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Columna
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Golpe de Estado póstumo

La piedra de toque y la respuesta al interrogante es el respeto a la regla de juego por parte de quienes nunca han respetado la regla de juego

Lluís Bassets
Protesta de estudiantes argelinos contra Bouteflika.
Protesta de estudiantes argelinos contra Bouteflika. MOHAMED MESSARA (EPA)

¿Transición o golpe? Todavía no se sabe. Desde la conquista francesa en 1830, han mandado siempre las botas sobre los votos. La tradición militar está muy arraigada en un país que nunca se rindió ante los invasores. La guerra de liberación anticolonial la hicieron también los militares y ellos fueron los que se apoderaron de la actual república. La transición democrática es un sueño, los golpes militares en cambio una tradición inveterada.

El pueblo, el señor de los votos, siempre ha sido manipulado y dominado por los señores de las botas. Sin pueblo no hay revolución ni independencia. Pero después de utilizarlo y de sacralizar su santo nombre, los militares lo han tirado al basurero de las palabras sin significado. Eso es la Constitución argelina, su multipartidismo, el sistema judicial, su falsa división de poderes y esa presidencia civil fake. Todo fake mucho antes de que se inventaran las fake news. Viejas fake antes de la nuevas fake.

Golpe a golpe se ha hecho este régimen, y en los aledaños del primer golpe ya estaba Buteflika, el presidente fake que nada preside porque a la vista está que no se halla en sus cabales. Manda la familia, los hermanos, los amigos de los hermanos, entre los que se encuentran los nuevos hombres fuertes del Gobierno recién nombrado, y mandan sobre todo los militares y sus servicios secretos, los que siempre han mandado. Cuidado: la ecuación vale para Buteflika, que siempre ha sido un civil a las órdenes de los militares, incluso cuando brevemente se disfrazó de militar en los últimos meses de la guerra de liberación, no fuera que no le alcanzara la leyenda de los muyahidines fundacionales, héroes venerados oficialmente por la República.

Los golpistas han envejecido pero la saben muy larga. Su especialidad son los golpes sordos, secretos, invisibles. Ganar tiempo, desgastar la protesta, provocar si hace falta. Es de lo que más saben los viejos militares surgidos de una feroz guerra de liberación y formados en buena parte en la Unión Soviética.

La piedra de toque y la respuesta al interrogante es el respeto a la regla de juego por parte de quienes nunca han respetado la regla de juego. Será una transición si se respeta la letra de la Constitución y el espíritu de la república soberana que supo emanciparse de Francia. De la ley a la ley.

Pronto se sabrá. Con Buteflika no hay transición. Por eso debe irse. Pudo suceder mucho antes, en 2014 cuando ya fue reelegido sin que estuviera capacitado para gobernar, y en los últimos años desde que se convirtió en un vegetal. Así lo dice la Constitución, que también dispone cómo proceder en la sucesión.

En vez de seguir la regla de juego, la camarilla que le rodea ha decidido aplazar las elecciones presidenciales y prolongar el mandato indefinidamente. Si nadie corrige esta decisión inconstitucional e ilegítima, a partir del 25 de abril, cuando termine el cuarto mandato presidencial, será oficial el nuevo golpe de Estado, el último, que será propiamente un golpe póstumo porque lo habrán dado en su nombre los amigos y familiares de un anciano incapacitado.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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