La apuesta de Errejón y Carmena
Todo se fía a que mayores y jóvenes se entiendan en una narrativa común desde una izquierda que salga masivamente a votar
Los partidos con bases electorales jóvenes disponen de un arma de doble filo. Aunque se puede argumentar que anticipan transformaciones sociales y recogen la pulsión de cambio colectivo, sus mimbres de apoyo también son más frágiles. Los jóvenes son un electorado evanescente: en algunas ocasiones participan en las elecciones y en otras no. Por lo tanto, saber dar con la tecla no siempre es fácil, pero es cierto que cuando se implican pueden ser decisivos. Las midterms en EE UU o las elecciones en Reino Unido son dos ejemplos claros en los que su movilización marcó la diferencia. Las llamadas “alcaldías del cambio”, y muy especialmente la de Manuela Carmena, no fue diferente.
La decisión de Íñigo Errejón de concurrir ligado a la marca de la alcaldesa en la Comunidad de Madrid es racional en dos sentidos. Lo es hacia adentro porque ahora esta nueva marca se libra de los condicionamientos de las listas que venían impuestas por una dirección nacional que prefiere su derrota y quería tutelarle. El errejonismo gana autonomía en una campaña electoral que sabemos que cada vez es más decisiva para decantar el resultado. Pero, además, la decisión es racional cara al exterior porque se quita el lastre de las siglas de Podemos. Para lo bueno y para lo malo, ya no hay más etiqueta que el candidato. Desde ya mismo, Errejón y Carmena son un ticket integrado.
Es obvio que las elecciones del 26 de mayo iban a ser cruciales para ambos al margen de la marca con la que concurrieran, ya que se la juegan a poder sumar. Lo paradójico es que las confluencias, que antes eran el mal menor de Podemos ante su falta de músculo organizativo, hoy son la tabla de salvación de un espacio a la izquierda del PSOE que reconoce explícitamente que su proyecto debe revisarse. No es para nada descartable que a futuro podamos ver conformado un nuevo partido político con organizaciones autonómicas diferentes de esta guisa, más cercanos a Compromís o la antigua Iniciativa per Catalunya-Verds que a la presente Izquierda Unida. Un espacio que sería una suerte de polo roji-verde de estructura federal aún por configurar.
En todo caso, y sin correr tanto, queda por saber si otros partidos se suman a Errejón en Madrid o en qué medida la división multiplica tal como ha ocurrido con las derechas en Andalucía. Pero lo importante es que este órdago cambia el ritmo en la competición. De un lugar defensivo pasan a apostar por una movilización como la de la alcaldesa, amplia y transversal, que sabe que se la juega a generar una ilusión parecida a la de 2015. Carmena y Errejón como una metáfora del desafío la izquierda en Madrid: todo se fía a que mayores y jóvenes se entiendan en una narrativa común desde una izquierda que salga masivamente a votar. Todo un reto.
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