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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cada vez se ven menos ovnis pero más ‘marcianadas’

Hay algo más inquietante que estar solos en el universo: que no quieran saber de nosotros

Jorge Marirrodriga
Un grupo de ufólogos otea los cielos en el parque Tierno Galván
Un grupo de ufólogos otea los cielos en el parque Tierno GalvánCRISTÓBAL MANUEL

Informaba este periódico en su blog de crónicas internacionales Mundo Global —perdón por la redundancia— que cada vez se avistan menos ovnis en Europa. Resulta llamativo que en la época de la historia en la que hay un mayor número de artefactos capaces de volar y, por tanto, susceptibles de ser confundidos con naves extraterrestres, la gente vea menos cosas. Alguna razón debe de haber. A bote pronto, podemos aventurar tres.

En primer lugar, tal vez los alienígenas entienden lo que es la Tierra: una milagrosa excepción de vida en un universo violento que hay que preservar a toda costa. Aunque son más inteligentes que nosotros, tampoco entienden los protocolos anticontaminación que proliferan en Europa; ni el porqué, ni cómo se aplican, ni por dónde pueden circular o no. Lo de la pegatina de la DGT les supera. Pero sucede que en vez de hacer como los humanos y saltarse las leyes han decidido esperar a ver si se aclara el panorama, porque, además, otra cosa no, pero la multa seguro que les llega. Probablemente no volvamos a verlos.

En segundo término, no encuentran a nadie capaz de atender su petición, “llevadnos ante vuestro líder”. Vivimos tiempos revueltos en los que todos quieren dar órdenes, pero nadie está dispuesto a seguir un mínimo consejo. El “llevadnos ante vuestro líder” puede desatar el caos, por ejemplo, en Caracas, en el Palau de la Generalitat o en una sede local de Podemos. Lo han intentado con millones de adolescentes que, sin apartar la vista de una pantalla, al menos, les han respondido: “Sí, papá —o mamá—, ahora mismo acabo”. Luego han pasado horas y el joven ni ha dicho una palabra más ni se ha movido.

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Finalmente, han descubierto que ya hay marcianadas en la Tierra. Así se explican cosas como que mientras en Venezuela una chispa puede provocar una horrible guerra civil, los líderes internacionales celebren cumbres como si aquello se tratara del tren a Extremadura, es decir, una cuestión que no tienen prisa por solucionar; o que Trump haya roto los tratados de No Proliferación Nuclear y Putin anuncie que construirá misiles hipersónicos —no sabemos lo que hacen, pero suena fatal—, o que vuelvan los despidos por miles, pero sigamos insistiendo en que todo va muy bien.

Hay algo más inquietante que estar solos en el universo: que no quieran saber de nosotros.

Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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