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“La vejez es parte de la vida, pero nos tratan como un estorbo”

Paca Tricio, de 72 años y una de las activistas de la tercera edad más guerreras, denuncia la precariedad a la que se está llevando a las personas jubiladas

Un grupo de ancianos juega a las cartas en Madrid. Jubilados en Madrid.
Un grupo de ancianos juega a las cartas en Madrid. Jubilados en Madrid.VÍCTOR SAINZ

Los afluentes que han sido el activismo y la implicación en los movimientos sociales a lo largo de la vida de Paca Tricio siguen manteniendo su caudal ahora que ya pasa los setenta. Puede que incluso sean más caudalosos. Presidenta de la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España (UDP) y secretaria de la Plataforma de ONG de Acción Social (POAS), publica La rebelión de los mayores (Ediciones Península), una radiografía de los mayores de hoy pero también el relato digno de los motivos de la indignación de todos aquellos hombres y mujeres que en febrero de 2018 se lanzaban a la calle para hacer lo que la generación de Paca Tricio lleva décadas haciendo: luchar. Una lucha social que abre múltiples vertientes: la sostenibilidad a futuro de las pensiones, la precariedad de los jóvenes, la nula presencia en la vida pública de los mayores, los manidos clichés que giran en torno a la tercera edad y la discriminación a la que se enfrentan simplemente por tener más edad. Cuestiones todas ellas a las que no deberíamos ser ajenos porque como dice en el libro, puede que ahora no lo veamos pero algún día todos llegaremos a ocupar el lugar que ellos ocupan ahora. Es una cuestión de justicia social.

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Pregunta. La esperanza de vida ha aumentado, nacen menos niños y nuestra población envejece. Esto que ya de entrada se plantea como un problema a futuro en términos económicos, ¿cómo propondría solucionarlo para que hoy se puedan pagar pensiones razonables sin trasladar a las próximas generaciones dificultades para recibir una pensión?

Respuesta. La única manera es que se siente de nuevo el Pacto de Toledo y ver a largo plazo qué va a pasar en este país con la llegada del baby boom a la jubilación, y con el mantenimiento de las pensiones actuales tal y como manda la Constitución aplicando el artículo 50 –que vela por no perder poder adquisitivo–. La política debe actuar, rectificar, complementar, modificar, lo que en su día fue el Pacto de Toledo, y que nos ha traído hasta aquí en muy buenas condiciones, porque si no, nuestros hijos y nuestros nietos lo van a tener muy complicado.

No podemos seguir sin querer ver que hay que adecuar las cosas a la cuestión del envejecimiento actual: la sanidad y las condiciones de vida cada vez nos permiten vivir mejor, más tiempo y en mejores condiciones. La edad que más crece es la de los 100 años, lo que quiere decir que hay centenarios pero que va a haber cada vez más.

P. Sostiene que el derecho a recibir una pensión debería incluirse en la Constitución como un derecho fundamental y que sería parte de la solución. ¿Por qué cree que es importante que quede recogido?

R. Creemos que deben blindarse las pensiones en la Constitución – aunque parece que no hay mucha voluntad política de hacerlo – porque el artículo 50 no las blinda, y la prueba está en que se lo han podido pasar por alto y nos han dado una subida del 0,25%. La Constitución hay que cumplirla porque si no la cumplen los políticos, ¿qué se supone que debemos hacer los ciudadanos?

Es cierto que es probable que lo más sensato sea ir hacia una Constitución distinta porque España también es un país muy distinto del que la vio nacer hace 40 años. No todo tiene que quedar ad infinítum, de acuerdo, pues vayamos a modificar lo que no se puede cumplir para ver cómo lo solucionamos. Y no pasaría nada si nos preguntaran a los mayores, por cierto.

P. "No existe un colectivo más grande desde el punto de vista de población y más importante en cuanto a influencia en la historia reciente del país que tenga a la vez menos presencia pública que el formado por los ciudadanos de más de 65 años”, dice usted en el libro. ¿Se debería tener en cuenta a los mayores en la reforma de las pensiones?

R. Lo que sería bastante inteligente sería escucharnos y saber qué es lo que estamos pidiendo. Hay quien cree que queremos quitar el dinero a nuestros jóvenes. Eso es un verdadero insulto a nuestra inteligencia y una absoluta mentira.

Siempre cuento que yo ya tengo mi pensión. Es una pensión digna y puedo vivir de ella pero, ¿qué van a hacer las generaciones posteriores? ¿Van a vivir como vivimos ahora? ¿Y qué ocurre con las pensiones más bajas? Habrá que arreglar la economía del país, y cargar más a los que tienen más y menos a los que tienen menos. Hay pensiones indignas de 400, 600, 700 euros y en este país con ese dinero no se puede vivir, y, menos aún, sostener a los hijos que no pueden hacerlo por sí mismos.

P. Partiendo de que hoy no todo el mundo puede acceder a un plan de pensiones, y de que es imposible una pensión digna sin un salario digno, la cosa está complicada.

R. Yo vivo mejor que mis padres, y mis hijos y mis nietos tienen que vivir mejor que yo, y esto no va a suceder si no se toman medidas urgentes. No queremos arruinar el país, lo que queremos es que haya unas condiciones dignas y quizás para conseguir esto lo primero que se debería hacer es derogar la reforma laboral que se inició hace siete años porque con ella se ha generado y se genera precariedad. Resulta que de jóvenes activos van a pasar a jóvenes dependientes de sus padres. Eso no es natural, es una aberración.

P. Y estáis saliendo a la calle para decirlo…

R. Hoy en día los mayores estamos saliendo a la calle en masa, y en todos los lugares del país. La cuestión es si estas movilizaciones tienen la suficiente fuerza para que nuestros políticos se muevan. Yo creo que sí porque no solo son las movilizaciones, son voces como la mía y la de tantísimos otros que hemos dicho “hasta aquí hemos llegado y no vamos a dar un paso atrás”. Nosotros somos el presente, pero lo vuelvo a decir alto y claro: el futuro son nuestros jóvenes y están siendo ninguneados con sueldos miserables, tiempos cortísimos de cotización, y así no van a poder tener una pensión en el futuro. Hay que tener tiempos suficientes para poder cotizar.

Por cierto, que las pensiones son producto de nuestro trabajo y de nuestros impuestos, que a veces parece que nos las regalan. Ahora estamos recogiendo un fruto que se suponía que tenía que estar guardado en una caja y que resulta que ha volado. Ojo, que seguramente se haya empleado para cosas que se necesitaban más, no lo pongo en duda, pero ahora hay que devolver a la caja de pensiones lo que se ha cogido con intereses de mercado, que sería lo mismo que nos harían a cualquiera de nosotros cuando vamos a pedir un préstamo.

P: Lo más preocupante – o curioso – de todo esto es que los que salgáis a la calle seáis vosotros. ¿Echáis de menos a los jóvenes?

R: Los echamos en falta. Aquí tendríamos que estar todos unidos cogidos de la mano. En la última parte del libro hago una carta a los jóvenes y otra a los mayores. Con los jóvenes soy muy clara: si los mayores no ganamos hoy esta lucha, los únicos perjudicados van a ser los mayores del mañana. Y a los mayores les digo claramente que somos nosotros quienes tenemos que empoderarnos porque nadie va a hacerlo en nuestro lugar ni va a sacarnos de la invisibilidad en la que a veces se nos tiene. Tenemos que ser los mayores quienes demos un paso al frente y digamos que no somos de cristal, que somos personas de carne y hueso. Que queremos ser escuchados y mirados.

P. Decía la periodista Rosa Montero en una columna en este mismo periódico que “lo peor de envejecer es que por dentro sigues siendo el mismo, de manera que cada vez hay un conflicto mayor con ese cuerpo que se derrumba”. Hablas de envejecimiento activo y del talento, de las ganas de aprender y del conocimiento que atesoran los veteranos. El concepto que teníamos de vejez no describe la realidad de las personas mayores actuales…

R. Hoy en día no nos identifica para nada el concepto que se tiene de “vejez”. Este es otro de nuestros enfados: yo no me parezco en nada a mis padres o mis abuelos. Yo por la mañana me levanto, me arreglo, me gusto, y salgo a la calle pisando fuerte. Efectivamente, a veces el cuerpo no acompaña, pero si la mente funciona podemos hacer lo que queramos. Podemos ser como el científico Stephen Hawking, cuyo cuerpo no funcionaba, pero eso no le frenó para hacer todo lo que hizo a lo largo de su vida. O podemos ser como el montañero Carlos Soria, que con 80 años cumplidos va a volver a subir otro ochomil con la rodilla recién operada. Hay muchos ejemplos de gente muy mayor haciendo grandes cosas.

Yo tengo 72 años y estoy estupenda. No me permito estar de otra manera. Yo quiero vivir con calidad, y no me voy a permitir vivir de otra manera. Quiero disfrutar de lo que hago, quiero traspasar lo que sé, lo que conozco, mis errores, a la gente joven, a mi entorno y a todo el que me quiera preguntar. El envejecimiento es una trayectoria de vida, pero nos pintan de una manera que parece que somos un estorbo. No nos sentimos identificados con esa idea, ya no existe ese mayor de la boina, somos gente preparada, con mucha fuerza y que estamos dispuestos a pelear.

P. ¿Qué planean para 2019 desde la UDP para mejorar los derechos de los mayores de hoy y de mañana?

R. Vamos a seguir visibilizando a los mayores de hoy y a seguir concienciando a la gente de que los mayores de 65 años no somos un estorbo. Hay que desterrar la idea de que somos un objeto de “gasto” porque también somos una fuente de ingreso para el país gracias a nuestras aportaciones – en los viajes a las playas fuera de temporada alta o en el uso del transporte, por ejemplo – . El año pasado fuimos el 15% del producto interior bruto, si eso no es aportación a la economía es que estamos en un país con una mirada muy poco adecuada. No se puede tirar a la basura la aportación y la experiencia de millones de personas. Es un desperdicio que no se puede permitir ningún país.

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