría compartir con vosotros. ¿Qué repercusiones tendría en la infancia de nuestros hijos y en la sociedad actual si el fútbol (y otros deportes) fueran enfocados de otra manera? Por ejemplo, ¿qué valores estamos transmitiendo a nuestros hijos si constantemente hablamos de los errores arbitrales?
Es fácil comprobar que un porcentaje importante de las tertulias futbolísticas se dedica a mirar con lupa los errores de los árbitros y cómo ha afectado en un sentido y en otro a los equipos. ¿Quién se pone en la piel de los árbitros? Nadie. Ni los jugadores, ni los entrenadores ni los periodistas. Son criticados constantemente hagan lo que hagan. Nunca aciertan. Tengo contados con los dedos de una mano las veces que un árbitro ha salido ovacionado de un campo de fútbol. ¿Por qué esto no se da más a menudo? Y en este sentido, ¿qué mensaje les trasladamos a los más pequeños? Pues que la opción fácil y rápida es “echar la culpa al otro”.
Con este tipo de actitudes y conductas tendemos a reforzar lo que los psicólogos llamamos el locus de control externo, es decir, atribuir las causas de lo que nos pasa a elementos ajenos a nosotros. No sé si somos conscientes de que esta manera de ver las cosas nos debilita y nos hace tener menos control sobre nuestras vidas. Deberíamos reflexionar sobre ello y tender a asumir responsabilidades desde la posición de que el árbitro es humano, se puede equivocar, es más, se va a equivocar. Algunas veces te beneficiará y otras veces te perjudicará, pero siempre desde la autocrítica. Considero que hablar constantemente de los árbitros y sus fallos es la opción fácil y la rabieta del niño pequeño. Hoy te perjudican y mañana te beneficiarán. Son humanos y se equivocan.
Si fuéramos capaces de fomentar un locus de control interno (atribuir lo que nos pasa a variables que podamos controlar), nos irían mejor las cosas, además en todos los sentidos. Hace unas semanas se disputó la final de la Copa del Rey de baloncesto con una serie de decisiones arbitrales al final de partido que acabaron declinado la balanza a favor del Barcelona. Estuvimos días y días hablando de la actuación arbitral. ¿Tanto significa un título y tan poca importancia tiene las vidas del trío arbitral? Tengamos en cuenta que los árbitros son, en primer lugar, personas y después árbitros. Todos se echaron encima de ellos. ¿Acaso nos jugamos la vida? ¿Es cuestión de supervivencia? En ocasiones parece que sí. Solo Sergio Llull fue capaz de hacer un análisis sensato, respetuoso y cargado de autocrítica. Si queremos que nuestros hijos sean en un futuro adultos responsables, autocríticos, respetuosos y con capacidad de toma de decisiones, debemos fomentar y comenzar por aceptar nuestros propios errores y limitaciones.
¿Cómo es un partido de fútbol? Pues parece que el fútbol profesional se está convirtiendo, cada vez más, en batallas donde cada mes se juega “el partido del siglo” o “el partido de la temporada”. Además, el lenguaje que utilizamos subraya estos aspectos: “es un partido a vida o muerte”, “se juegan la temporada”, etc. ¿Sí? ¿Para tanto es? ¿Tanto nos estamos jugando? ¿Por qué hay tanta competitividad?
El campo de fútbol parece ser el lugar idóneo para expresar la rabia y frustraciones acumuladas a lo largo de la semana. Insultar al árbitro, al equipo contrario o, hasta incluso, a jugadores de tu propio equipo está más que normalizado. A nadie le sorprende ver o escuchar esto. Parece que pagar la entrada o el abono de la temporada te da permiso para esto. Y qué decir de algunos cánticos tan poco educativos y carentes de valores (hemos venido a emborracharnos). En las tertulias y debates de televisión y radio, los periodistas pierden los papeles y la objetividad como si les fuera la vida en ello: faltas de respeto constantes, no respetan turnos, no se escuchan de manera activa sino para dar una respuesta, por lo tanto, los debates se convierten en algo estéril. Y qué decir del fútbol base donde cada vez vemos más faltas de respeto y peleas entre padres de niños de apenas 6-8 años.
Con todo este panorama, me planteo hasta qué punto ir a un campo de fútbol es un lugar educativo para un niño. ¿No debería ser un lugar que ayudara a la educación y aportara unos valores que parece no aportar? ¿Y qué decir de los jugadores profesionales que anuncian apuestas deportivas? Al igual que se prohibió hace años la publicidad de bebidas alcohólicas y el tabaco, ¿por qué no se prohíbe el juego online si sabemos que muchos jóvenes caen de manera fácil en sus redes? Lo solucionan con un “apuesta con responsabilidad”. No sé si recordáis cuando hace ya algunos años el Atlético de Madrid publicitaba en su equipación una empresa que alentaba a la infidelidad.
Como decía el genial José Luis Coll, “un país habrá llegado al máximo de su civismo cuando en él se puedan celebrar los partidos de fútbol sin árbitros”. Parece que aún estamos lejos de esto, pero no hay que perder la esperanza. Hay que seguir luchando para que el fútbol aporte valores más positivos para nuestros hijos y la sociedad en la que vivimos. Necesitamos más modelos deportivos como Vicente del Bosque, Rafa Nadal o Pau Gasol. Qué grandes valores atesoran. Me siento muy feliz y orgulloso de que poco a poco el fútbol femenino vaya teniendo el lugar que merece. Ver en las últimas semanas como San Mamés y el Wanda Metropolitano se han llenado con partidos de fútbol femenino y con un comportamiento exquisito de las aficiones hace que sigamos luchando por conseguir un fútbol profesional con más valores.
Rafael Guerrero Tomás es psicólogo y doctor en Educación. Director de Darwin Psicólogos. Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.