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A la sombra de un árbol

Este es el tercer artículo de una serie sobre el día a día de un equipo de expertos españoles que lucha para eliminar la enfermedad del pian en Namatanai, en Papúa Nueva Guinea

Uno de los niños a los que atiende este equipo de expertos en pian.
Uno de los niños a los que atiende este equipo de expertos en pian.ISGlobal

Antes de que salga el sol, ya estamos todos en pie repasando todo lo que ya hemos mirado quinientas veces, pero es tanto material, tantos procedimientos y tantos equipos que siempre hay algún detalle que se nos pasa... y no te das cuenta hasta que llegas a una aldea sin cobertura de teléfono a cuatro horas del hotel donde está todo el material. Por ejemplo, de que a la caja del equipo siete no le pusimos suficientes gasas, a la caja del equipo 12 le faltan pilas para el lector de serologías… ¡Pero así es el trabajo de campo!

La administración masiva de medicamentos durará aproximadamente una semana. Diariamente cada equipo visitará y tratará una de las tres o cuatro aldeas que hay por comarca. Así, al cabo de cuatro o cinco días todas las aldeas deberían estar tratadas y los días sobrantes da la semana se usan para el mop-up, es decir, se vuelven a visitar rápidamente las comunidades para buscar a miembros que no estaban presentes el día de la administración masiva.

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EL PRIMER CAPÍTULO DEL DIARIO: La isla con el cielo de mil colores
SEGUNDO CAPÍTULO DEL DIARIO: Un ejército de 200 personas

Cada día, los supervisores salimos cada uno con un vehículo a visitar a los equipos y ayudar a activarlos: ayudarles a ponerse en marcha y organizarse rápidamente, o a modificar ciertas prácticas para que el equipo sea lo más eficaz posible.

Al llegar a las aldeas, el jefe del equipo da una explicación o tok save (talk del inglés –hablar– y save del verbo saber) a la comunidad de lo que se va a hacer ese día y cómo vamos a proceder. Siempre intentamos que haya miembros del equipo de cada aldea para que sean conocidos y familiares del lugar, lo que facilita mucho las cosas. En seguida aparecen niñas y niños portando sillas y mesas de la escuela para que podamos sentarnos y organizarnos, después traen contenedores y botellas viejas con agua potable, colocan todo bajo la sombra de algún árbol y comienza el trabajo.

Los miembros de la comunidad hacen fila para registrarse en el censo que hicimos meses antes de comenzar —visitando casa por casa y preguntando cuántas personas viven dentro—, así podemos saber si falta alguien. Como no existen ni documentos de identidad ni censos oficiales desde el 2011, esta es la mejor manera para hacernos una idea de la población que hay en la isla. Si hay nacimientos o defunciones el censo se modifica en el momento del registro. Después, hacemos un cuestionario con criterios de exclusión para saber si esa persona puede tomar la medicación y si tienen algún síntoma o dolencia antes de comenzar.

Esta vez estamos intentando hacer el cambio milenario del papel al móvil, de modo que todo este registro se hace con una aplicación muy sencilla que permite ir mucho más rápido que haciéndolo con papel y bolígrafo y nos ahorra el trabajo posterior de meter los datos de 50.000 personas en el ordenador. Disponemos de baterías portátiles para poder recargar los móviles. Nuestra intención es cambiar a cargadores solares cuando lo permita el presupuesto.

Por último, se ofrece la medicina, en forma de pastilla para las personas adultas, y de jarabe para las más pequeñas. Se apunta en un registro cuántas pastillas se dan y a cuántas personas. Sobra decir que cada persona es completamente libre de decidir si quieren participar y tomarse o no la medicina, pero por lo general todo el mundo da la bienvenida a cualquier tratamiento médico, algo de lo que raramente disponen.

Siempre que voy a activar a un equipo, hago todas las funciones al menos una vez y pongo ejemplos de todos los problemas que se pueden encontrar. Durante el primer día de trabajo, explico al equipo que (como bien saben) muchos niños no conocen la edad que tienen, y aunque la dosis de azitromicina depende del peso, nosotros usamos una regla de edad, que es mucho más fácil.

En ocasiones, muchos niños saben en qué año nacieron pero no se han parado nunca a calcular cuántos años tienen. ¿No es fantástico? Es otra forma de ver la vida

Necesitamos un poco de intuición. Una opción es decidirlo un poco a ojo viendo el tamaño del niño. Después de tratar a miles de niños te aseguro que te conviertes en un auténtico experto en adivinar edades.

En ocasiones, muchos niños saben en qué año nacieron, pero no se han parado nunca a calcular cuántos años tienen. ¿No es fantástico? Es otra forma de ver la vida… Pues, en estos casos, los trabajadores sacan rápidamente una calculadora para restarle 2018 (o ahora ya 2019) y saber cuántos años tienen -¡Es genial!

En una ocasión una madre con un bebé en brazos vino a pedir medicación para su pequeño con una fea úlcera en la pierna.

–¿Cuántos años tiene?, pregunté. 

Pife (cinco), me dijo. 

–No señora, ese bebé no tiene cinco años.

La mujer mira para su pequeño y levantando una ceja me pregunta... "One? (uno)". Como si estuviéramos negociando la edad del bebé. "Okay, one it is".

Cuando estamos activando o visitando a los equipos, es importante intentar que sean lo más independientes posible, ya que solo puedes estar con ellos unas horas antes de moverte a visitar a otro equipo. Al hacer una visita, te puedes encontrar con equipos muy bien organizados que llevan trabajando desde el amanecer, o más comúnmente que faltan cuatro miembros del equipo que no se habían enterado que empezábamos hoy o que no fue un vehículo a recogerlos o que el jefe de ese equipo ha decidido que comenzamos mañana.

El primer día siempre es caótico y contamos con ello, pero al cabo de unas horas, el engranaje funciona y pasamos a ser espectadores. A Papúa Nueva Guinea la llaman la tierra de lo inesperado, pero para nosotros más bien es la tierra en la que todo es posible.

Camila González es investigadora del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Caixa.

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