El homófobo
Él otea el horizonte y descubre su presa. No sabe que es un homófobo, porque desconoce el significado de esta palabra y porque hacer chistes sobre maricones le parece un deporte nacional. Se pone contento cuando se le acerca alguien que él cree que es uno de ellos. Se apresura a informar a sus compañeros, para que disfruten del espectáculo. Interpela a la víctima, tirando de tópicos y clichés. Se siente orgulloso de su hombría y virilidad, y le parece de una justicia elemental mofarse de quien no se ajuste a su código. Por no saber, no sabe siquiera si su víctima es o no homosexual, pero él ha vislumbrado en su pose o en su voz el dato irrefutable: es un mariquita y hay que castigarlo. Y él se cree una buena persona, porque seguramente trata bien a los suyos y es apreciado por sus compañeros y amigos. Pero su víctima, que soy yo, quiere decirle que no lo es. Y, también, solo para su información, que no, que no soy homosexual.
Juan Fernández Sánchez. Madrid
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