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La discreta faceta solidaria de Amancio Ortega

El hombre más rico de España creo en 2001, cuando Inditex salió a Bolsa, una fundación a la que destina unos 50 millones al año y en la que se implica de forma personal

Amancio Ortega en A Coruña en noviembre de 2018.
Amancio Ortega en A Coruña en noviembre de 2018. Europa Press
Maite Nieto
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Amancio Ortega es el hombre más rico de España y el sexto del mundo según la lista anual que publica la revista Forbes. Su fortuna se calcula en 50.400 millones de euros, una cantidad con la que la mayoría de las personas serían incapaces de calcular qué hacer. El empresario, de origen leonés afincado en Galicia, además de ser el fundador de un imperio de moda, Inditex, tiene una family office (plataformas de inversión que se encargan de gestionar el patrimonio de un único grupo familiar), Pontegadea Inversiones, que es la accionista mayoritaria de este holding y que, además, incluye una rama centrada en negocios inmobiliarios –Pontegadea Inmobiliaria– valorada en 2018 en casi 9.000 millones de euros.

Cuando alguien quiere retratar a Amancio Ortega surgen los tópicos: un hombre normal, una persona reservada, alguien a quien no le gusta el protagonismo, un visionario, un trabajador incansable, familiar, no pagado de sí mismo, con vocación internacional pero amante de su tierra… Todo es cierto, aunque últimamente la proyección social y la segunda boda de Marta, la más pequeña de sus tres hijos, le hayan hecho abandonar momentáneamente su buscada discreción y tirar la casa por la ventana para celebrar su enlace con Carlos Torretta, hijo del diseñador Roberto Torretta.

Salvo este episodio puntual, Amancio Ortega sigue fiel a la filosofía que ha guiado todos sus exitosos proyectos: orientarse a cosas que representen soluciones prácticas para problemas reales, con resultados visibles a corto plazo, con vocación de crecimiento y dirigidas a una mayoría. Las tres patas de esta forma de pensar valen igual para su empresa de moda que para la vertiente solidaria del empresario, la que precisamente ha querido desarrollar con la mínima publicidad posible. Una faceta que empezó modestamente pero que dio un salto cualitativo en 2001, precisamente coincidiendo con la salida a Bolsa de Inditex. “Hasta ese momento Amancio Ortega era un hombre rico”, explica una fuente de su empresa, “tenía algunos bienes personales, una empresa y deudas con los bancos como les ocurre a casi todos los empresarios, pero a partir de ese momento el patrimonio tangible de Amancio Ortega crece de forma exponencial “. Con la venta del 15% de sus acciones ingresa 1.000 millones de euros y es en ese momento en el que también surge la Fundación Amancio Ortega, a la que dotó con 60 millones de euros.

Acelerador de radioterapia instalado en el Hospital de la Vall d'Hebron gracias a la Fundación Amancio Ortega.
Acelerador de radioterapia instalado en el Hospital de la Vall d'Hebron gracias a la Fundación Amancio Ortega.Toni Albir (EFE)

Con no más de media docena de personas en nómina la Fundación ha ido creciendo especialmente desde 2012. “Es el estilo habitual de Ortega”, explica una fuente ligada a la entidad, “primero empieza de forma no demasiado grande para ir aprendiendo y según va acumulando conocimientos se lanza a proyectos más ambiciosos”. A pesar de estar entre las primeras fundaciones españolas por volumen de inversión –entre 40 y 50 millones de euros anuales– su presidente sigue manteniendo un perfil bajo y evita aparecer en actos públicos que pongan rostro a este proyecto que afronta a título personal y con fondos donados directamente por la family office de la familia Ortega. A veces, también muy de vez en cuando, son su mujer, Flora Pérez, y su hija, Marta, quienes hacen acto de presencia en algún acto ineludible. En otras ocasiones se encargan de representar a la fundación alguna de las otras tres personas que conforman su patronato: Pablo Isla (presidente de Inditex), José Arnau (vicepresidente de Inditex, de Pontegadea y de la fundación y responsable de la family office, o Antonio Abril, secretario general del grupo.

La fundación recibe todo tipo de peticiones, ambiciosas, pequeñas, personales e incluso insólitas. Quienes conocen su funcionamiento de cerca no desmienten que Amancio Ortega se haya implicado en algún proyecto más individual o particular, pero si los hay no quieren hablar de ellos porque es el estilo del ‘jefe’. Suelen ser los receptores los que descubren el secreto. Así ocurrió cuando el exalcalde de Busgondo, el pueblo leonés donde nació el fundador de Zara, contó diez años después que había sido él quien había donado una máquina quitanieves para la localidad. Y lo mismo ha sucedido con uno de los proyectos más ambiciosos de la fundación: los acuerdos suscritos con diferentes comunidades autónomas para donar un total de 320 millones destinados a renovar tecnología para el tratamiento y diagnóstico del cáncer.

Marta Ortega y su madre Flora Pérez, de camino a un acto de la Fundación Amancio Ortega con la Junta de Andalucía, en Sevilla en mayo de 2016.
Marta Ortega y su madre Flora Pérez, de camino a un acto de la Fundación Amancio Ortega con la Junta de Andalucía, en Sevilla en mayo de 2016.UEB (GTRESONLINE)

La fundación contesta y recibe todas las propuestas pero su forma de actuar no es la ayuda individual sino estar al tanto de las necesidades que existen y canalizar la colaboración a través de proyectos que la corporación aborda en su totalidad o en colaboración con entidades públicas o privadas que han demostrado su solvencia en terrenos muy concretos. Durante los cuatro años más álgidos de la crisis, Cáritas recibió de la fundación 40 millones de euros, y el Banco de Alimentos cuatro millones que se destinaron a mejorar las condiciones de trabajo de su actividad solidaria.

La educación y el bienestar social son las grandes preocupaciones de Ortega y, en consecuencia de su fundación, que también financia un importante proyecto de becas del que se benefician anualmente 600 alumnos de 4º de la ESO para cursar 1º de bachillerato en Estados Unidos. Los principales parámetros para seleccionarlos son sus notas y los ingresos familiares, que pesan un 60% en la decisión final. Escuelas infantiles, centros de educación especial, residencias para personas dependientes, programas de formación para profesores, un centro de rehabilitación de adicciones o un albergue y comedor para personas sin hogar, son algunas de las iniciativas que han contado con el apoyo de la Fundación Amancio Ortega.

Una iniciativa callada que tampoco se ha librado de las críticas porque siempre hay quien piensa que el empresario dona poco para lo mucho que gana. “Es inevitable”, dice una persona próxima a la fundación que también reconoce que este tipo de acciones conllevan buena imagen y descuentos fiscales para el empresario, “pero resulta curioso que siempre que se han producido este tipo de juicios negativos ha habido tanta gente que ha salido a defender nuestro trabajo, que han producido el efecto inverso al que buscaban”.

Los resultados se ven, los proyectos son tangibles y el dinero se entrega a organismos competentes que dan cuenta de cada euro que gastan. Amancio Ortega sigue con su estilo de siempre hasta para apuntarse a la corriente solidaria: hacer lo que quiere, devolver a la sociedad algo de lo que gana para mejorar el futuro y hacerlo sin anunciarlo a bombo y platillo. 

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Sobre la firma

Maite Nieto
Redactora que cubre información en la sección de Sociedad. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora de información local de Madrid, subjefa en 'El País Semanal' y en la sección de Gente y Estilo donde formó parte del equipo de columnistas. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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