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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La mala reputación

El BBVA debe decidir qué afecta más a su reputación: que González siga o que se vaya

El presidente del BBVA, Carlos Torres Vila, y Francisco González (derecha).
El presidente del BBVA, Carlos Torres Vila, y Francisco González (derecha).EL PAÍS

La reputación de una empresa es una parte muy importante de su valor y de su solvencia. Mucho más en un banco cuyo negocio depende de la confianza de sus clientes y accionistas. El Banco Central Europeo (cuyo vicepresidente es Luis de Guindos, exministro de Economía español) ha mostrado su inquietud por la pérdida de reputación que puede estar sufriendo el BBVA por lo que está sucediendo en su seno. A saber, que la anterior cúpula directiva (muy focalizada en su presidente Francisco González) contrató supuestamente los servicios de esa mafia policial que representa el comisario Villarejo para defenderse de la entrada de nuevos accionistas en el banco, y que esta mafia utilizó para hacerlo procedimientos de extorsión y espionaje a personas privadas, funcionarios, políticos, etcétera, que quizá por el tiempo pasado pueden haber prescrito como delitos.

Para la reputación de la entidad y para el BCE es indistinto que hayan prescrito o no. Lo significativo es que se ejercitaron esas prácticas violentando todos los códigos de gobernanza y éticos de que se había dotado. Si se confirman, ello significaría que Francisco González habría estado practicando exactamente lo contrario de lo que predicaba (de lo que hacía permanente alarde). El BCE teme, además, que esta corriente de reputación a la baja (en un sector que no está precisamente en su mejor momento en cuanto a lo que los clientes opinan de él) se pueda extender a otras entidades.

Lo que el BCE —y los sindicatos del banco— exige al BBVA es que acabe de una vez una investigación interna sobre estos asuntos que inició en junio —es decir, hace ya siete meses— y concluya sobre las responsabilidades de cada uno, actuando en consecuencia. Francisco González se jubiló el 31 de diciembre (varios meses antes de lo que había anunciado) y es presidente de honor de la entidad y de su fundación; en el momento de irse se concretó el monto del plan de pensiones que lleva consigo, de casi 80 millones de euros, una cifra propia de economías feudales. González se ha ido sin despedirse de sus accionistas en una junta general. Ahora, el BBVA debe decidir qué afecta más a su reputación: que González siga o que se vaya.

Paralelamente a esta situación, que se agrava conforme van apareciendo nuevos datos, la Fiscalía Anticorrupción ha anunciado que actuará de oficio. También es preciso demandarle que acelere sus pesquisas y proteja, de la forma que sea conveniente, a todas esas personas que están siendo agredidas en su intimidad, por el efecto multiplicador de ese camión de la basura que son algunos medios de comunicación.

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