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Columna
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Tal como éramos

Los partidos de extrema derecha se han apropiado de las políticas familiares y prometen bienestar para quienes sigan el canon

Ana Fuentes
El ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini, y el presidente de Hungría, Viktor Orban, el pasado agosto en Milán.
El ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini, y el presidente de Hungría, Viktor Orban, el pasado agosto en Milán.MARCO BERTORELLO (AFP)

La nostalgia recorre Occidente. Donald Trump, Matteo Salvini, Viktor Orbán, Marine Le Pen, Santiago Abascal, se ofrecen a salvar a los ciudadanos del nihilismo moral. Los partidos de extrema derecha se han apropiado de las políticas familiares y prometen bienestar para quienes sigan el canon. Más matrimonios entre hombre y mujer como solución al problema de natalidad. Como decía el filósofo Edmund Burke, individuos arropados por su historia, su tradición y su cultura, que no conciben libertad sin decencia ni decencia sin jerarquía.

Ese relato que idealiza a un tipo concreto de familia sirvió en los años cincuenta para inocular ciertos valores y avivar el consumo después de la guerra, pero hoy sabemos que no se sostiene. La natalidad no empezó a caer porque hubiera menos matrimonios tradicionales. Otros factores han pesado más: la deuda de los hogares, la incertidumbre, la subida del precio de los pisos, la dificultad de los jóvenes para emanciparse. Casarse no inmuniza contra la pérdida de poder adquisitivo.

En esta reinvención de la historia se manejan supuestas estadísticas sobre el mayor índice de fracaso escolar de los hijos de divorciados o de madres que trabajan fuera de casa. Cualquier mal contemporáneo tiene que ver con que los individuos hayan abandonado el esquema de familia tradicional. Se siguen financiando estudios como el de Robert Rector para el think tank neoliberal Heritage Foundation, titulado El matrimonio, la mejor arma de Estados Unidos contra la pobreza infantil (2012), en el que las políticas públicas no son el factor determinante. Una revisión en 2008 de más de 70 investigaciones sociológicas en EE UU concluyó que el hecho de que las madres trabajen fuera de casa no tiene de por sí un impacto negativo en los niños. Lo que sí les afecta es que sus progenitores estén sometidos a varios empleos, horarios cambiantes y condiciones deplorables.

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Los políticos que en Polonia o Italia alaban a las madres (a los padres ni los mencionan) que cuidan a sus hijos a tiempo completo obvian que muchas han vuelto a casa porque no encuentran trabajo o no ganan lo suficiente para contratar a alguien. En Estados Unidos, el conservadurismo radical vende una simplificación del pasado. Se inspira en los años cincuenta del sueño americano, los suburbios y el baby boom, que se usaron desde Hollywood para que la familia fuera el foco del entretenimiento. Olvida que solo eligió a los blancos anglosajones protestantes. “Esas familias felices y homogéneas que recordamos de los años cincuenta son en parte el resultado de la negación de la diversidad que se hacía desde los medios”, explica la historiadora Stephanie Coontz en The Way We Never Were: American Families And The Nostalgia Trap. Para un cuarto de la población, entre 40 y 50 millones de personas, nunca hubo un jardín con valla blanca: eran pobres y no recibían ninguna ayuda.

@anafuentesf

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Sobre la firma

Ana Fuentes
Periodista. Presenta el podcast 'Hoy en EL PAÍS' y colabora con A vivir que son dos días. Fue corresponsal en París, Pekín y Nueva York. Su libro Hablan los chinos (Penguin, 2012) ganó el Latino Book Awards de no ficción. Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y es máster de Periodismo El País/UAM.

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