12 fotosAulas que se caen a pedazosUn programa en Guatemala está dotando de módulos prefabricados a colegios rurales con enormes carencias en sus infraestructurasPablo Linde28 ene 2019 - 08:37CETWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceGuatemala es uno de los países de Latinoamérica que menos dedica a educación. A pesar de ser el ministerio que más fondos recibe, se queda en un 2,9% de su Producto Interior Bruto, cuando la media de la región es casi el doble: el 5,5%. Carlos Carrera, representante de Unicef en el país, califica la situación como “preocupante”, con enormes abismos de desigualdad entre la cobertura a las clases altas y bajas, especialmente en secundaria. En algunas zonas rurales, las infraestructuras son ruinosas y prácticamente ponen en peligro a los propios estudiantes y docentes. En la imagen, la escuela de Caserío Almolonga, en San José. María Eugenia Barrios Robles de Mejía, viceministra de educación de Guatemala, explica que muchos centros llevaban más de 50 años sin mantenimiento. “Los maestros han sido lindos, han tocado todas las puertas para conseguir reparaciones: alcaldes, empresas, ONG, diputados, o pedían al más pudiente de la región”, explica. El Gobierno de Guatemala está implementando 2.000 aulas modulares como la de la imagen, especialmente en las zonas rurales, que son las que más lo necesitan. También están remozando otros 3.000. Lo hace con un préstamo al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que ha facilitado la logística para este reportaje. En la aldea La Libertad viven 1.500 personas y a su colegio van 130 alumnos. Su directora, Yolanda Magalí de León, explica que hasta que pusieron la nueva aula modular, se veían obligados a dividir los espacios con una lámina metálica; así dividían un espacio en dos, porque de otra manera no cabían. La aldea La Libertad está en Camotán (Chiquimula), una zona rural y pobre donde la mayoría de la población vive de la agricultura. La directora de su colegio cuenta que la mayoría de los niños, cuando terminan los estudios, van a trabajar con sus padres al campo, o viajan a las fincas cafeteras, que están en regiones cercanas, a recolectar los granos. Gabriel Carranza, padre de uno de los niños de la escuela de la Libertad asegura que su idea sería que sus hijos llegasen a la universidad, pero que eso es casi imposible. “Económicamente no todos nos lo podemos permitir”. La escuela de Caserío Almolonga, en San José, tiene 187 alumnos. Muchos de ellos estudian en aulas con condiciones precarias, incluso “peligrosas”, según Elmer Ortiz, su director. En la escuela de Casería Almolonga han instalado recientemente dos aulas nuevas, que son realmente las únicas que pueden ser llamadas así. El resto están ubicadas en galeras o edificios precarios. Para la construcción de las nuevas aulas prefabricadas, los padres de la comunidad se implican haciendo los trabajos más básicos de las obras. En la Escuela Silvia Rivera de García, en Comapa, los padres hacen turnos para preparar el almuerzo de los alumnos. El centro tiene casi 750 alumnos en dos turnos: mañana y tarde. Las nuevas aulas modulares que se están instalando en la Escuela Centroamérica tienen “muy buena luz”, en palabras de la profesora Reyna Oralia Sakil. “En la que estábamos antes era oscura y el techo goteaba. Pero no solo es el inmueble, también las sillas y mesas, que ahora son más resistentes; antes se quebraban y no había dinero para repararlos”, asegura.Aula de la escuela de Caserío Almolonga, en San José.