Asistimos al mayor espectáculo del mundo en la moda masculina
Así fue el desfile de Alta Sartoria que Dolce & Gabbana celebró en Milán
“Bombers de peletería con arabescos. Slippers cubiertas de perlas. Muchas batas lujosas y pañuelos al cuello con alfiler-joya. Astracán, boinas de artista y vaqueros manchados de pintura. ¡ARMIÑO! Cualquier superficie es susceptible de estar cubierta de piel, perlas o brocados. El gatopardo. Levita en terciopelo verde bordada con chinoiserie. ¡LUIS XVI!”. Si las notas que se toman durante un desfile sirven para hacerse a la idea de lo que uno vio, aquí tiene las que tomó el firmante durante la espectacular muestra de la colección Alta Sartoria de Dolce & Gabbana en Milán. Ocurrió el pasado diciembre en el Palazzo Litta, un magnífico edificio barroco decorado con espejos, sillas doradas, lienzos manieristas (falsos) y explosivos centros de flores (auténticas), y entre camareros con librea que sostenían bandejas con un número imposible de copas de champán.
Los desfiles de Dolce & Gabbana contienen tanta ironía como pasión sincera por la costura y la sastrería, nobles disciplinas fundadoras de la industria de la moda. La colección Alta Sartoria está compuesta de piezas únicas hechas a medida y bajo riguroso encargo. Es la expresión más lujosa y radicalmente decorativa del talento del dúo, y quizá en particular de Dolce, que es hijo de un sastre. En resumen: fantasía, virtuosismo y derroche.
En esta ocasión, las 104 salidas que desfilaron por los salones del Palazzo Litta estaban inspirados en la figura de Ludovico Sforza, El Moro, señor de Milán durante la segunda mitad del siglo XV y mecenas de Leonardo Da Vinci. Fue este Sforza quien encargó la reforma de la iglesia de Santa Maria delle Grazie al arquitecto Donatto Bramante y, cuando estuvo lista, adjudicó a Da Vinci el proyecto de La última cena.
La inspiración estaba clara (este año se cumplen 500 años de la muerte del genio), así que la ropa no podía ser ni abstracta ni divagatoria. Algunos modelos sostenían lienzos con los mismos cuadros que sus prendas reproducían en petit point. Y no se perdía de vista la idea de que muchas de esas prendas estaban diseñadas para vivir en un palacio sin tener por qué salir, en particular un abrigo larguísimo que solo podía ser arrastrado por suelos bien limpios.
Todo esto sonaba a música para los oídos de los invitados, una selección de millonarios venidos de Rusia, Estados Unidos, India, Japón e incluso China (teniendo en cuenta que este fue el primer desfile después de la súbita cancelación de aquel que iba a haber ocurrido 15 días antes en Shanghái). ¿Y para los mortales allí presentes? Bastaba con dejarse llevar y disfrutar de las retinas feliz y decorativamente saturadas.
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