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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Alemania enfría

La desaceleración de la locomotora europea afecta al conjunto de la UE

La canciller alemana, Angela Merkel.
La canciller alemana, Angela Merkel.FELIPE TRUEBA (EFE)

La eurozona volvió a reducir su ritmo de crecimiento en la segunda mitad del año pasado y ha entrado en este con un pulso débil. Ello a pesar de que la política monetaria del BCE sigue tendiendo a favorecer la recuperación. Pero el crecimiento económico, y en particular la inversión empresarial, parecen insensibles a los tipos de interés más bajos de la historia. El retorno de los riesgos de japonización del área monetaria va a depender en gran medida de la capacidad de la economía alemana para superar la inflexión que sufrió durante la segunda mitad del año pasado: en el tercer trimestre se contrajo su PIB y se estancó en el último. En el conjunto del año su PIB creció un 1,5% frente al 2,2% de 2017.

Pero más inquietante es el sexto descenso consecutivo en febrero en el indicador de confianza del sector empresarial del Instituto de Investigación, situado en el más bajo nivel desde diciembre de 2014. Su sector industrial y las exportaciones siguen seriamente amenazados por el incierto desenlace del Brexit, las tensiones comerciales generadas por EE UU y el menor dinamismo de China. Esas tres economías son destinos preferentes de las ventas alemanas. Las autoridades estadounidenses decidirán en las próximas semanas si elevan los aranceles a los automóviles europeos, lo que acentuaría la debilidad del sector, ya dañado por las normas sobre emisiones contaminantes. Además, el consumo tampoco da muestras de gran fortaleza a pesar de los bajos tipos de interés, de un desempleo históricamente reducido y de los aumentos salariales.

El contexto en el que la desaceleración de la locomotora europea tiene lugar y su impacto específico sobre el conjunto de la UE deberían obligar también a que las autoridades europeas asuman la necesidad de estimular la inversión del conjunto, especialmente en la eurozona. La pasividad ante esas amenazas de estancamiento puede pasar facturas adicionales en términos de bienestar de los ciudadanos y de su propia identificación con el necesario fortalecimiento del proyecto europeo.

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