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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Escalada peligrosa

Renunciar a los tratados de control de armas crea una situación muy volátil

Misil 9M729, cerca de Moscú.
Misil 9M729, cerca de Moscú.VASILY MAXIMOV (AFP/Getty Images)

Durante la Guerra Fría, EE UU y la URSS pusieron en marcha varios tratados para controlar la proliferación armamentística, con el objetivo de frenar una carrera absurda, que podía acabar con la vida en la tierra incluso por un error. Todo ese orden está a punto de saltar por los aires colocando al planeta en la situación más peligrosa en medio siglo. Washington y Moscú se preparan para abandonar este verano el tratado de armas nucleares de corto y medio alcance, el INF, el vértice del control de la proliferación. Pero además existen otras siete potencias nucleares. Todas están modernizando sus arsenales, incluso Corea del Norte, la más volátil y peligrosa.

El tratado INF busca prohibir los misiles de alcance medio, con un radio de 500 a 5.500 kilómetros, que son los que permiten golpear en el territorio enemigo de forma rápida y precisa y los más difíciles de detectar. Fueron ese tipo de armas las que desataron uno de los momentos críticos de la Guerra Fría, la Crisis de los Euromisiles, cuando las dos potencias desplegaron esos cohetes en Europa. El abandono del INF pondría al mundo en una situación similar, con el mismo teatro de operaciones. Además, representaría también un grave riesgo para el tratado Start, que limita las armas nucleares de largo alcance, renovado en 2010 hasta 2021.

La cuestión no está tanto en quién tiene la culpa —la situación comenzó a ser muy preocupante cuando Rusia rompió el acuerdo INF al desplegar sus misiles de crucero 9m729, con Obama al frente de la presidencia de EE UU—, sino cómo se puede frenar esta proliferación, activando todos los mecanismos multilaterales posibles para reconducir la situación de forma sensata.

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El Boletín de Científicos Atómicos, autoridad mundial en asuntos de proliferación, evalúa el riesgo global a través de lo que llama el Reloj del Fin del Mundo. Anunció en enero que está en su peor momento desde 1953, cuando el planeta vivía obsesionado con el invierno nuclear. No es tarde para devolver el genio atómico a la botella, pero el reloj sigue avanzando.

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