_
_
_
_
IDEAS
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El cuerpo de Julen

El delegado del Gobierno y muchos periodistas evitaron cuidadosamente la palabra "cadáver"

Vista del cerro donde se busca a Julen, en Totalan.
Vista del cerro donde se busca a Julen, en Totalan.Fermin Rodriguez.
Álex Grijelmo

Algunas palabras no deberían juntarse nunca.

Más información
La trampa de la palabra “hembrismo”
‘Feedback’: la respuesta es de todos

Los sustantivos “niño” y “cadáver” representan el principio y el final de la vida. Sus significados antitéticos nos parecen imaginariamente incompatibles, aunque resulten realmente posibles. Entre una palabra y otra tendrían que mediar decenios de existencia, de pensamiento, de ilusión, de decisiones libres, de tristezas y de risas. Cuando “cadáver” y “niño” aparecen en la misma oración, todas esas ideas se desvanecen y producen un vacío interminable.

El niño Julen fue rescatado exánime del pozo al que había caído 13 días antes, y los medios y los cronistas que sienten la medida de las palabras evitaron unir esos dos términos opuestos, tal vez por esa inconsciente sensación de incompatibilidad.

Así, los mineros valientes que se abrieron camino hasta lo hondo del pozo hallaron “el cuerpo sin vida”, “el cuerpo de Julen”.

Por supuesto, otros periodistas usaron la palabra “cadáver”, legítimamente, con transparencia y precisión. Y en ocasiones la incorporaron los editores en títulos y destacados aunque el enviado especial la hubiera evitado en su crónica. Pero quizás sufrieron al hacerlo un respingo de dolor.

Llaman la atención los datos que ofrecía Google este jueves al cruzar “rescate”, “cuerpo”, “Julen” y “Totalán” (la localidad del suceso) frente a la combinación que sustituye “cuerpo” por “cadáver”: 5,4 millones de resultados en el primer caso, y sólo 167.000 en el segundo.

El delegado del Gobierno, Alfonso Rodríguez, pensó un instante el sábado día 26 de enero, a las 9.07, cuando anunció que el juez había procedido al levantamiento. Una fórmula tan manida como “se procedió al levantamiento del cadáver” le vino quizás a la mente, pero en unos milisegundos de duda cambió una palabra por otra: “al levantamiento del cuerpo”, dijo.

Pronunciamos “cadáver” desde hace más de 2.500 años, porque se decía igual en latín, idioma que heredó para ese vocablo la raíz indoeuropea kad- (asociada a su vez con “caer”: etimológicamente, “cadáver” significa “cuerpo caído”).

Esta rama léxica nos ha dado también “caduco” y “cadencia”, y “decaer” y “ocaso”, a través del verbo latino cado, cecidi, casum (caer, sucumbir).

“Cadaver” significaba también en la lengua de Roma “carroña”, y durante más de 28 siglos (desde el nacimiento del latín hasta ahora) se ha relacionado con la imagen de la muerte. Hoy los cadáveres se ocultan a nuestra vista, incluso en las imágenes de las grandes catástrofes y en los atentados. Pero antiguamente se apilaban en las esquinas durante las épocas de guerra, y se trasladaban en carros por las calles embarradas en los tiempos de hambruna o de gripe mortífera. Pasarán decenios hasta que un tratamiento aséptico limpie esa evocación de la cadaverina, el hedor de la carne descompuesta llamado de antiguo “calabrina”.

El cuerpo puede estar muerto pero también puede estar vivo, mientras que al cadáver no le cabe esa elección. Por eso la palabra “cadáver” causa un dolor añadido cuando acompaña a “niño”, y por eso el sufrimiento se alivia con alternativas como “recuperaron el cuerpo” o “rescataron a Julen sin vida”.

El resultado del suceso de Totalán no lo van a cambiar las palabras, desde luego. No podemos modificar los hechos. Sin embargo, muchos periodistas hicieron una elección cuidadosa de los vocablos para atenuar la crudeza que transmiten. Eso no se debe consentir para el engaño, pero sí para la piedad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_